En la Grecia presocrática el debate en torno a la
sustancia fue intenso. La escuela jonia procuraba encontrar más allá del
devenir del mundo, a la unidad, la permanencia de la sustancia. Los jonios no
habían negado el devenir. La negación la plantea la escuela eleática que reduce
el devenir mismo a simple apariencia, afirmando que sólo la sustancia es
verdaderamente; por primera vez no se plantea como elemento corpóreo o como
número, sino como principio metafísico, como permanencia y necesidad del ser en
cuanto a tal.
La escuela eleática tuvo su apogeo en los siglos VI
y V a. C. El nombre proviene de la ciudad griega de Elea, al sur de Italia,
lugar de nacimiento de Parménides y Zenón, máximos exponentes de la corriente.
El pensamiento eleático se opone tanto a la filosofía materialista de los
milesios como a la teoría del flujo universal formulada por el filósofo griego
Heráclito. Según los eleáticos, el universo es en esencia una unidad inmutable,
que, siendo infinita en tiempo y espacio, está más allá del conocimiento
logrado por los sentidos humanos.
La investigación filosófica es el único camino para
alcanzar la verdad última. Los sentidos humanos ofrecen una visión limitada y
distorsionada de la realidad. La sustancia como ley cósmica de justicia que
veía Anaximandro y que los pitagóricos habían expresado señalando al número como
principio y el modelo de las cosas, es la base de la definición misma de la
sustancia elaborado por la escuela eleática. El único centro de investigación
filosófica es la sustancia en cuanto que es el ser en su necesidad
normativa, en su unidad e inmutabilidad, que hace del ser el único
objeto del pensamiento. Es un paso adelante al llevar al plano ontológico el
debate, lugar donde lo desarrollarán Platón y Aristóteles.
Jenófanes
Es el primero en afirmar la unidad del ser. Critica
el antropomorfismo de los dioses griegos tan publicitado en la obra de Homero:
“Los hombres creen que los dioses han tenido nacimiento y poseen voz y
cuerpo semejante al nuestro”. Por eso los pueblos hacen las imágenes a su
semejanza. Jenófanes afirma que solamente existe una divinidad “que no se
parece a los hombres ni en el cuerpo ni en el pensamiento”. Es un dios-todo
que se identifica con el universo y tiene la cualidad de la eternidad. Afirma
la unidad y la inmutabilidad del universo.
Parménides
Nació entre el 530 a. C. y el 515 a. C. en la
ciudad de Elea, colonia griega del sur de la Magna Grecia (Italia). Parménides
se ocupa de la contraposición entre la verdad y la apariencia en términos
filosóficos. Afirma que “sólo dos caminos de investigación se pueden
concebir. El uno consiste en que el ser es y no puede no ser; y éste es el
camino de la persuasión, puesto que le acompaña la verdad. El otro, que el ser
no es y es necesario que no sea; y esto, te digo, es un sendero en el cual
nadie puede persuadirse de nada.” De allí que “sólo hay un camino para
el discurso: que el ser es.” Este camino sólo puede seguirse por la razón,
ya que las apariencias nos presentan el nacer, el perecer, el cambio de las
cosas, o sea, a la vez su ser y su no ser.
El no ser no se puede pensar ni expresar. No se
puede pensar sin pensar algo. El pensar en nada es un no pensar, el no decir
nada, es un no decir. De allí que el pensamiento y la expresión deben tener un
objeto y este no es otro que el ser. De este planteamiento se elabora el
planteamiento del valor de verdad del conocimiento depende de la realidad del
objeto; el verdadero conocimiento no puede ser más que conocimiento del ser,
esto es, la realidad absoluta. De allí la afirmación de Parménides: “El
Pensamiento y el ser son lo mismo”. “Lo mismo es el pensar y el objeto
del pensamiento: sin el ser en el cual el pensamiento se expresa, tú no podrías
encontrar el pensamiento, puesto que no hay ni habrá nada fuera del ser”.
Parménides elabora el concepto de eternidad. La
eternidad es un presente total o una totalidad presente que excluye la sucesión
del tiempo. “No fue nunca, ni será nunca porque es ahora todo a la
vez, uno y continuo”. El ser no puede nacer ni perecer, puesto que habría
proceder del no ser o diluirse en él. El ser es indivisible, porque todo es
igual; es inmóvil, porque reside en sus propios límites; es infinito, porque no
le falta nada; el ser es lo completo y la perfección. Parménides lo compara con
una esfera: “Pues hay un límite extremo, el ser es perfecto por todas
partes, parecido a la masa redondeada de una esfera igual desde el centro a
cualquiera de sus partes”. Con el ejemplo de la esfera Parménides presenta
la autosuficiencia y la finitud del ser, en caso alguno un sentido corporal.
Igualmente, la finitud del ser no se presenta como una característica negativa,
sino como demostración de perfección, que el círculo representa.
Zenón
Fue discípulo directo de Parménides y se le
recuerda por el amplio arsenal conceptual con que defendió las tesis de su
maestro. Zenón se distinguió por reducir al absurdo las tesis de los negadores
de su maestro.
Aristóteles lo consideraba el inventor de la
dialéctica, ya que este método parte no de premisas verdaderas, sino de
proposiciones hipotéticas admitidas por el adversario.
Zenón argumenta sobre la multiplicidad de las
cosas, sobre la unidad, pero particularmente sobre el movimiento.
Zenón plantea que es imposible recorrer en un
tiempo determinado un espacio infinito. El segundo argumento es el conocido de Aquiles.
Si una tortuga tiene un paso de ventaja, jamás será alcanzada por Aquiles. Al
llegar a la posición que tenía la tortuga, ésta ocupará una nueva posición, lo
que hace imposible que la alcance. La flecha en movimiento está inmóvil, es el
tercer argumento. A cada instante la flecha no puede ocupar más de una
determinada posición, a cuyo respecto esta inmóvil, y como el tiempo está hecho
de instantes, la flecha estará durante ese tiempo inmóvil. Otros argumentos de
Zenón han sido refutados por filósofos posteriores, siendo estos los que han
trascendido popularmente en el tiempo.
De las deducciones de Zenón, las cuales han dado
pie a innumerables debates filosóficos, su intención indudable es demostrar que
el movimiento, el cual como apariencia sensible parece indudable, es, para la
razón, contradictorio y no puede, por tanto, ser propio del ser.
Bibliografía:
*- Abbagnano, Nicolas. Historia de la Filosofía.
2da edición. Montaner y Simon, S.A. Barcelona, España 1964
*- González, Zeferino (1831-1894) Historia de la
Filosofía.
http://www.filosofia.org/zgo/hf2/index.htm
*- Kranz, Walter. Historia de la Filosofía Griega. Tomo I. 4ta edición. 1ra en
español. UTEHA. México. 1962
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