La vanidad se paga cara y un claro ejemplo lo
encontramos en la mitología griega con el caso de Tántalo. La vanidad es uno de
los factores psicológicos que más perturban el alma del individuo y viene a ser
una especie de sumario de todos los pecados capitales.
La vanidad de Tántalo lo llevó a igualarse a los
dioses. Invitado por estos a un banquete, su arrogancia lo llevo a jactarse de
ello entre los mortales, revelando los secretos que había escuchado en la mesa
y, como corolario, robó algo de néctar y ambrosía, la bebida y comida de los
dioses, y lo repartió entre sus amigos.
Otro pecado que se le imputa, fue invitar a los
dioses a un banquete y servir entre la comida a su hijo Pélope. Habiéndole
descuartizado, cocinó sus miembros y lo ofreció en la mesa. Los dioses
advertidos, evitaron comer de la ofrenda.
Otro desliz del personaje de marras, fue verse
envuelto en el lío del robo del perro de oro -que le había hecho Hefesto a Rea
para que cuidara del recién nacido Zeus.
El castigo fue enviar a Tántalo al Tártaro. Allí
fue confinado en un lugar donde árboles frutales y agua estaban a su alcance,
pero al intentar alcanzar alimento o bebida, se retiraban de su alcance,
sufriendo hambre y sed eternas.
La simbología de este mito es una clara advertencia
a las personas que no destruyen el envanecimiento dentro de si y no actúan en
base a la razón y con la medida de la humildad. El castigo a dichas personas
por sus ofensas es contundente y definitivo.
Imagen: Tantalus, Gioacchino Assereto.
Bibliografía
*- Serrano Simarro, Alfonso y Chel, Alvaro Pascual.
Diccionario de Símbolos. Editorial Libsa. Madrid. España. 2005.
*- Wikipedia
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