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jueves, 27 de abril de 2017

El helenismo



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La recomendación de “tomarse las cosas con filosofía” tiene su origen en este ideal de pensamiento práctico desarrollado durante el helenismo. Se conoce como filosofía helenística, el periodo que va desde la muerte de Aristóteles, (322 a.C.), hasta, aproximadamente, la de san Agustín (430 d.C.).
Tras las conquistas de Alejandro Magno, se ponen de bulto dos aspectos que van a influir marcadamente en la especulación griega: la desaparición de la Polis, o Ciudad Estado;  y, segundo, el contacto fluido con religiones y sistemas filosóficos de Oriente. Esto genera una visión de la vida, del mundo y del hombre, enriquecida y enriquecedora, que se conoce como helenismo. Este helenismo sobrevive y se impone culturalmente a la supremacía del Imperio romano, y genera un inmenso y hermoso sincretismo, que aún pervive en nuestra cultura de raíces griego-judeocristiana. De allí que el estudiante masónico tiene mucho en que instruirse y sobre la base de la educación no dogmatica y de libre pensamiento, incursionar en esas doctrinas y hacer, con otras fuentes, su propia columna de pensamiento.

El helenismo trasciende la Edad Antigua. Ya vemos neohelenismos tanto en la filosofía árabe, como en la hebrea y la escolástica. Igual ocurre en el Renacimiento y la Edad Moderna y en nuestro tiempo se deja sentir su presencia. Veremos recurrentemente a neopitagóricos, neoplatónicos y neoaristotélicos, así como académicos, cínicos, escépticos, estoicos, entre otras tendencias.
El helenismo no sólo permea en la filosofía, sino que se hace presente en todas las ramas del quehacer humano, conquistando con su sincretismo, el pensamiento de los conquistadores romanos y transformándose en los padres de la cultura occidental.
Como ayuda didáctica, es difícil dividir la historia, se reconocen dos periodos helenísticos: Un turno ético, o alejandrino, y el otro reconocido como religioso que abarca los cuatro últimos siglos.
Sócrates, Platón y Aristóteles  construyeron un modelo racional del hombre, el mundo y lo divino. Igualmente buscaron emplear la razón para establecer el esquema básico de comportamiento y disciplina de la voluntad que permitiera realizar la vida basada en principios morales que garantizaban la felicidad de la persona y de la comunidad. Con el helenismo la filosofía se convierte en saber práctico que faculta, a quien la sigue, el autodominio y la paz interior; incluso las disciplinas filosóficas no prácticas, siempre se orientan, de alguna forma, hacia  el objetivo citado. Así, cuando los estoicos o los epicúreos desarrollan asuntos de la física o la lógica, lo hacen en la medida en que dichas investigaciones pueden ser útiles para el sabio, ejemplo de ello es la teoría del clinamen, o desviación espontánea del átomo de su trayectoria, como origen de nuevas cadenas causales, la cual sirvió a los epicúreos para la defensa de la libertad y para enfrentarse al determinismo astrológico.
La inmensa conquista territorial de Alejandro Magno trae la separación del individuo de lo que hasta ese momento había sido su ámbito político y existencial: la Polis. La Polis griega es un sistema donde el individuo encuentra su desarrollo personal en el concepto de ciudadano. Trascendiendo a la Polis, la persona es ahora cosmopolita y su felicidad no tiene porque coincidir necesariamente con la del Estado o la comunidad. Platón y Aristóteles plantean soluciones políticas a los temas éticos. En el helenismo las soluciones comprometen a cada individuo en particular. Este individualismo que claramente, como ejemplo, se observa en el epicureísmo, está muy lejos de los ideales morales y políticos que en la época clásica sostenían los grandes filósofos.
Ya mencionamos que el imperio supone la difusión de la cultura griega más allá de los límites del territorio reconocido como Grecia. La helenización de otras tierras y pueblos es como una vía en dos direcciones: trasmite cultura y a su vez permite la entrada en el mundo griego de elementos orientales, lo que afecta también a la propia filosofía, haciéndose presente destrezas como la magia, la astrología y otras artes adivinatorias.

La Academia y el escepticismo
El nombre genérico que en principio se diera a la doctrina de Platón de filosofía académica, gracias a los paseos que daba el maestro con sus discípulos en el jardín de un contemporáneo de Teseo, llamado Academo, comprende dentro de ellas un largo período de cuatro siglos, que abraza desde Platón hasta Antíoco. O sea, cabalga con Aristóteles el último tramo de la filosofía clásica griega.
La Academia no es  un sistema filosófico homogéneo, aunque siempre tienen un tronco común que los orientan: el idealismo platónico. Visto así, tienen como gran misión elaborar el legado espiritual de Platón.
Espeusipo, sobrino de Platón y director de la Academia, entre los años 347 hasta el 339, como también Jenócrates de Calcedonia, quien es hasta el año 314, trabajan en elaboradas doctrinas pitagóricas la cual ya habían sido abordadas por el Platón tardío, el de la vejez, que se dedica a la especulación matemático-metafísica.
“El numero uno y el numero dos son dioses. Aquél, como ser masculino, tiene el lugar del Padre y el oficio de Rey del Cielo; se llama también Zeus, lo impar y el espíritu, y es el primer dios. El número dos, en cambio, en cuanto esencia femenina, es como la madre de los dioses; guía los elementos del mundo que están debajo del Cielo y es el alma de Todo. También el Cielo es un dios, y las estrellas ígneas son dioses olímpicos. Pero hay asimismo otros demonios invisibles bajo la Luna… En la atmósfera hay grandes y vigorosas potencias naturales de índole hostil y sombría”.  Jenócrates transforma toda la elaboración matemático-metafísica, en una especie de sabeísmo con su teoría de demonios de la luz y de las tinieblas, cuya influencia trasciende el tiempo de los helenistas, perdura en la Edad Media e incluso hay rastros en tiempos posteriores.
La Academia bajo Jenócrates, investiga la estructura y el movimiento de la totalidad del mundo, trabajando la teoría de Heráclides, que intuyendo el sistema copernicano, nos habla que la Tierra y los planetas se mueven alrededor del Sol, además de tener rotación de occidente a oriente.  El propio Copérnico reconoce conocer esta teoría y que le motivó en sus trabajos.
El dolor también es trabajado por la Academia, tal como lo atestigua el texto de Crantor de Soles, “Sobre el Dolor”. Debemos sentir el dolor –reflexiona Crantor-, pues la insensibilidad no puede ser el fin del ser humano. Cuanto material para la abstracción y meditación en la búsqueda masónica de la Luz interior.
Hubo de trascurrir un siglo aproximadamente del fallecimiento de Platón, para que la Academia recuperase la epistemología y se aparte, un tanto, de la metafísica dogmatica, tal como se mostraba. Recordemos que la Academia no es una escuela homogénea de pensamiento, aunque siempre tratando de trabajar el legado espiritual de Platón.
Arquesilao de Eolia, director de la Academia entre 268 y 241, plantea un tema que hoy en día es tratado por filósofos y teólogos: la verdad sólo es asequible a Dios, no a los hombres. Aquí se recupera un Platón lleno de espíritu socrático.
Carnèades de Cirene, director entre los años 160 y 137, trabaja el tema de la “verosimilitud”, el tópico de las razones en pro y en contra de concebir la justicia como ideal moral o como simple costumbre útil, convertida en obligación por la conveniencia humana. O sea, actúa como un sofista. Se aventura contra la prueba de la existencia y la esencia de Dios como “ser racional”, colocando de bulto problemas que son eternos: ¿Cómo se explica en el mundo los numerosos males teniendo una existencia divina que lo dirige? ¿En cuánto dañan la divinidad de Dios, las cualidades que los hombres le atribuyen? Estos temas no se han agotado a pesar del paso de los siglos.
En la Academia germina el escepticismo. Entendemos por escepticismo la doctrina que estima imposible la obtención de un conocimiento verdadero y lleva al terreno de la duda todo conocimiento.
Escepticismo deriva de la palabra griega que se traduce como indagación. El escepticismo se mantiene en la postura de la filosofía postclásica que tiene por objeto la consecución de la felicidad como ataraxia. Entienden por ataraxia el estado de absoluta imperturbabilidad del alma. La diferencia con el estoicismo y el epicureísmo, que ambos persiguen la ataraxia colocando la condición de la misma en una doctrina determinada, para el escepticismo lo hace en la crítica y en la negación de cualquier doctrina, en la investigación que ponga en evidencia la inconsistencia de cualquier postura teórica o práctica, considerándolas a todas como falaces y rechazando aceptar ninguna. El epicureísmo, como ejemplo, traza una línea de pensamiento en torno al placer. Resumiendo, la filosofía escéptica como examen, es el medio para alcanzar la denegación y por esa vía, la ataraxia.
Abbagnano indica que esta concepción de la ataraxia es una decadencia con respecto al concepto socrático platónico de la misma. Para Sócrates y Platón, la primera exigencia de la filosofía es hallar su propio fundamento y su propia justificación, profundizar en sí misma, organizarse, articularse, con el fin de reconocer las condiciones y los principios que la hacen posible. La ataraxia escéptica es lo contrario. Rechaza a las demás escuelas y se aplica a refutar los diversos planteamientos, sin verse a sí misma, al fundamento y al valor de su procedimiento. (Abbagnano. Historia de la Filosofía. Tomos I. Pág. 157)    
Ya desde el tiempo de Pirron de Elis, que en el 327 había acompañado a Alejandro hasta la India, encontramos la génesis del pensamiento escéptico: “la sabiduría –nos dice- consiste en abstenerse de juzgar”, afirmando que el pensador juicioso no puede afirmar tajantemente, sino señalar que “esto me aparece a mí, así”.  Esta cautela sobre el valor del conocimiento humano debe ejercer un efecto liberador, llevándolo a un estado de imperturbabilidad, ataraxia, frente al acaecer de las cosas, que le proporciona una tranquilidad del alma que los griegos conocen como eudemonìa. Pirrón, según Diógenes Laercio, no tenía confianza en los sentidos, llegando al extremo de caminar sin mirar y sin esquivar nada, chocando con todo lo que le se topaba. (Diógenes Laercio. IX, 271)
Timón de Fliunte, discípulo de Pirrón, refuta la teoría de su maestro. Plantea que la felicidad del hombre radica en tres conocimientos: 1) cuál es la naturaleza de las cosas; 2) que postura hay que adoptar respecto a ellas; 3) que consecuencias resultarán de ésta postura. Agrega que todas las cosas se muestran igualmente indiferentes, inciertas e indiscernibles. Por ello, la única posición posible es la de no pronunciarse respecto a ninguna de ellas (afasia) y permanecer completamente indiferentes frente a ellas (ataraxia).   
Sexto Empírico (siglo II d. C.) trabaja el principio de causalidad, descubre las aporías que encierra la apariencia inmediata, trata de la relatividad de la causa, de la relación temporal entre causa y efecto, de la pluralidad de causas para cada suceso. Esta sentencia dibuja el fin ético del escepticismo antiguo: “en el orden de las opiniones humanas, decimos que el bien supremo del filósofo escéptico es la inconmovibilidad del juicio, y en el de las necesidades naturales la mesura de los afectos” (Pirrón, I, 30)    
En la vida el escéptico debe seguir las apariencias de los fenómenos, según Sexto. Por ello establece una guía de actuación o investigación: 1) las indicaciones que la naturaleza le da a través de los sentidos; 2) las necesidades del cuerpo; 3) las tradiciones de las leyes y las costumbres; y 4) las reglas de las artes. La gran diferencia con los seguidores de Pirrón, es que los académicos saben que sólo que no es posible saber nada, los pirronianos evitan esta afirmación y se limitan a la búsqueda. (Abbagnano. Historia de la Filosofía. Tomos I. Pág. 162)         
Tropos se denominan los argumentos que utilizan los escépticos griegos para llegar a la conclusión de que es necesario suspender el juicio (epoje), ya que estos argumentos aducen razones por las cuales todos los juicios están sometidos a cambios. Los tropos más conocidos son: a) todo principio es discutible debido a la relatividad de las opiniones; b) para encontrar el primer principio o sustentación de todos los demás, sería necesaria una regresión al infinito; c) ningún principio es absolutamente verdadero para todos debido a la relatividad de las percepciones; d) las premisas que se adoptan para concluir un juicio son siempre hipotéticas; e) la demostración siempre se convierte en dialelo o circulo vicioso.
Descarte, siglos después, lidera con su doctrina de la duda metódica, el escepticismo como método para alcanzar la certeza y el conocimiento.

Los peripatéticos
Alejandro Magno fue alumno de Aristóteles y así como aquel ensancha las fronteras geopolíticas de Grecia, éste lo hace desde el ángulo del pensamiento. Mientras Alejandro intenta conquistar el mundo, Aristóteles y sus peripatéticos investiga el mundo sensible y buscan su comprensión.
Teofrasto dirige y continúa la escuela de Aristóteles desde el 322 hasta el 287. El estudio de la botánica se profundiza y la obra repercute durante la Edad Media. Pero es de nuestro interés la investigación sobre los tipos de conducta del hombre que los define en su obra Los caracteres, conocida no por su versión original. Allí Teofrasto de Ereso (Lesbo) describe en un breve, vigoroso y mordaz boceto, los tipos morales, que contiene una invalorable descripción de la vida de su tiempo; los caracteres morales como el vanidoso, el ostentoso, el descontento, inoportuno y otros.
Aristoxeno de Tarento mantiene la teoría pitagórica del alma de Platón, según el Fedón. También le dedica una obra a la música que llama Armonía. Estratón sucede a Teofrasto en la dirección de la escuela entre los años 287 y 270. Busca conciliar a Aristóteles con Demócrito. Del último toma la doctrina del átomo y de los espacios vacios; pero considera, al igual que Aristóteles, que el espacio vacío no se extiende hasta el infinito, más allá de los confines del mundo, sino sólo en el interior de éste, entre los átomos.
Considera la unidad del alma y por lo tanto, no es posible una separación entre sensación y pensamiento. “Sin el pensamiento no hay sensación”, sentencia. Para él, pensamiento y sensación son movimiento, por lo tanto, parte del mecanismo general de la naturaleza. Pero no es un mecanicismo simple, ya que enseña que “toda fuerza está en la Naturaleza, que encierra en sí las causas de la generación, del incremento y la mengua, y que no tiene en sí ni conciencia ni formas (divina)” (Kranz. Filosofía Griega. Tomo III. Pág. 71)
Los Ptolomeos continúan con los estudios, pero separados de la madre Atenas, aplicándose más a las ciencias que a la filosofía. Es el llamado tiempo “alejandrino”. Esta orientación no descuida la labor de comentadores que exponen la doctrina de Aristóteles, dando pie al surgimiento de las escuelas de los neopitagóricos, neoplatónicos y neoaristotélicos. 
Los epicúreos.
Los epicúreos defienden una ética hedonista. El hedonismo es una doctrina defendida por Aristipo de Cirene (435-366), fundador de la escuela Cirenaica, quien afirma que el placer es el bien supremo, pero, el placer no nos debe dominar a nosotros, sino nosotros a él, porque el sabio debe ser dueño de sí mismo.
El epicureísmo defiende los siguientes principios: 1) El sensualismo, según el cual la sensación es el punto de partida de la verdad y para el bien; 2) El bien se identifica con el placer; 3) Participa de la teoría atomista.
A la filosofía postclásica le atormenta una pregunta: ¿cómo ha de vivir el hombre? Epicúreo y su escuela intentan dar respuesta, quizás no tanto por la investigación filosófica, sino por su manera de vivir, espejo donde los demás pueden mirar. “Obra siempre como si Epicúreo te viera”, era el precepto fundamental de sus seguidores.
De Epicúreo poco se conserva y es por sus comentadores que conocemos de él, por lo que siempre hay riesgo de interpretaciones despiadadas. Acepta el materialismo de Demócrito, donde en el mundo no hay más que átomos y espacio vacío, pero no en forma de remolinos, sino que hay una caída vertical y continua, de las partículas invisibles que se producen desviaciones mínimas de esa línea vertical, que son las que causan las más variadas complicaciones.
Estas indagaciones permiten la solución del problema del libre albedrío prescindiendo de un dios garante de libertad. La teoría se conoce con el nombre de clinamen, referida a la espontánea desviación de la trayectoria de los átomos, que rompe la cadena causal, determinista, de su movimiento, introduciendo así un fundamento físico para justificar la acción libre, en los seres humanos, y el azar. Con esta teoría se trata de explicar la regresión al infinito de las cadenas causales en el movimiento, sin tener que recurrir a la acción de un dios ordenador que funcione como Primer motor inmóvil, problema planteado por el aristotelismo.
El epicureísmo desarrolla la teoría del “cuádruple remedio”, por la cual define el valor de la filosofía como: 1) libertar a los hombres del temor de los dioses, demostrando que por su naturaleza feliz no se ocupan de los seres humanos; 2) libertar a los hombres del temor a la muerte, demostrando que no es nada para el hombre: “cuando existimos nosotros la muerte no existe, cuando existe la muerte no existimos nosotros”; 3) demostrar la accesibilidad del límite del placer, es decir, el fácil logro del placer mismo; 4) demostrar la lejanía del límite del mal, es decir, la brevedad y provisionalidad del dolor.
Epicuro entiende la filosofía como el camino para lograr la felicidad, entendida como liberación de las pasiones. La filosofía permite emancipar al hombre de todo deseo inquieto y molesto; también se libra de las opiniones irrazonables y vanas, y de las turbaciones que de ellas proceden. La doctrina epicúrea del placer, equipara a éste con la vida dichosa o fin de la humanidad, a su vez con el ser libre. “La coerción es un mal -enseña Epicureo-, pero nada nos obliga a vivir bajo ella”. Esa libertad tiene que ver con la independencia de los afectos violentos, especialmente el dolor, las cadenas de penurias, a la coerción del Estado, a la angustia ante la muerte. El hedonismo del epicureísmo nada tiene que ver con el placer momentáneo, intenso de una experiencia sensible. Todo lo contrario, busca lo duradero, lo permanente del placer y esto sólo se consigue con la liberación de las pasiones, del odio, del amor, porque estos son signos de debilidad: “el hombre feliz e imperturbable no lleva en sí ninguna inquietud ni se la causa a otros; no conoce los movimientos de la ira ni las demostraciones del contento. Todo esto es privativo del débil”. La ataraxia, el ideal de paz del alma, lo describe de la siguiente manera: “así como mar en calma significa que no hay el más leve soplo de viento que mueva las olas, así también el alma está en calma y en paz cuando no hay en ella perturbación que pueda conmoverla”.
Epicúreo, quien según los testimonios de los contemporáneos lleva una vida modesta ya que no contaba con riquezas, declara que “el bienestar y el malestar del alma descansa en el cuerpo y están en relación con él”, pero eso está muy lejos del hedonismo ramplón que le pretenden endilgar al tener presente que “las alegrías y sufrimientos del alma son mucho mayores que los del cuerpo”, porque llevan en sí lo pasado y lo futuro, y no son transitorios, como ocurre con los del cuerpo. Otra sentencia esclarecedora que se presenta como principio normativo de la conducta  es que “no se puede elegir siempre el placer y rechazar el dolor, sino que han de medirse por su cantidad y su calidad… es mejor soportar algunos dolores para gozar de un placer mayor; y es conveniente renunciar a ciertos placeres para no tener que sufrir peores dolores” Un juicio que convoca a meditar es la siguiente: “el sabio no participara en la vida política… la corona de un alma apacible vale inmensamente más que las insignias supremas del caudillo”. Quien piensa de esta forma, difícilmente es un concupiscente aberrado como lo han tratado de pintar algunos escritores religiosos.
Sobre la muerte Epicúreo señala: “debemos ejercitarnos asimismo en meditar sobre la muerte”, a lo que añade Seneca: “quien dice eso, dice también que debemos ejercitarnos en pensar en libertad, pues el que aprende a morir se olvida de ser esclavo.”   Recordemos que nos dice que mientras estamos vivo, la muerte no existe y viceversa.
La ética epicúrea se basa en la fraternidad, no en el egoísmo, si en la preocupación altruista individual por el prójimo. La amistad en la escuela de Epicúreo es un principio fundamental. Su filantropía es universal, de allí que por mucho tiempo se mantuvo la máxima de “hazlo todo como si Epicúreo lo viera”.
La doctrina de Epicúreo fue duramente atacada por la Patrística y durante la Edad Media. La teoría del clinamen pesa mucho ante las formulaciones dogmaticas sustentadas exclusivamente en la fe.

Los estoicos
Los estoicos son esencialmente sensualistas y materialistas. Las ideas se forman, según ésta escuela, por las huellas que dejan la percepción en el alma humana. El innatismo es una doctrina gnoseológica que afirma que las ideas o principios del conocimiento se encuentran presentes en el espíritu en el momento del nacimiento. Los estoicos consideran que hay unas nociones comunes presentes en todos y que determinan el consentimiento universal, noción que luego deriva en un innatismo. A esas ideas innatas corresponden la certeza absoluta. Denominan Dios a la razón que se encuentra en la materia, siendo este principio un fluido generador o razón seminal, no es espiritual. El fuego es el elemento artífice pues es el elemento activo. Es un panteísmo expresado en la afirmación de que Dios y el mundo se identifican: Dios es sustancia y el mundo entero es la sustancia de Dios. Es determinista incluyendo la contingencia y la libertad del hombre en el plan general del destino. Plantean que todas las cosas sirven a la perfección de la totalidad. Acompañan el hilozoísmo, doctrina que afirma que toda la materia es viva, bien en sí misma o bien en cuanto participa en la composición del alma del mundo. Otra idea que pregonan es la autosuficiencia del sabio, quien debe bastarse a sí mismo. El ideal de ataraxia es la felicidad que consiste en la virtud, que a su vez es vivir de acuerdo con la naturaleza. Obedecer a Dios es libertad, de manera que el sabio debe resistir todos los embates como una roca y despojarse de sus pasiones para lograr la imperturbabilidad o ataraxia.
La escuela estoica perdura casi 500 años y, como es de suponer, se distinguen en su seno tendencias y periodos. Abordaremos algunos autores
La escuela estoica, es fundada por Zenón de Citium, y toma el nombre del pórtico en que éste enseñaba, la cual es célebre por la severidad de su moral. Adopta el rigor de los cínicos, más no su descaro. Zenón fue discípulo del cínico Crates; pero se instruyó posteriormente en la escuela de Megara bajo la enseñanza de Stilpon, y en la platónica, oyendo primero a Xenócrates y después a Polemón.
Según el estoico Cleantes, el sistema se compone de seis partes: dialéctica y retórica, ética y política, física y teología. Para este trabajo, es la ética lo que más nos interesa. Para un estoico la virtud es lo único bueno y todo lo malo es el vicio. La felicidad es la virtud, el vicio, desventura. La sabiduría es virtud, el vicio es insensatez. Cualquier infortunio no debe privar el estado de dicha del estoico ya que su ventura es imperturbable, ya nada pueden contra ella los hombres; la conciencia es un cielo. Esta ética es como el fruto de la huerta, mientras la lógica equivale a la cerca del jardín y la teoría de la Naturaleza a los árboles. Así ven los estoicos a la ética.
Hemos dicho que la filosofía helenista aspira la paz del yo; y la filosofía es la sabiduría del vivir. Adentrémoslo un poco en su planteamiento.
La virtud es felicidad. En la existencia hay cosas buenas, malas y otras indiferentes. Son las buenas: la comprensión, el dominio de sí mismo, la justicia, el valor y todo lo que es virtuoso. Las malas son las siguientes: la incomprensión, la indisciplina, la cobardía y todo lo que es vicio. Las indiferentes son: la vida y la muerte, la fama o el anonimato, el placer y el dolor, la riqueza y la pobreza, la salud y la enfermedad y todo lo que se parece a ellas. A diferencia de los epicúreos, el placer, comparable a sólo con un adorno, cae dentro de lo carente de importancia. Plantean que frente al temor y al deseo, al placer y al dolor, se requiere mucha disciplina y mucha lucha.
Aunque se caven calabozos a los vicios, siempre en el alma del sabio quedaran cicatrices, y que seguirá sintiendo impulsos y tentaciones.
La katorthomata es el término griego que significa obrar apoyándose en una intención razonada y recta. Esta es practicada por los estoicos configurando una ética que va a la intención, siendo que la medida de toda la existencia del hombre se encuentra en su conciencia ética, en su responsabilidad.
Federico el Grande, un destacado masón, afirma que más importante que la vida es el deber y pensaba que en las escuelas prusianas debería estudiarse la obra de Cicerón De los deberes, como libro de moral, imbuido en la doctrina estoica.
El estoico es un fatalista. Debe ser un fiel seguidor de la ley Universal. No acepta el azar y tal como señala el estoico Cleantes: “Llévame, oh Zeus, y tú, diosa del destino; allì donde deba ir según vuestro deseo” (Kranz, Filosofía Griega. Tomo III. Pág. 92)
Bien nos apunta Epícteto: “Acuérdate que eres actor en una obra teatral, larga o corta, en que el autor ha querido hacerte entrar. Si él quiere que juegues el rol de un mendicante, es preciso que lo juegues tan bien como te sea posible. Igual, que si quiere que juegues el rol de un cojo, un príncipe, un hombre del pueblo. Pues eres tú quien debe representar el personaje que te ha sido dado, pero es otro a quien le corresponde elegírtelo” (Epícteto. El manual)
Este lenguaje simbólico del estoico Epícteto no es nuevo en la filosofía griega. Recordemos los mitos didácticos de Platón. El hombre en una caverna. Igual los pitagóricos y muchos otros poetas y filósofos presocráticos. Así que presentar al ser humano y al mundo como una obra teatral, simboliza que el individuo representa un papel cuyo guion está escrito por el destino y de ese camino no puede salirse. La vida es un drama. Lo expresan los órficos en sus mitos, igual nos lo recuerdan con el de Osiris, también el sicodrama de Hiram Abif. En cada escena, existe un mensaje exotérico y tras del mismo, uno esotérico que el sabio debe develar e interpretar correctamente.
Este mensaje del mundo como drama teatral a permeado a través del tiempo. Ejemplo lo tenemos con el emperador Augusto, quien en el lecho de muerte pregunta a sus amigos si había desempeñado bien el papel asignado en el teatro de la vida. Shakespeare ordeno burilar en su Nuevo Teatro del Globo la sentencia: Totus mundus agit histrionem: todos nos portamos en la vida como el actor en la escena.   
La teoría ética de Zenón de Citio, fue continuada por su sucesor, Cleantes. El espíritu divino del mundo, llamase Zeus o logos, es como el fuego permanente, corporal-espiritual, cuya sustancia divina original abarca potencialmente todo el mundo; siendo lo que ha nacido de ella está penetrado y guiado por el logos; éste abarca en una unidad todas las contradicciones, que, a su vez, son necesarias como piezas complementarias. De allí que lo malo, la mentira, tienen que ser si lo bueno, la verdad, han de tener un valor. La Ley Universal  es considerada como persona divina, al mismo tiempo y como una teleología que penetra toda la Naturaleza y desarrolla el fatum o destino necesario y la pronoia, la providencia previsora. De esta manera se desarrolla una religión que venera una deidad universal, inmanente al mundo, desarrollando un panteísmo estoico.  
Este pensamiento religioso considera a Aristarco de Samos, quien es un adelantado de Copérnico, como un ateo, ya que éste había osado sacar a la Tierra de su inmovilidad, teoría que había desarrollado Heráclides, enseñando que la Tierra y los planetas se mueven alrededor del Sol. Copérnico reconoce ésta investigación en la dedicatoria de su obra De Revolutionibus Orbium caelestium, al papa Pablo III. Para los estoicos las estrellas son dioses, al igual que para Platón y Aristóteles, así que esta especulación es pura herejía.
Una de las premisas de los estoicos es el deber de honrar a la patria. Su ideal alcanza la unificación de todos los hombres en un solo Estado, tal como lo soñaba Alejandro Magno. En este tiempo se comienza a delinear el concepto de humanidad, de humanismo, los hombres son hermanos y la esclavitud debe condenarse; anticipándose al cristianismo.
Este estoicismo fue duramente criticado por Martín Lutero, quien centra su argumento en el reproche de que Dios no ha creado al hombre para que sea inalterable, tal como si fuese hecho de piedra.
Veamos dos autores de lo que se conoce como el estoicismo tardío. Epícteto, quien fue esclavo en Roma y vivió aproximadamente entre los años 50 y 120 d. C., y Marco Aurelio, Emperador de Roma entre los años 161 a 180 de nuestra d. C.  Epícteto señala que el ser humano es un privilegiado, ya que lleva un trozo de Dios dentro de sí; es un pedacito de Dios, por lo que no entiende porque el hombre desconoce su propia nobleza. Veamos este pensamiento y lo interesante para el análisis y comprensión para los estudiosos de la masonería: “no son las cosas lo que inquieta a los hombres, sino la representación de ellas”. Con respecto a las relaciones con nuestros prójimos, dice: “no debo ser insensible como una estatua, sino que debo cumplir con las relaciones naturales y con las contraídas voluntariamente como hombre piadoso, como hijo, como hermano, como padre, como ciudadano.” “Ahora bien, ¿Cuál es la profesión del ciudadano? Nada debe tener en beneficio propio exclusivamente; nada debe decidir como si estuviera desligado del todo, sino que debe actuar como lo harían la mano y el pie si tuvieran razón y comprendieran el orden de la Naturaleza, pues nunca tendrían otra aspiración ni otra ambición que el respeto del todo.” “Si tu hermano comete una injusticia contigo, no mires el asunto considerando que te ha hecho víctima de una injusticia; ésta sería la forma que no te conviene tomarlo. Mejor considera su otro aspecto: que el ofensor es tu hermano, que se ha criado contigo, y tomarás la cosa por el lado que podrás sobrellevar.”  
Marco Aurelio nos dice: “Es preciso tener siempre presente esto: cuál es la naturaleza del conjunto y cuál es la mía, y cómo se comporta ésta respecto a aquélla y qué parte, de qué conjunto es; tener presente también que nadie te impide obrar siempre y decir lo que es consecuente con la naturaleza, de la cual eres parte.” “Armoniza conmigo todo lo que para ti es armonioso, ¡oh, mundo! Ningún tiempo oportuno para ti es prematuro ni tardío para mí. Es fruto para mí todo lo que producen tus estaciones, oh naturaleza. De ti procede todo, en ti reside todo, todo vuelve a ti. Aquél dice: «¡Querida ciudad de Cécrope!» ¿Y tú no dirás: « ¡Ah, querida ciudad de Zeus!»?” “Al amanecer, cuando de mala gana y perezosamente despiertes, acuda puntual a ti este pensamiento: «Despierto para cumplir una tarea propia de hombre.» ¿Voy, pues, a seguir disgustado, si me encamino a hacer aquella tarea que justifica mi existencia y para la cual he sido traído al mundo? ¿O es que he sido formado para calentarme, reclinado entre pequeños cobertores? «Pero eso es más agradable». ¿Has nacido, pues, para deleitarte? Y, en suma, ¿has nacido para la pasividad o para la actividad? ¿No ves que los arbustos, los pajarillos, las hormigas, las arañas, las abejas, cumplen su función propia, contribuyendo por su cuenta al orden del mundo? Y tú entonces, ¿rehúsas hacer lo que es propio del hombre? ¿No persigues con ahínco lo que está de acuerdo con tu naturaleza? «Mas es necesario también reposar.» Lo es; también yo lo mantengo. Pero también la naturaleza ha marcado límites al reposo, como también ha fijado límites en la comida y en la bebida, y a pesar de eso, ¿no superas la medida, excediéndote más de lo que es suficiente? Y en tus acciones no sólo no cumples lo suficiente, sino que te quedas por debajo de tus posibilidades. Por consiguiente, no te amas a ti mismo, porque ciertamente en aquel caso amarías tu naturaleza y su propósito. Otros, que aman su profesión, se consumen en el ejercicio del trabajo idóneo, sin lavarse y sin comer. Pero tú estimas menos tu propia naturaleza que el cincelador su cincel, el danzarín su danza, el avaro su dinero, el presuntuoso su vanagloria. Estos, sin embargo, cuando sienten pasión por algo, ni comer ni dormir quieren antes de haber contribuido al progreso de aquellos objetivos a los que se entregan. Y a ti, ¿te parecen las actividades comunitarias desprovistas de valor y merecedoras de menor atención?” “Existe cierto tipo de hombre que, cuando ha hecho un favor a alguien, está dispuesto también a cargarle en cuenta el favor; mientras que otra persona no está dispuesta a proceder así. Pero, con todo, en su interior, le considera como si fuera un deudor y es consciente de lo que ha hecho. Un tercero ni siquiera, en cierto modo, es consciente de lo que ha hecho, sino que es semejante a una vid que ha producido racimos y nada más reclama después de haber producido el fruto que le es propio, como el caballo que ha corrido, el perro que ha seguido el rastro de la pieza o la abeja que ha producido miel. Así, el hombre que hizo un favor, no persigue un beneficio, sino que lo cede a otro, del mismo modo que la vid se aplica a producir nuevos racimos a su debido tiempo. Luego, ¿es preciso encontrarse entre los que proceden así, en cierto modo, inconscientemente? «Sí, pero hay que darse cuenta de esto mismo; porque es propio del ser sociable, manifiesta, darse cuenta de que obra de acuerdo y conforme al bien común, y, ¡por Zeus!, lo es también querer que su asociado se dé cuenta.» Cierto es lo que dices, pero tergiversas lo que acabo de decir. Por ello tú serás uno de aquellos de los que anteriormente hice mención, pues aquellos también se dejan extraviar por cierta verisimilitud lógica. Y si intentas comprender el sentido de mis palabras, no temas por eso omitir cualquier acción útil a la sociedad.” “¿Me despreciará alguien? El verá. Yo, por mi parte, estaré a la expectativa para no ser sorprendido haciendo o diciendo algo merecedor de desprecio. ¿Me odiará? El verá. Pero yo seré benévolo y afable con todo el mundo, e incluso con ese mismo estaré dispuesto a demostrarle lo que menosprecia, sin insolencia, sin tampoco hacer alarde de mi tolerancia, sino sincera y amigablemente como el ilustre Foción, si es que él no lo hacía por alarde. Pues tales sentimientos deben ser profundos y los dioses deben ver a un hombre que no se indigna por nada y que nada lleva a mal. Porque, ¿qué mal te sobrevendrá si haces ahora lo que es propio de tu naturaleza, y aceptas lo que es oportuno ahora a la naturaleza del conjunto universal, tú, un hombre que aspiras a conseguir por el medio que sea lo que conviene a la comunidad?”
Estos dos pensadores abordan el tema de la muerte de forma similar. Nos dice Marco Aurelio: “«Eres una pequeña alma que sustenta un cadáver», como decía Epícteto.” “Considera sin cesar cuántos médicos han muerto después de haber fruncido el ceño repetidas veces sobre sus enfermos –nos dice Marco Aurelio-; cuántos astrólogos, después de haber vaticinado, como hecho importante, la muerte de otros; cuántos filósofos, después de haber sostenido innumerables discusiones sobre la muerte o la inmortalidad; cuántos jefes, después de haber dado muerte a muchos; cuántos tiranos, tras haber abusado, como si fueran inmortales, con tremenda arrogancia, de su poder sobre vidas ajenas, y cuántas ciudades enteras, por así decirlo, han muerto: Hélice, Pompeya, Herculano y otras incontables. Remóntate también, uno tras otro, a todos cuantos has conocido. Éste, después de haber tributado los honores fúnebres a aquél, fue sepultado seguidamente por otro; y así sucesivamente. Y todo en poco tiempo. En suma, examina siempre las cosas humanas como efímeras y carentes de valor: ayer, una moquita; mañana, momia o ceniza. Por tanto, recorre este pequeñísimo lapso de tiempo obediente a la naturaleza y acaba tu vida alegremente, como la aceituna que, llegada a la sazón, caería elogiando a la tierra que la llevó a la vida y dando gracias al árbol que la produjo.”
El eclecticismo
El pensamiento que se desarrolla en el periodo helénico es de gran interés para los estudios masónicos, tal como se desprende de lo visto. El eclecticismo no es diferente.  Por eclecticismo entendemos la actitud filosófica que se propone reunir ideas y opiniones de diferentes sistemas filosóficos en un sistema único. Para los efectos de la masonería, sólo cabria agregar con un sentido no dogmático, de libre pensamiento, que crea en un Ser Supremo, en la inmortalidad del alma y practique una moral sublime.
Voltaire, enciclopedista y dramaturgo francés del siglo XVIII, apunta: “he seguido siempre el método del eclecticismo: he tomado de todas la sectas lo que me pareció más verosímil.”  (Albornoz. Diccionario de Filosofía.)
Si observamos la mayoría de las nuevas tesis, todas tienen algo de ecléctica, ya que no surgen de la nada, por el contrario, se basan en teorías anteriores adaptadas, modificadas, adecuadas a una nueva interpretación con el fin de acercarse más a la pretendida verdad. Así el eclecticismo es transversal en la historia, encontrando pensadores que se acercan a esta forma de pensar en todos los momentos del trascurrir del pensamiento humano.
Las conclusiones de las escuelas postclásicas rondan en torno a la idea de la felicidad como el objetivo del hombre y ésta consiste en la ausencia de turbación y en la eliminación de las pasiones; el ideal del sabio radica en la indiferencia respecto a los motivos propiamente humanos de la vida. El eclecticismo viene a representar el movimiento en el cual se encuentran y se pueden conciliar las distintas escuelas de la época.  
El momento histórico de su desarrollo coincide con la caída de Macedonia ante el imperio romano, y la transculturización griega en la cultura romana, produciéndose la simbiosis entre cultura griega, esencial en la romana, y la mentalidad romana, que permea la filosofía griega.
La mentalidad romana es fundamentalmente práctica. Así que el método de escoger en las doctrinas de las diferentes escuelas los elementos útiles a ser conciliados y fundidos en una entidad única, fue de fácil desarrollo. Ahora bien, ¿sobre qué base se elegían los elementos? Romanamente adaptan el criterio del consensus gentium, el acuerdo común de los hombres sobre verdades existentes, admitidas como tales, independientemente y antes de cualquier investigación.
Autores como Abbagnano señalan que la escuela estoica deriva hacia el eclecticismo en el siglo II de nuestra era. Posidonio de Apamea, natural de Siria, quien nace hacia el 135 d. C.,  recoge la teoría platónica de la inmortalidad del alma racional y su preexistencia; considera a las pasiones como enfermedades del alma, al alma concupiscible, entendida como una potencia inherente al organismo corporal; más allá de la importancia negativa que le señala el estoicismo.
Filón de Larisa (siglo I a.C.), quien tiene como oyente a Cicerón, le da un giro al escepticismo, más bien renuncia a dicha escuela al abandonar el principio de suspensión del juicio, cardinal para la doctrina. Plantea una tesis de gran interés: el hombre no puede alcanzar la verdad; pero puede conseguir la claridad, la evidencia de una convicción satisfactoria; puede, por lo tanto, formular una teoría ética completa, batallando las falsas doctrinas morales y enseñando las rectas.
Antíoco de Ascalona (muere el año 68 a. C.), sucesor de Filón de Larisa, plantea que sin una certeza absoluta no es posible ni siquiera establecer grados de probabilidad, ya que la probabilidad se puede juzgar solamente sobre el fundamento de la verdad y no se puede admitir aquélla si no se está en posesión de ésta. El criterio de verdad aceptado es el acuerdo entre todos los filósofos verdaderos.
Marco Tulio Ciceròn (106-42 a.C.) admite, como Antíoco, el consentimiento común de los filósofos como criterio de verdad, y tal consentimiento se logra por las nociones innatas. En la ética, Cicerón afirma el valor de la virtud por sí misma, poniendo en duda las doctrinas escépticas y las derivadas de la Academia y la Peripatética. Comulga afirmativamente con la existencia de Dios, la libertad y la inmortalidad del alma, principios esenciales de la masonería. Cicerón evita tratar problemas metafísicos  inherentes a los puntos anteriores.
La intensa vida política posiblemente le impide una labor más fructífera en el campo de la filosofía. Él mismo lo atestigua: “Diré la verdad; mientras la ambición, los honores, el foro, la política, la participación en el gobierno me enredaban y ataban con muchos deberes, tenía encerrados los libros de los filósofos; sólo, para precaver el olvido, los repasaba leyendo algunos ratos, según que el tiempo me lo permitía; mas ahora, cruelmente maltratado por la fortuna y exonerado del gobierno de la república, busco en la filosofía un honesto solaz en mis ocios y un lenitivo a mi dolor.”         
El médico Galeno (129-199 d. C.) suma a las cuatro causas aristotélicas, a saber: materia, forma, causa eficiente y causa final; una quinta, la causa instrumental, o el medio mediante el cual las otras cuatro obran y que Aristóteles había considerado en la causa eficiente.
Alejandro de Afrodisia (finales del siglo II y principios del III d. C.) trabaja el tema del entendimiento, siendo sus trabajos de gran interés durante la Edad media y el Renacimiento. Alejandro observa tres entendimientos: 1) el físico  o material, que es el entendimiento posible; o la capacidad de aprender un arte que aún no posee: 2) el adquirido, o la capacidad de pensar, semejante al artista que llega a poseer un arte; 3) el activo, que efectúa el paso del primer al segundo entendimiento. Aclara que éste no pertenece al alma humana, sino que obra sobre ella desde afuera. Es la causa primera, o sea, Dios. Esta postura si la colocamos en paralelo a las tres luces del conocimiento: la física, la que apreciamos por los sentidos; la intelectual, la que asimilamos en el pensar y, tercera, la espiritual, la que nos conecta con el Creador; podemos elucubrar algunas relaciones.
Los cínicos.
En el Gimnasio Cinosargo o Plaza del perro ágil, Antìstenes de Atenas (444-365. C.) funda una escuela que por su ubicación es conocida como Cínica. Su doctrina plantea un ideal de vida simple, e identifica la virtud con la felicidad. Apartarse de los convencionalismos y practicar una forma de vida natural, alejado de normas y mandatos. No tienen apego a la ciudad, considerándose ciudadanos del mundo, lo que coloca el planteamiento como un antecedente del cosmopolitismo. Su manera de actuar supone la autarquía y el descaro en las relaciones sociales.
Las diatribas es el género característico de la escuela cínica. Bión de Boristene (siglo III a. C.) inicia la precitada especie literaria, consistente en discursos morales contra las opiniones y costumbres dominantes; discursos enriquecidos con múltiples artificios retóricos destinados a lograr su eficacia.
La corriente cínica pierde fuerza y vigor pero recupera su vitalidad al comienzo de la era cristiana. En la Grecia pre-cristiana, su mejor exponente es Diógenes de Sìnope (413-327 a. C.). Es famosa su conducta y sus anécdotas, pero lo que nos interesa es explorar su manera de pensar, lo que dejo grabada en algunos textos. Para Diógenes un hombre es quien no tiene prejuicios, no depende de la fortuna, familia o de otros. Es una idea de libertad, que no debe estar atado a ninguna cadena de un culto o religión del Estado, ya que para él el único Estado verdadero es el mundo entero. Estamos en pleno siglo IV a. C., algo impensado en la Atenas de dos siglos atrás. Denuncia que el progreso material del hombre no es para hacer lo justo, sino para obtener placer señalando que “el desprecio del placer es el placer más grande”; lo que en de ninguna manera es una huida del mundo, sino una afirmación de vida, aunque de manera primitiva, ya que por su desprecio del saber especulativo termina con la condena de la cultura.
Seneca
Lucio Anneo Sèneca (4-65 d. C.), natural de Córdoba, España, es el filósofo de cabecera de Calígula, Claudio y Nerón. Autores lo colocan como representante del estoicismo nuevo (Martinez Echeverri. Diccionario de Filosofía.) Abbagnano lo incluye entre los eclécticos. Para Séneca la verdadera felicidad consiste en la tranquilidad espiritual permanente. La filosofía debe tener un sentido práctico: “la filosofía –dice-, enseña a obrar, no a hablar”. Para Séneca, la física es superior a la ética, ya que ésta trata del hombre, aquélla trata de la divinidad que se revela en los cielos y en el mundo. En Platón se inspira para tratar la relación del alma con el cuerpo: el cuerpo es la prisión y la tumba del alma. Su máxima moral básica es el parentesco universal entre los hombres: “todo lo que ves, que abarca lo divino y lo humano, es todo uno: nosotros mismos somos todos miembros de un gran cuerpo. La naturaleza nos hizo parientes, dándonos un mismo origen y un mismo fin. Ella nos inspiró el amor recíproco y nos hizo sociables.”
La divinidad, según Séneca, es la razón que se aloja en el ser humano: la divinidad puede hallarse tanto en un esclavo, en un liberto o en un caballero romano.”
Según una leyenda Séneca y san Pablo cruzaron una nutrida correspondencia, hecho que autores, como Abbagnano, descartan. Lo cierto es que su concepto de la divinidad, de la fraternidad, del amor entre los seres humanos y la vida después de la muerte, lo coloca cerca del cristianismo; concepción que puede haber logrado el ibérico, sin necesidad de tener dicha relación epistolar con san Pablo.     
La filosofía en Alejandría
Se reconoce como la escuela de Alejandría al conjunto de filósofos, eruditos, hombres de ciencia que desarrollan sus trabajos principalmente en la ciudad de Alejandría, en Egipto, tras la decadencia política de Atenas. Famosas son la gran biblioteca y la universidad, centros donde se aglutinan judíos y cristianos, quienes buscan puntos comunes en la filosofía.
Hemos señalado que la investigación filosófica pasa de ser la investigación un fin en sí mismo, en la época clásica; a subordinarse a un fin determinado, como ocurre en el helenismo, al ser el fin la personalidad humana. Con la escuela de Alejandría, se incorpora la tradición religiosa a la filosofía, y queda la investigación subordinada al culto, siendo la revelación trascendente o una sabiduría originaria. El valor concedido a la tradición durante este período, coincide con la orientación religiosa de la investigación filosófica.
El Volumen de la Ley que en las logias masónicas de Occidente es la Biblia -pero que en otros países es el libro de la religión mayoritaria, como el Corán, en los países mahometanos-, no se tiene como un texto de revelación, sino como una enseñanza de la verdad que se encuentra bajo el velo de símbolos y alegorías, los cuales deben ser develados aplicando la escuadra de la razón y el compas de entendimiento.
Esta postura contradice a los clásicos Sócrates y Platón. Según nos indica Abbagnano, para Platón el hombre no precisa recibir de la tradición la verdad, porque ésta está en el ser humano mismo (Abbag. Ob cit, pág. 172)
En la época alejandrina la situación cambia. La verdad es fruto de una revelación originaria y la única garantía es la tradición. De allí que es el tiempo donde aparecen escritos antiguos con el fin de atestiguar y dar garantías a las tradiciones y, propio del ser humano, muchos apócrifos reflejan los ardores que desata la actividad religiosa y que llegan igualmente al campo de la filosofía.
Esta tendencia no es originaria de éste tiempo. Viene ya desde los estoicos, se expresa en el eclecticismo que intenta acopiar los elementos religiosos dichos en el pensamiento griego; desde la religión de los misterios hasta el pitagorismo y el platonismo. Esta propensión de la filosofía en Alejandría, se entrelaza con las ideas religiosas orientales, recreándose en un sincretismo que se conoce como greco-judaico.
Los neopitagóricos
Se puede considerar la filosofía neo-pitagórica desarrollada a partir del siglo I a. C., como una de las formas de eclecticismo y sincretismo antiguo, en virtud de la mezcla de doctrinas pitagóricas, platónicas, aristotélicas, estoicas, sin dejar de lado matices judaico-alejandrinos.
Los neopitagóricos reconocen la separación entre Dios y el mundo, lo que implica el reconocimiento de divinidades intermedias entre ambas instancias. Entre sus pensadores se ubica a Hermes Trismegisto, cuyos escritos aparecen en el siglo I d. C., y buscan relacionar la filosofía griega con la religión egipcia. Hermes es reconocido como el dios Thot egipcio.
Apolonio de Tiana es un personaje de interés para los estudiosos de la época. A los 16 años abrazó la doctrina pitagórica. Deja la ingesta de carne, argumentando que “vuelve espeso el espíritu y lo hace impuro”. El único alimento puro, según èl, son las frutas y verduras. No toma vino, pues consideraba esta bebida contraria al equilibrio del espíritu, entorpeciendo la parte superior del alma. Renuncia a toda vestidura hecha de piel o pelo de animal, vistiéndose de lino. Iba descalzo (con sandalias de corteza), se dejó crecer el pelo y se fue a vivir al templo consagrado al Dios Esculapio (Wikipedia). Apolonio defiende la tesis de la distinción entre el primer dios y las otras divinidades, idea que domina la especulación teológica de ese tiempo.
Nicómaco de Gerasa compone en Arabia dos obras –alrededor del año 140 d. C.- en la que defiende, en la primera, la preexistencia de los números en el espíritu del creador con anterioridad a la creación del mundo. Los números son los modelos en que se conforman y ordenan todas las cosas. El principio de la creación es el Uno, que se identifica con la razón o divinidad; la dualidad, se identifica con la materia, según los antiguos académicos.
En Siria vive durante la segunda mitad del siglo I d. C., Numenio de Apamea, quien defiende que la filosofía de los griegos deriva de la sabiduría oriental. Establece que el primer dios es el puro entendimiento, principio de la realidad y rey del universo; el segundo dios, es el demiurgo que obra sobre la materia, forma el mundo y es el principio del devenir; el tercer dios, es el demiurgo que crea al mundo.
Numenio congenia el concepto platónico del bien como principio supremo y del demiurgo, con el concepto aristotélico de Dios, como puro entendimiento. Para éste pensador, el hombre posee dos almas: una racional y otra irracional. Numenio presenta las características de su tiempo: sincretismo greco-oriental, conciliación entre Pitágoras y Platón, divinidades intermedias entre Dios y el mundo, oposición entre espíritu y materia como oposición entre el bien y el mal.
Plutarco
Este filósofo del siglo I d. C., desarrolla su actividad en Atenas. Autor de la obra Vidas paralelas, entre griegos y romanos, de un valor incalculable.
Plutarco muestra distancia de la filosofía de Alejandría. El tema de la presencia del mal le lleva a considerar que Dios no puede ser la causa única de donde deriva el mundo. De allí que piensa sobre la existencia de otro principio que es el origen del mal, al lado de Dios, ya que éste sólo puede ser causa del bien. Este principio origen del mal no es la materia, pero sí una fuerza indeterminada e indeterminable, que siendo avasallada por Dios en el acto de la creación, permanece de manera permanente en el mundo como causa de toda imperfección y de todo mal. Por ello Dios está por encima del mundo y su relación con el mismo en por medio de divinidades intermedias o demonios, fuente de la diversidad de religiones populares entre griegos y otras naciones.
Como Platón, admite la división del alma en racional o intelectiva, irascible y concupiscible. Posteriormente admite cinco partes del alma, combinando la visión platónica con la aristotélica. Especializa la razón en científica o teorética, la cual tiene que ver con el cielo, la tierra, el mar, los astros, entre otros temas; y la razón volitiva o práctica, que investiga sobre el bien, el mal, el placer, el dolor. La sabiduría es la virtud de la razón especulativa; la prudencia es de la razón práctica. La razón práctica se orienta a moderar los impulsos de la parte irracional del alma y lograr el equilibrio entre el exceso y el defecto. Plutarco se opone a las escuelas que abogan por la abolición de las pasiones ya que esto ni es posible ni deseable, pero sí la armonía y el justo medio entre ellas.
A Plutarco debemos el conocimiento de las doctrinas fundamentales de la especulación griega, pero también nos deja una cosecha propia que tiene su importancia.
La especulación greco-judaica
Los Esenios se conocen en el mundo profano como un grupo religioso, e incluso, se habla que Jesús formo parte de ellos. El testimonio de la época, encontrado en textos de Filón, Josefo y Plinio, describen una afinidad con el neopitagorismo lo que permite inferir una influencia de los misterios órfico-pitagóricos. Sus costumbres son rigurosas con respecto a la disciplina y a las reglas ascéticas que practican. Interpretan alegóricamente el Viejo Testamento, creen en la preexistencia del alma y en la vida después de la muerte. Admiten divinidades intermedias o demonios; creen en la posibilidad de profetizar el futuro. En los Esenios se encuentran rasgos marcados del llamado neopitagorismo y del platonismo medio, producto del sincretismo que se opera en el mundo helénico.
Los Terapéuticos es otro ejemplo de la época en que se mezclan elementos doctrinales griegos y orientales, fusión que produce formas especulativas que desarrollan variables de pensamiento. Aristóbulo a mediados del siglo II d. C., pretende demostrar que tanto Pitágoras, como Platón, tienen conocimientos de los libros del Antiguo Testamento. Lo cierto es que autores como Abbagnano señalan que en el libro de las Sabiduría, del Antiguo Testamento, burilado probablemente en el siglo I a. C., hay clara reminiscencia del platonismo y del pitagorismo, en la afirmación de la preexistencia e inmortalidad del alma, del impedimento que es para ella el cuerpo y en la concepción de una materia preexistente y del Logos, como mediador de la creación divina.
Filón de Alejandría
Filón de Alejandría o el judío, vive en Roma como embajador de los judíos alejandrinos ante Calígula. Filón muestra una gran devoción por el Antiguo Testamento y considera que Dios inspira directamente a Moisés. Pero también admira a los filósofos griegos  y piensa que la verdad de los griegos está contenida en los textos sagrados del Viejo Testamento. Tesis interesante tanto en cuanto al significado simbólico del Ara masònico. Interpreta alegóricamente los textos sagrados hebreos, adaptando a ellos los conceptos de filósofos griegos. El resultado que obtiene es un sincretismo, usual al que se practica en Alejandría.
Filón establece tres puntos fundamentales. 1) la trascendencia absoluta de Dios respecto a todo lo que el hombre conoce; 2) la doctrina del Logos como intermediario entre Dios y el hombre; 3) el fin del hombre es la unión con Dios.
La perfección de Dios es de tal magnitud, que es imposible comprender su naturaleza. El hombre iluminado puede ver que El es, pero no Qué es. Dios es superior al bien y a la unidad, de allí la palabra hebrea Yahveh que se traduce por El que es. Dios se caracteriza por dos potencias: bondad y poder. Por la primera es Dios, por la segunda es el Señor. La Sabiduría, Logos o Verbo de Dios concilian a ambas particulares.
El Logos es el mediador en la creación del mundo. El Logos es hechura perfecta a imagen de Dios y valiéndose de él, crea al mundo. Dios determina la materia de la creación y la lleva del desorden al orden. De la materia derivan las imperfecciones del mundo. El Logos divino es sede de las ideas y mediante ellas ordena las cosas materiales. Las ideas son, para Filón, fuerzas porque a través de ellas la materia queda plasmada.
La meta del hombre en reunirse con Dios. Para ello debe librarse de la sensibilidad y de los vínculos del cuerpo; esperar la gracia divina, desvinculándose de la razón, hasta llegar a la visión de Dios. Esto lo logra cuando el hombre llega a una condición sobrehumana y misteriosa. Es un misticismo, propio del hombre religioso quien utiliza la filosofía griega para llegar, vía Viejo Testamento, a una formulación mística de la relación de Dios con el hombre.
    

Bibliografía
Abbagnano, Nicolás. Historia de la Filosofía. Tomos I, II, III. Montaner y Simons, S.A. Barcelona, España. 1964.
Albornoz, Hernán. Diccionario de Filosofía. Vadel Hernmanos, editores. Valencia. Veneziuela. 1990.
Diógenes Laercio. Los diez libros sobre la vida de los filósofos más ilustres. Tomo I, II. Madrid. Imprenta Real. 1792
Epícteto. El manual (Enquiridiòn).  Biblioteca Nueva Era Rosario – Argentina. Versión digital.
Kranz, Walther. Filosofía Griega. Tomo III. Unión Tipográfica Hispanoamericana. UTEHA. México 1964.
Marco Aurelio. Meditaciones. Versión digital.
Martinez Echeverri, Leonor y Hugo. Diccionario de Filosofía. Editorial Panamericana. Bogotà. Colombia. 1997
Plotino. Eneadas. Editorial Planeta-DeAgostini, S.A. (1996)
Séneca, Lucio Anneo. Cuestiones naturales. Edición: eBooket. www.eBooket.net
Wikipedia.







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