La
recomendación de “tomarse las cosas con
filosofía” tiene su origen en este ideal de pensamiento práctico
desarrollado durante el helenismo. Se conoce como
filosofía helenística, el periodo que va desde la muerte de Aristóteles, (322
a.C.), hasta, aproximadamente, la de san Agustín (430 d.C.).
Tras las
conquistas de Alejandro Magno, se ponen de bulto dos aspectos que van a influir
marcadamente en la especulación griega: la desaparición de la Polis, o Ciudad
Estado; y, segundo, el contacto fluido
con religiones y sistemas filosóficos de Oriente. Esto genera una visión de la
vida, del mundo y del hombre, enriquecida y enriquecedora, que se conoce como
helenismo. Este helenismo sobrevive y se impone culturalmente a la supremacía
del Imperio romano, y genera un inmenso y hermoso sincretismo, que aún pervive
en nuestra cultura de raíces griego-judeocristiana. De allí que el estudiante
masónico tiene mucho en que instruirse y sobre la base de la educación no
dogmatica y de libre pensamiento, incursionar en esas doctrinas y hacer, con otras
fuentes, su propia columna de pensamiento.
El helenismo
trasciende la Edad Antigua. Ya vemos neohelenismos tanto en la filosofía árabe,
como en la hebrea y la escolástica. Igual ocurre en el Renacimiento y la Edad
Moderna y en nuestro tiempo se deja sentir su presencia. Veremos
recurrentemente a neopitagóricos, neoplatónicos y neoaristotélicos, así como académicos,
cínicos, escépticos, estoicos, entre otras tendencias.
El helenismo
no sólo permea en la filosofía, sino que se hace presente en todas las ramas
del quehacer humano, conquistando con su sincretismo, el pensamiento de los
conquistadores romanos y transformándose en los padres de la cultura occidental.
Como ayuda
didáctica, es difícil dividir la historia, se reconocen dos periodos
helenísticos: Un turno ético, o alejandrino, y el otro reconocido como
religioso que abarca los cuatro últimos siglos.
Sócrates,
Platón y Aristóteles construyeron un
modelo racional del hombre, el mundo y lo divino. Igualmente buscaron emplear
la razón para establecer el esquema básico de comportamiento y disciplina de la
voluntad que permitiera realizar la vida basada en principios morales que
garantizaban la felicidad de la persona y de la comunidad. Con el helenismo la filosofía se convierte en saber práctico que
faculta, a quien la sigue, el autodominio y la paz interior; incluso las
disciplinas filosóficas no prácticas, siempre se orientan, de alguna forma,
hacia el objetivo citado. Así, cuando
los estoicos o los epicúreos desarrollan asuntos de la física o la lógica, lo
hacen en la medida en que dichas investigaciones pueden ser útiles para el
sabio, ejemplo de ello es la teoría del clinamen, o
desviación espontánea del átomo de su trayectoria, como origen de nuevas
cadenas causales, la cual sirvió a los epicúreos para la defensa de la
libertad y para enfrentarse al determinismo astrológico.
La
inmensa conquista territorial de Alejandro Magno trae la separación del
individuo de lo que hasta ese momento había sido su ámbito político y
existencial: la Polis. La Polis griega es un sistema donde el individuo
encuentra su desarrollo personal en el concepto de ciudadano. Trascendiendo a
la Polis, la persona es ahora cosmopolita y su felicidad no tiene porque
coincidir necesariamente con la del Estado o la comunidad. Platón y Aristóteles
plantean soluciones políticas a los temas éticos. En el helenismo las
soluciones comprometen a cada individuo en particular. Este individualismo que
claramente, como ejemplo, se observa en el epicureísmo, está muy lejos de los
ideales morales y políticos que en la época clásica sostenían los grandes filósofos.
Ya
mencionamos que el imperio supone la difusión de la cultura griega más allá de los
límites del territorio reconocido como Grecia. La helenización de otras tierras
y pueblos es como una vía en dos direcciones: trasmite cultura y a su vez
permite la entrada en el mundo griego de elementos orientales, lo que afecta
también a la propia filosofía, haciéndose presente destrezas como la magia, la astrología
y otras artes adivinatorias.
La Academia y el escepticismo
El nombre genérico que en principio se
diera a la doctrina de Platón de filosofía académica, gracias a los paseos que
daba el maestro con sus discípulos en el jardín de un contemporáneo de Teseo,
llamado Academo, comprende dentro de ellas un largo período de cuatro siglos,
que abraza desde Platón hasta Antíoco. O sea, cabalga con Aristóteles el último
tramo de la filosofía clásica griega.
La Academia no es un sistema filosófico homogéneo, aunque
siempre tienen un tronco común que los orientan: el idealismo platónico. Visto
así, tienen como gran misión elaborar el legado espiritual de Platón.
Espeusipo, sobrino de Platón y director
de la Academia, entre los años 347 hasta el 339, como también Jenócrates de
Calcedonia, quien es hasta el año 314, trabajan en elaboradas doctrinas
pitagóricas la cual ya habían sido abordadas por el Platón tardío, el de la
vejez, que se dedica a la especulación matemático-metafísica.
“El numero uno y el numero dos son
dioses. Aquél, como ser masculino, tiene el lugar del Padre y el oficio de Rey
del Cielo; se llama también Zeus, lo impar y el espíritu, y es el primer dios. El
número dos, en cambio, en cuanto esencia femenina, es como la madre de los
dioses; guía los elementos del mundo que están debajo del Cielo y es el alma de
Todo. También el Cielo es un dios, y las estrellas ígneas son dioses olímpicos.
Pero hay asimismo otros demonios invisibles bajo la Luna… En la atmósfera hay
grandes y vigorosas potencias naturales de índole hostil y sombría”. Jenócrates transforma toda la elaboración
matemático-metafísica, en una especie de sabeísmo con su teoría de demonios de
la luz y de las tinieblas, cuya influencia trasciende el tiempo de los
helenistas, perdura en la Edad Media e incluso hay rastros en tiempos
posteriores.
La Academia bajo Jenócrates, investiga
la estructura y el movimiento de la totalidad del mundo, trabajando la teoría
de Heráclides, que intuyendo el sistema copernicano, nos habla que la Tierra y los
planetas se mueven alrededor del Sol, además de tener rotación de occidente a
oriente. El propio Copérnico reconoce
conocer esta teoría y que le motivó en sus trabajos.
El dolor también es trabajado por la
Academia, tal como lo atestigua el texto de Crantor de Soles, “Sobre el Dolor”. Debemos sentir el dolor
–reflexiona Crantor-, pues la insensibilidad no puede ser el fin del ser
humano. Cuanto material para la abstracción y meditación en la búsqueda
masónica de la Luz interior.
Hubo de trascurrir un siglo
aproximadamente del fallecimiento de Platón, para que la Academia recuperase la
epistemología y se aparte, un tanto, de la metafísica dogmatica, tal como se
mostraba. Recordemos que la Academia no es una escuela homogénea de
pensamiento, aunque siempre tratando de trabajar el legado espiritual de
Platón.
Arquesilao de Eolia, director de la
Academia entre 268 y 241, plantea un tema que hoy en día es tratado por
filósofos y teólogos: la verdad sólo es asequible a Dios, no a los hombres. Aquí
se recupera un Platón lleno de espíritu socrático.
Carnèades de Cirene, director entre los
años 160 y 137, trabaja el tema de la “verosimilitud”, el tópico de las razones
en pro y en contra de concebir la justicia como ideal moral o como simple
costumbre útil, convertida en obligación por la conveniencia humana. O sea,
actúa como un sofista. Se aventura contra la prueba de la existencia y la
esencia de Dios como “ser racional”, colocando de bulto problemas que son
eternos: ¿Cómo se explica en el mundo los numerosos males teniendo una
existencia divina que lo dirige? ¿En cuánto dañan la divinidad de Dios, las
cualidades que los hombres le atribuyen? Estos temas no se han agotado a pesar
del paso de los siglos.
En la Academia germina el escepticismo. Entendemos
por escepticismo la doctrina que estima imposible la obtención de un
conocimiento verdadero y lleva al terreno de la duda todo conocimiento.
Escepticismo deriva de la palabra griega
que se traduce como indagación. El
escepticismo se mantiene en la postura de la filosofía postclásica que tiene
por objeto la consecución de la felicidad como ataraxia. Entienden por ataraxia
el estado de absoluta imperturbabilidad del alma. La diferencia con el estoicismo y el epicureísmo, que ambos persiguen
la ataraxia colocando la condición de la misma en una doctrina determinada,
para el escepticismo lo hace en la crítica y en la negación de cualquier
doctrina, en la investigación que ponga en evidencia la inconsistencia de
cualquier postura teórica o práctica, considerándolas a todas como falaces y
rechazando aceptar ninguna. El epicureísmo, como ejemplo, traza una línea de
pensamiento en torno al placer. Resumiendo, la filosofía escéptica como examen,
es el medio para alcanzar la denegación y por esa vía, la ataraxia.
Abbagnano indica que esta concepción de
la ataraxia es una decadencia con respecto al concepto socrático platónico de
la misma. Para Sócrates y Platón, la primera exigencia de la filosofía es
hallar su propio fundamento y su propia justificación, profundizar en sí misma,
organizarse, articularse, con el fin de reconocer las condiciones y los
principios que la hacen posible. La ataraxia escéptica es lo contrario. Rechaza
a las demás escuelas y se aplica a refutar los diversos planteamientos, sin
verse a sí misma, al fundamento y al valor de su procedimiento. (Abbagnano. Historia de la Filosofía. Tomos I. Pág. 157)
Ya desde el tiempo de Pirron de Elis,
que en el 327 había acompañado a Alejandro hasta la India, encontramos la
génesis del pensamiento escéptico: “la sabiduría –nos dice- consiste en
abstenerse de juzgar”, afirmando que el pensador juicioso no puede afirmar
tajantemente, sino señalar que “esto me aparece a mí, así”. Esta cautela sobre el valor del conocimiento
humano debe ejercer un efecto liberador, llevándolo a un estado de
imperturbabilidad, ataraxia, frente al acaecer de las cosas, que le proporciona
una tranquilidad del alma que los griegos conocen como eudemonìa. Pirrón, según
Diógenes Laercio, no tenía confianza en los sentidos, llegando al extremo de caminar
sin mirar y sin esquivar nada, chocando con todo lo que le se topaba. (Diógenes Laercio. IX, 271)
Timón de Fliunte, discípulo de Pirrón,
refuta la teoría de su maestro. Plantea que la felicidad del hombre radica en
tres conocimientos: 1) cuál es la naturaleza de las cosas; 2) que postura hay
que adoptar respecto a ellas; 3) que consecuencias resultarán de ésta postura. Agrega
que todas las cosas se muestran igualmente indiferentes, inciertas e
indiscernibles. Por ello, la única posición posible es la de no pronunciarse
respecto a ninguna de ellas (afasia)
y permanecer completamente indiferentes frente a ellas (ataraxia).
Sexto Empírico (siglo II d. C.) trabaja
el principio de causalidad, descubre las aporías que encierra la apariencia
inmediata, trata de la relatividad de la causa, de la relación temporal entre
causa y efecto, de la pluralidad de causas para cada suceso. Esta sentencia dibuja
el fin ético del escepticismo antiguo: “en el orden de las opiniones humanas, decimos
que el bien supremo del filósofo escéptico es la inconmovibilidad del juicio, y
en el de las necesidades naturales la mesura de los afectos” (Pirrón, I, 30)
En la vida el escéptico debe seguir las
apariencias de los fenómenos, según Sexto. Por ello establece una guía de
actuación o investigación: 1) las indicaciones que la naturaleza le da a través
de los sentidos; 2) las necesidades del cuerpo; 3) las tradiciones de las leyes
y las costumbres; y 4) las reglas de las artes. La gran diferencia con los
seguidores de Pirrón, es que los académicos saben que sólo que no es posible saber nada, los pirronianos evitan esta
afirmación y se limitan a la búsqueda.
(Abbagnano. Historia de la Filosofía. Tomos I. Pág. 162)
Tropos se denominan los argumentos que
utilizan los escépticos griegos para llegar a la conclusión de que es necesario
suspender el juicio (epoje), ya que estos argumentos aducen razones por las
cuales todos los juicios están sometidos a cambios. Los tropos más conocidos
son: a) todo principio es discutible debido a la relatividad de las opiniones;
b) para encontrar el primer principio o sustentación de todos los demás, sería
necesaria una regresión al infinito; c) ningún principio es absolutamente
verdadero para todos debido a la relatividad de las percepciones; d) las
premisas que se adoptan para concluir un juicio son siempre hipotéticas; e) la
demostración siempre se convierte en dialelo o circulo vicioso.
Descarte, siglos después, lidera con su
doctrina de la duda metódica, el escepticismo como método para alcanzar la
certeza y el conocimiento.
Los
peripatéticos
Alejandro Magno fue alumno de
Aristóteles y así como aquel ensancha las fronteras geopolíticas de Grecia,
éste lo hace desde el ángulo del pensamiento. Mientras Alejandro intenta
conquistar el mundo, Aristóteles y sus peripatéticos investiga el mundo
sensible y buscan su comprensión.
Teofrasto dirige y continúa la escuela de
Aristóteles desde el 322 hasta el 287. El estudio de la botánica se profundiza
y la obra repercute durante la Edad Media. Pero es de nuestro interés la
investigación sobre los tipos de conducta del hombre que los define en su obra Los caracteres, conocida no por su
versión original. Allí Teofrasto de Ereso (Lesbo) describe en un breve,
vigoroso y mordaz boceto, los tipos morales, que contiene una invalorable
descripción de la vida de su tiempo; los caracteres morales como el vanidoso,
el ostentoso, el descontento, inoportuno y otros.
Aristoxeno de Tarento mantiene la teoría
pitagórica del alma de Platón, según el Fedón.
También le dedica una obra a la música que llama Armonía. Estratón sucede a Teofrasto en la dirección de la escuela
entre los años 287 y 270. Busca conciliar a Aristóteles con Demócrito. Del
último toma la doctrina del átomo y de los espacios vacios; pero considera, al
igual que Aristóteles, que el espacio vacío no se extiende hasta el infinito,
más allá de los confines del mundo, sino sólo en el interior de éste, entre los
átomos.
Considera la unidad del alma y por lo
tanto, no es posible una separación entre sensación y pensamiento. “Sin el
pensamiento no hay sensación”, sentencia. Para él, pensamiento y sensación son
movimiento, por lo tanto, parte del mecanismo general de la naturaleza. Pero no
es un mecanicismo simple, ya que enseña que “toda fuerza está en la Naturaleza,
que encierra en sí las causas de la generación, del incremento y la mengua, y
que no tiene en sí ni conciencia ni formas (divina)” (Kranz. Filosofía Griega. Tomo
III. Pág. 71)
Los Ptolomeos
continúan con los estudios, pero separados de la madre Atenas, aplicándose más
a las ciencias que a la filosofía. Es el llamado tiempo “alejandrino”. Esta
orientación no descuida la labor de comentadores que exponen la doctrina de
Aristóteles, dando pie al surgimiento de las escuelas de los neopitagóricos, neoplatónicos
y neoaristotélicos.
Los epicúreos.
Los epicúreos
defienden una ética hedonista. El hedonismo es una doctrina defendida por
Aristipo de Cirene (435-366), fundador de la escuela Cirenaica, quien afirma
que el placer es el bien supremo, pero, el placer no nos debe dominar a
nosotros, sino nosotros a él, porque el sabio debe ser dueño de sí mismo.
El epicureísmo
defiende los siguientes principios: 1) El sensualismo, según el cual la
sensación es el punto de partida de la verdad y para el bien; 2) El bien se
identifica con el placer; 3) Participa de la teoría atomista.
A la filosofía
postclásica le atormenta una pregunta: ¿cómo ha de vivir el hombre? Epicúreo y
su escuela intentan dar respuesta, quizás no tanto por la investigación
filosófica, sino por su manera de vivir, espejo donde los demás pueden mirar.
“Obra siempre como si Epicúreo te viera”, era el precepto fundamental de sus
seguidores.
De Epicúreo
poco se conserva y es por sus comentadores que conocemos de él, por lo que
siempre hay riesgo de interpretaciones despiadadas. Acepta el materialismo de
Demócrito, donde en el mundo no hay más que átomos y espacio vacío, pero no en
forma de remolinos, sino que hay una caída vertical y continua, de las
partículas invisibles que se producen desviaciones mínimas de esa línea
vertical, que son las que causan las más variadas complicaciones.
Estas
indagaciones permiten la solución del problema del libre albedrío prescindiendo
de un dios garante de libertad. La teoría se conoce con el nombre de clinamen,
referida a la espontánea desviación de la trayectoria de los átomos, que rompe
la cadena causal, determinista, de su movimiento, introduciendo así un
fundamento físico para justificar la acción libre, en los seres humanos, y el
azar. Con esta teoría se trata de explicar la regresión al infinito de las
cadenas causales en el movimiento, sin tener que recurrir a la acción de un
dios ordenador que funcione como Primer motor inmóvil, problema planteado por
el aristotelismo.
El epicureísmo desarrolla la teoría del “cuádruple
remedio”, por la cual define el valor de la filosofía como: 1) libertar a los
hombres del temor de los dioses, demostrando que por su naturaleza feliz no se
ocupan de los seres humanos; 2) libertar a los hombres del temor a la muerte, demostrando
que no es nada para el hombre: “cuando existimos nosotros la muerte no existe,
cuando existe la muerte no existimos nosotros”; 3) demostrar la accesibilidad
del límite del placer, es decir, el fácil logro del placer mismo; 4) demostrar
la lejanía del límite del mal, es decir, la brevedad y provisionalidad del
dolor.
Epicuro entiende la filosofía como el camino para
lograr la felicidad, entendida como liberación de las pasiones. La filosofía
permite emancipar al hombre de todo deseo inquieto y molesto; también se libra de
las opiniones irrazonables y vanas, y de las turbaciones que de ellas proceden.
La doctrina epicúrea del placer, equipara a éste con la vida dichosa o fin de
la humanidad, a su vez con el ser libre. “La coerción es un mal -enseña
Epicureo-, pero nada nos obliga a vivir bajo ella”. Esa libertad tiene que ver
con la independencia de los afectos violentos, especialmente el dolor, las
cadenas de penurias, a la coerción del Estado, a la angustia ante la muerte. El
hedonismo del epicureísmo nada tiene que ver con el placer momentáneo, intenso
de una experiencia sensible. Todo lo contrario, busca lo duradero, lo
permanente del placer y esto sólo se consigue con la liberación de las
pasiones, del odio, del amor, porque estos son signos de debilidad: “el hombre
feliz e imperturbable no lleva en sí ninguna inquietud ni se la causa a otros; no
conoce los movimientos de la ira ni las demostraciones del contento. Todo esto
es privativo del débil”. La ataraxia, el ideal de paz del alma, lo describe de
la siguiente manera: “así como mar en calma significa que no hay el más leve
soplo de viento que mueva las olas, así también el alma está en calma y en paz
cuando no hay en ella perturbación que pueda conmoverla”.
Epicúreo, quien según los testimonios de los
contemporáneos lleva una vida modesta ya que no contaba con riquezas, declara
que “el bienestar y el malestar del alma descansa en el cuerpo y están en
relación con él”, pero eso está muy lejos del hedonismo ramplón que le
pretenden endilgar al tener presente que “las alegrías y sufrimientos del alma son
mucho mayores que los del cuerpo”, porque llevan en sí lo pasado y lo futuro, y
no son transitorios, como ocurre con los del cuerpo. Otra sentencia
esclarecedora que se presenta como principio normativo de la conducta es que “no se puede elegir siempre el placer
y rechazar el dolor, sino que han de medirse por su cantidad y su calidad… es
mejor soportar algunos dolores para gozar de un placer mayor; y es conveniente
renunciar a ciertos placeres para no tener que sufrir peores dolores” Un juicio
que convoca a meditar es la siguiente: “el sabio no participara en la vida
política… la corona de un alma apacible vale inmensamente más que las insignias
supremas del caudillo”. Quien piensa de esta forma, difícilmente es un
concupiscente aberrado como lo han tratado de pintar algunos escritores
religiosos.
Sobre la muerte Epicúreo señala: “debemos ejercitarnos
asimismo en meditar sobre la muerte”, a lo que añade Seneca: “quien dice eso,
dice también que debemos ejercitarnos en pensar en libertad, pues el que
aprende a morir se olvida de ser esclavo.” Recordemos
que nos dice que mientras estamos vivo, la muerte no existe y viceversa.
La ética epicúrea se basa en la fraternidad, no en el
egoísmo, si en la preocupación altruista individual por el prójimo. La amistad
en la escuela de Epicúreo es un principio fundamental. Su filantropía es
universal, de allí que por mucho tiempo se mantuvo la máxima de “hazlo todo
como si Epicúreo lo viera”.
La doctrina de Epicúreo fue duramente atacada por la
Patrística y durante la Edad Media. La
teoría del clinamen pesa mucho ante las formulaciones dogmaticas sustentadas
exclusivamente en la fe.
Los estoicos
Los estoicos son esencialmente sensualistas y
materialistas. Las ideas se forman, según ésta escuela, por las huellas que
dejan la percepción en el alma humana. El innatismo es una doctrina
gnoseológica que afirma que las ideas o principios del conocimiento se
encuentran presentes en el espíritu en el momento del nacimiento. Los estoicos
consideran que hay unas nociones comunes presentes en todos y que determinan el
consentimiento universal, noción que luego deriva en un innatismo. A esas ideas
innatas corresponden la certeza absoluta. Denominan Dios a la razón que se encuentra
en la materia, siendo este principio un fluido generador o razón seminal, no es
espiritual. El fuego es el elemento artífice pues es el elemento activo. Es un
panteísmo expresado en la afirmación de que Dios y el mundo se identifican:
Dios es sustancia y el mundo entero es la sustancia de Dios. Es determinista
incluyendo la contingencia y la libertad del hombre en el plan general del
destino. Plantean que todas las cosas sirven a la perfección de la totalidad. Acompañan
el hilozoísmo, doctrina que afirma que toda la materia es viva, bien en sí
misma o bien en cuanto participa en la composición del alma del mundo. Otra
idea que pregonan es la autosuficiencia del sabio, quien debe bastarse a sí
mismo. El ideal de ataraxia es la felicidad que consiste en la virtud, que a su
vez es vivir de acuerdo con la naturaleza. Obedecer a Dios es libertad, de
manera que el sabio debe resistir todos los embates como una roca y despojarse
de sus pasiones para lograr la imperturbabilidad o ataraxia.
La escuela estoica perdura casi 500 años y, como es de
suponer, se distinguen en su seno tendencias y periodos. Abordaremos algunos
autores
La escuela estoica, es fundada por Zenón de Citium, y toma el nombre del pórtico en que éste
enseñaba, la cual es célebre por la severidad de su moral. Adopta el rigor de
los cínicos, más no su descaro. Zenón
fue discípulo del cínico Crates; pero se instruyó posteriormente en la escuela
de Megara bajo la enseñanza de Stilpon, y en la platónica, oyendo primero a
Xenócrates y después a Polemón.
Según el estoico Cleantes, el sistema se compone de
seis partes: dialéctica y retórica, ética y política, física y teología. Para este
trabajo, es la ética lo que más nos interesa. Para un estoico la virtud es lo
único bueno y todo lo malo es el vicio. La felicidad es la virtud, el vicio,
desventura. La sabiduría es virtud, el vicio es insensatez. Cualquier
infortunio no debe privar el estado de dicha del estoico ya que su ventura es
imperturbable, ya nada pueden contra ella los hombres; la
conciencia es un cielo. Esta ética es como el fruto de la huerta, mientras la
lógica equivale a la cerca del jardín y la teoría de la Naturaleza a los
árboles. Así ven los estoicos a la ética.
Hemos dicho que la filosofía helenista aspira la paz
del yo; y la filosofía es la sabiduría del vivir. Adentrémoslo un poco en su
planteamiento.
La virtud es felicidad. En la existencia hay cosas buenas,
malas y otras indiferentes. Son las buenas: la comprensión, el dominio de sí
mismo, la justicia, el valor y todo lo que es virtuoso. Las malas son las
siguientes: la incomprensión, la indisciplina, la cobardía y todo lo que es
vicio. Las indiferentes son: la vida y la muerte, la fama o el anonimato, el
placer y el dolor, la riqueza y la pobreza, la salud y la enfermedad y todo lo
que se parece a ellas. A diferencia de los epicúreos, el placer, comparable a
sólo con un adorno, cae dentro de lo carente de importancia. Plantean que
frente al temor y al deseo, al placer y al dolor, se requiere mucha disciplina
y mucha lucha.
Aunque se caven calabozos a los vicios, siempre en el
alma del sabio quedaran cicatrices, y que seguirá sintiendo impulsos y
tentaciones.
La katorthomata es el término griego que significa
obrar apoyándose en una intención razonada y recta. Esta es practicada por los
estoicos configurando una ética que va a la intención, siendo que la medida de
toda la existencia del hombre se encuentra en su conciencia ética, en su
responsabilidad.
Federico el Grande, un destacado masón, afirma que más
importante que la vida es el deber y pensaba que en las escuelas prusianas
debería estudiarse la obra de Cicerón De
los deberes, como libro de moral, imbuido en la doctrina estoica.
El estoico es un fatalista. Debe ser un fiel seguidor
de la ley Universal. No acepta el azar y tal como señala el estoico Cleantes:
“Llévame, oh Zeus, y tú, diosa del destino; allì donde deba ir según vuestro
deseo” (Kranz, Filosofía Griega. Tomo III. Pág. 92)
Bien nos apunta Epícteto: “Acuérdate
que eres actor en una obra teatral, larga o corta, en que el autor ha querido
hacerte entrar. Si él quiere que juegues el rol de un mendicante, es preciso
que lo juegues tan bien como te sea posible. Igual, que si quiere que juegues
el rol de un cojo, un príncipe, un hombre del pueblo. Pues eres tú quien debe representar
el personaje que te ha sido dado, pero es otro a quien le corresponde
elegírtelo” (Epícteto. El manual)
Este lenguaje simbólico del
estoico Epícteto no es nuevo en la filosofía griega. Recordemos los mitos
didácticos de Platón. El hombre en una caverna. Igual los pitagóricos y muchos
otros poetas y filósofos presocráticos. Así que presentar al ser humano y al
mundo como una obra teatral, simboliza que el individuo representa un papel
cuyo guion está escrito por el destino y de ese camino no puede salirse. La
vida es un drama. Lo expresan los órficos en sus mitos, igual nos lo recuerdan con
el de Osiris, también el sicodrama de Hiram Abif. En cada escena, existe un
mensaje exotérico y tras del mismo, uno esotérico que el sabio debe develar e
interpretar correctamente.
Este mensaje del mundo como
drama teatral a permeado a través del tiempo. Ejemplo lo tenemos con el
emperador Augusto, quien en el lecho de muerte pregunta a sus amigos si había
desempeñado bien el papel asignado en el teatro de la vida. Shakespeare ordeno
burilar en su Nuevo Teatro del Globo la sentencia: Totus mundus agit histrionem:
todos nos portamos en la vida como el actor en la escena.
La teoría ética de Zenón de
Citio, fue continuada por su sucesor, Cleantes. El espíritu divino del mundo,
llamase Zeus o logos, es como el fuego permanente, corporal-espiritual, cuya
sustancia divina original abarca potencialmente todo el mundo; siendo lo que ha
nacido de ella está penetrado y guiado por el logos; éste abarca en una unidad
todas las contradicciones, que, a su vez, son necesarias como piezas
complementarias. De allí que lo malo, la mentira, tienen que ser si lo bueno,
la verdad, han de tener un valor. La Ley Universal es considerada como persona divina, al mismo
tiempo y como una teleología que penetra toda la Naturaleza y desarrolla el fatum o destino necesario y la pronoia, la providencia previsora. De
esta manera se desarrolla una religión que venera una deidad universal,
inmanente al mundo, desarrollando un panteísmo estoico.
Este pensamiento religioso
considera a Aristarco de Samos, quien es un adelantado de Copérnico, como un
ateo, ya que éste había osado sacar a la Tierra de su inmovilidad, teoría que
había desarrollado Heráclides, enseñando que la Tierra y los planetas se mueven
alrededor del Sol. Copérnico reconoce ésta investigación en la dedicatoria de
su obra De Revolutionibus Orbium
caelestium, al papa Pablo III. Para los estoicos las estrellas son dioses,
al igual que para Platón y Aristóteles, así que esta especulación es pura
herejía.
Una de las premisas de los
estoicos es el deber de honrar a la patria. Su ideal alcanza la unificación de
todos los hombres en un solo Estado, tal como lo soñaba Alejandro Magno. En
este tiempo se comienza a delinear el concepto de humanidad, de humanismo, los
hombres son hermanos y la esclavitud debe condenarse; anticipándose al
cristianismo.
Este estoicismo fue
duramente criticado por Martín Lutero, quien centra su argumento en el reproche
de que Dios no ha creado al hombre para que sea inalterable, tal como si fuese
hecho de piedra.
Veamos dos autores de lo que
se conoce como el estoicismo tardío. Epícteto, quien fue esclavo en Roma y
vivió aproximadamente entre los años 50 y 120 d. C., y Marco Aurelio, Emperador
de Roma entre los años 161 a 180 de nuestra d. C. Epícteto señala que el ser humano es un
privilegiado, ya que lleva un trozo de Dios dentro de sí; es un pedacito de
Dios, por lo que no entiende porque el hombre desconoce su propia nobleza.
Veamos este pensamiento y lo interesante para el análisis y comprensión para
los estudiosos de la masonería: “no son las cosas lo que inquieta a los
hombres, sino la representación de ellas”. Con respecto a las relaciones con
nuestros prójimos, dice: “no debo ser insensible como una estatua, sino que
debo cumplir con las relaciones naturales y con las contraídas voluntariamente
como hombre piadoso, como hijo, como hermano, como padre, como ciudadano.”
“Ahora bien, ¿Cuál es la profesión del ciudadano? Nada debe tener en beneficio
propio exclusivamente; nada debe decidir como si estuviera desligado del todo,
sino que debe actuar como lo harían la mano y el pie si tuvieran razón y
comprendieran el orden de la Naturaleza, pues nunca tendrían otra aspiración ni
otra ambición que el respeto del todo.” “Si tu hermano comete una injusticia
contigo, no mires el asunto considerando que te ha hecho víctima de una
injusticia; ésta sería la forma que no te conviene tomarlo. Mejor considera su
otro aspecto: que el ofensor es tu hermano, que se ha criado contigo, y tomarás
la cosa por el lado que podrás sobrellevar.”
Marco Aurelio nos dice: “Es
preciso tener siempre presente esto: cuál es la naturaleza del conjunto y cuál
es la mía, y cómo se comporta ésta respecto a aquélla y qué parte, de qué
conjunto es; tener presente también que nadie te impide obrar siempre y decir
lo que es consecuente con la naturaleza, de la cual eres parte.” “Armoniza
conmigo todo lo que para ti es armonioso, ¡oh, mundo! Ningún tiempo oportuno
para ti es prematuro ni tardío para mí. Es fruto para mí todo lo que producen
tus estaciones, oh naturaleza. De ti procede todo, en ti reside todo, todo
vuelve a ti. Aquél dice: «¡Querida ciudad de Cécrope!» ¿Y tú no dirás: « ¡Ah,
querida ciudad de Zeus!»?” “Al amanecer, cuando de mala gana y perezosamente
despiertes, acuda puntual a ti este pensamiento: «Despierto para cumplir una
tarea propia de hombre.» ¿Voy, pues, a seguir disgustado, si me encamino a
hacer aquella tarea que justifica mi existencia y para la cual he sido traído
al mundo? ¿O es que he sido formado para calentarme, reclinado entre pequeños
cobertores? «Pero eso es más agradable». ¿Has nacido, pues, para deleitarte? Y,
en suma, ¿has nacido para la pasividad o para la actividad? ¿No ves que los
arbustos, los pajarillos, las hormigas, las arañas, las abejas, cumplen su
función propia, contribuyendo por su cuenta al orden del mundo? Y tú entonces,
¿rehúsas hacer lo que es propio del hombre? ¿No persigues con ahínco lo que
está de acuerdo con tu naturaleza? «Mas es necesario también reposar.» Lo es;
también yo lo mantengo. Pero también la naturaleza ha marcado límites al
reposo, como también ha fijado límites en la comida y en la bebida, y a pesar
de eso, ¿no superas la medida, excediéndote más de lo que es suficiente? Y en
tus acciones no sólo no cumples lo suficiente, sino que te quedas por debajo de
tus posibilidades. Por consiguiente, no te amas a ti mismo, porque ciertamente
en aquel caso amarías tu naturaleza y su propósito. Otros, que aman su
profesión, se consumen en el ejercicio del trabajo idóneo, sin lavarse y sin
comer. Pero tú estimas menos tu propia naturaleza que el cincelador su cincel,
el danzarín su danza, el avaro su dinero, el presuntuoso su vanagloria. Estos,
sin embargo, cuando sienten pasión por algo, ni comer ni dormir quieren antes
de haber contribuido al progreso de aquellos objetivos a los que se entregan. Y
a ti, ¿te parecen las actividades comunitarias desprovistas de valor y
merecedoras de menor atención?” “Existe cierto tipo de hombre que, cuando ha
hecho un favor a alguien, está dispuesto también a cargarle en cuenta el favor;
mientras que otra persona no está dispuesta a proceder así. Pero, con todo, en
su interior, le considera como si fuera un deudor y es consciente de lo que ha
hecho. Un tercero ni siquiera, en cierto modo, es consciente de lo que ha hecho,
sino que es semejante a una vid que ha producido racimos y nada más reclama
después de haber producido el fruto que le es propio, como el caballo que ha
corrido, el perro que ha seguido el rastro de la pieza o la abeja que ha
producido miel. Así, el hombre que hizo un favor, no persigue un beneficio,
sino que lo cede a otro, del mismo modo que la vid se aplica a producir nuevos
racimos a su debido tiempo. Luego, ¿es preciso encontrarse entre los que
proceden así, en cierto modo, inconscientemente? «Sí, pero hay que darse cuenta
de esto mismo; porque es propio del ser sociable, manifiesta, darse cuenta de
que obra de acuerdo y conforme al bien común, y, ¡por Zeus!, lo es también
querer que su asociado se dé cuenta.» Cierto es lo que dices, pero tergiversas
lo que acabo de decir. Por ello tú serás uno de aquellos de los que
anteriormente hice mención, pues aquellos también se dejan extraviar por cierta
verisimilitud lógica. Y si intentas comprender el sentido de mis palabras, no
temas por eso omitir cualquier acción útil a la sociedad.” “¿Me despreciará
alguien? El verá. Yo, por mi parte, estaré a la expectativa para no ser
sorprendido haciendo o diciendo algo merecedor de desprecio. ¿Me odiará? El
verá. Pero yo seré benévolo y afable con todo el mundo, e incluso con ese mismo
estaré dispuesto a demostrarle lo que menosprecia, sin insolencia, sin tampoco
hacer alarde de mi tolerancia, sino sincera y amigablemente como el ilustre
Foción, si es que él no lo hacía por alarde. Pues tales sentimientos deben ser
profundos y los dioses deben ver a un hombre que no se indigna por nada y que
nada lleva a mal. Porque, ¿qué mal te sobrevendrá si haces ahora lo que es
propio de tu naturaleza, y aceptas lo que es oportuno ahora a la naturaleza del
conjunto universal, tú, un hombre que aspiras a conseguir por el medio que sea
lo que conviene a la comunidad?”
Estos dos pensadores abordan el tema de
la muerte de forma similar. Nos dice Marco Aurelio: “«Eres una pequeña alma que
sustenta un cadáver», como decía Epícteto.” “Considera sin cesar cuántos
médicos han muerto después de haber fruncido el ceño repetidas veces sobre sus
enfermos –nos dice Marco Aurelio-; cuántos astrólogos, después de haber
vaticinado, como hecho importante, la muerte de otros; cuántos filósofos,
después de haber sostenido innumerables discusiones sobre la muerte o la
inmortalidad; cuántos jefes, después de haber dado muerte a muchos; cuántos
tiranos, tras haber abusado, como si fueran inmortales, con tremenda
arrogancia, de su poder sobre vidas ajenas, y cuántas ciudades enteras, por así
decirlo, han muerto: Hélice, Pompeya, Herculano y otras incontables. Remóntate
también, uno tras otro, a todos cuantos has conocido. Éste, después de haber
tributado los honores fúnebres a aquél, fue sepultado seguidamente por otro; y
así sucesivamente. Y todo en poco tiempo. En suma, examina siempre las cosas
humanas como efímeras y carentes de valor: ayer, una moquita; mañana, momia o
ceniza. Por tanto, recorre este pequeñísimo lapso de tiempo obediente a la
naturaleza y acaba tu vida alegremente, como la aceituna que, llegada a la
sazón, caería elogiando a la tierra que la llevó a la vida y dando gracias al
árbol que la produjo.”
El
eclecticismo
El pensamiento que se desarrolla en el
periodo helénico es de gran interés para los estudios masónicos, tal como se
desprende de lo visto. El eclecticismo no es diferente. Por eclecticismo entendemos la actitud
filosófica que se propone reunir ideas y opiniones de diferentes sistemas
filosóficos en un sistema único. Para los efectos de la masonería, sólo cabria
agregar con un sentido no dogmático, de libre pensamiento, que crea en un Ser
Supremo, en la inmortalidad del alma y practique una moral sublime.
Voltaire, enciclopedista y dramaturgo
francés del siglo XVIII, apunta: “he seguido siempre el método del
eclecticismo: he tomado de todas la sectas lo que me pareció más verosímil.” (Albornoz. Diccionario de Filosofía.)
Si observamos la mayoría de las nuevas
tesis, todas tienen algo de ecléctica, ya que no surgen de la nada, por el
contrario, se basan en teorías anteriores adaptadas, modificadas, adecuadas a
una nueva interpretación con el fin de acercarse más a la pretendida verdad.
Así el eclecticismo es transversal en la historia, encontrando pensadores que
se acercan a esta forma de pensar en todos los momentos del trascurrir del
pensamiento humano.
Las conclusiones de las escuelas
postclásicas rondan en torno a la idea de la felicidad como el objetivo del
hombre y ésta consiste en la ausencia de turbación y en la eliminación de las
pasiones; el ideal del sabio radica en la indiferencia respecto a los motivos
propiamente humanos de la vida. El eclecticismo viene a representar el
movimiento en el cual se encuentran y se pueden conciliar las distintas
escuelas de la época.
El momento histórico de su desarrollo
coincide con la caída de Macedonia ante el imperio romano, y la
transculturización griega en la cultura romana, produciéndose la simbiosis
entre cultura griega, esencial en la romana, y la mentalidad romana, que permea
la filosofía griega.
La mentalidad romana es fundamentalmente
práctica. Así que el método de escoger en las doctrinas de las diferentes
escuelas los elementos útiles a ser conciliados y fundidos en una entidad
única, fue de fácil desarrollo. Ahora bien, ¿sobre qué base se elegían los
elementos? Romanamente adaptan el criterio del consensus gentium, el acuerdo común de los hombres sobre verdades
existentes, admitidas como tales, independientemente y antes de cualquier
investigación.
Autores como Abbagnano señalan que la
escuela estoica deriva hacia el eclecticismo en el siglo II de nuestra era. Posidonio
de Apamea, natural de Siria, quien nace hacia el 135 d. C., recoge la teoría platónica de la inmortalidad
del alma racional y su preexistencia; considera a las pasiones como
enfermedades del alma, al alma concupiscible, entendida como una potencia
inherente al organismo corporal; más allá de la importancia negativa que le
señala el estoicismo.
Filón de Larisa (siglo I a.C.), quien
tiene como oyente a Cicerón, le da un giro al escepticismo, más bien renuncia a
dicha escuela al abandonar el principio de suspensión del juicio, cardinal para
la doctrina. Plantea una tesis de gran interés: el hombre no puede alcanzar la
verdad; pero puede conseguir la claridad, la evidencia de una convicción satisfactoria;
puede, por lo tanto, formular una teoría ética completa, batallando las falsas
doctrinas morales y enseñando las rectas.
Antíoco de Ascalona (muere el año 68 a.
C.), sucesor de Filón de Larisa, plantea que sin una certeza absoluta no es
posible ni siquiera establecer grados de probabilidad, ya que la probabilidad se
puede juzgar solamente sobre el fundamento de la verdad y no se puede admitir aquélla
si no se está en posesión de ésta. El criterio de verdad aceptado es el acuerdo
entre todos los filósofos verdaderos.
Marco Tulio Ciceròn (106-42 a.C.) admite,
como Antíoco, el consentimiento común de los filósofos como criterio de verdad,
y tal consentimiento se logra por las nociones
innatas. En la ética, Cicerón afirma el valor de la virtud por sí misma,
poniendo en duda las doctrinas escépticas y las derivadas de la Academia y la Peripatética.
Comulga afirmativamente con la existencia de Dios, la libertad y la inmortalidad
del alma, principios esenciales de la masonería. Cicerón evita tratar problemas
metafísicos inherentes a los puntos
anteriores.
La intensa vida política posiblemente le
impide una labor más fructífera en el campo de la filosofía. Él mismo lo atestigua:
“Diré la verdad; mientras la ambición, los honores, el foro, la política, la
participación en el gobierno me enredaban y ataban con muchos deberes, tenía
encerrados los libros de los filósofos; sólo, para precaver el olvido, los
repasaba leyendo algunos ratos, según que el tiempo me lo permitía; mas ahora,
cruelmente maltratado por la fortuna y exonerado del gobierno de la república,
busco en la filosofía un honesto solaz en mis ocios y un lenitivo a mi dolor.”
El médico Galeno (129-199 d. C.) suma a
las cuatro causas aristotélicas, a saber: materia, forma, causa eficiente y
causa final; una quinta, la causa
instrumental, o el medio mediante el cual las otras cuatro obran y que
Aristóteles había considerado en la causa eficiente.
Alejandro de Afrodisia (finales del
siglo II y principios del III d. C.) trabaja el tema del entendimiento, siendo
sus trabajos de gran interés durante la Edad media y el Renacimiento. Alejandro
observa tres entendimientos: 1) el físico
o material, que es el entendimiento posible; o la capacidad de aprender
un arte que aún no posee: 2) el adquirido, o la capacidad de pensar, semejante
al artista que llega a poseer un arte; 3) el activo, que efectúa el paso del
primer al segundo entendimiento. Aclara que éste no pertenece al alma humana,
sino que obra sobre ella desde afuera. Es la causa primera, o sea, Dios. Esta
postura si la colocamos en paralelo a las tres luces del conocimiento: la
física, la que apreciamos por los sentidos; la intelectual, la que asimilamos
en el pensar y, tercera, la espiritual, la que nos conecta con el Creador;
podemos elucubrar algunas relaciones.
Los cínicos.
En el Gimnasio
Cinosargo o Plaza del perro ágil, Antìstenes de Atenas (444-365. C.) funda una
escuela que por su ubicación es conocida como Cínica. Su doctrina plantea un
ideal de vida simple, e identifica la virtud con la felicidad. Apartarse de los
convencionalismos y practicar una forma de vida natural, alejado de normas y
mandatos. No tienen apego a la ciudad, considerándose ciudadanos del mundo, lo
que coloca el planteamiento como un antecedente del cosmopolitismo. Su manera
de actuar supone la autarquía y el descaro en las relaciones sociales.
Las diatribas es el género característico de
la escuela cínica. Bión de Boristene (siglo III a. C.) inicia la precitada
especie literaria, consistente en discursos morales contra las opiniones y
costumbres dominantes; discursos enriquecidos con múltiples artificios retóricos
destinados a lograr su eficacia.
La corriente
cínica pierde fuerza y vigor pero recupera su vitalidad al comienzo de la era
cristiana. En la Grecia pre-cristiana, su mejor exponente es Diógenes de Sìnope
(413-327 a. C.). Es famosa su conducta y sus anécdotas, pero lo que nos
interesa es explorar su manera de pensar, lo que dejo grabada en algunos
textos. Para Diógenes un hombre es quien no tiene prejuicios, no depende de la
fortuna, familia o de otros. Es una idea de libertad, que no debe estar atado a
ninguna cadena de un culto o religión del Estado, ya que para él el único
Estado verdadero es el mundo entero. Estamos en pleno siglo IV a. C., algo
impensado en la Atenas de dos siglos atrás. Denuncia que el progreso material
del hombre no es para hacer lo justo, sino para obtener placer señalando que
“el desprecio del placer es el placer más grande”; lo que en de ninguna manera
es una huida del mundo, sino una afirmación de vida, aunque de manera primitiva,
ya que por su desprecio del saber especulativo termina con la condena de la
cultura.
Seneca
Lucio Anneo
Sèneca (4-65 d. C.), natural de Córdoba, España, es el filósofo de cabecera de Calígula,
Claudio y Nerón. Autores lo colocan como representante del estoicismo nuevo (Martinez
Echeverri. Diccionario de Filosofía.)
Abbagnano lo incluye entre los eclécticos. Para Séneca la verdadera felicidad
consiste en la tranquilidad espiritual permanente. La filosofía debe tener un
sentido práctico: “la filosofía –dice-, enseña a obrar, no a hablar”. Para
Séneca, la física es superior a la ética, ya que ésta trata del hombre, aquélla
trata de la divinidad que se revela en los cielos y en el mundo. En Platón se
inspira para tratar la relación del alma con el cuerpo: el cuerpo es la prisión
y la tumba del alma. Su máxima moral básica es el parentesco universal entre
los hombres: “todo lo que ves, que abarca lo divino y lo humano, es todo uno:
nosotros mismos somos todos miembros de un gran cuerpo. La naturaleza nos hizo
parientes, dándonos un mismo origen y un mismo fin. Ella nos inspiró el amor
recíproco y nos hizo sociables.”
La divinidad, según Séneca, es la razón que se aloja en el ser humano: la
divinidad puede hallarse tanto en un esclavo, en un liberto o en un caballero
romano.”
Según una leyenda Séneca y san Pablo cruzaron una nutrida correspondencia,
hecho que autores, como Abbagnano, descartan. Lo cierto es que su concepto de
la divinidad, de la fraternidad, del amor entre los seres humanos y la vida
después de la muerte, lo coloca cerca del cristianismo; concepción que puede
haber logrado el ibérico, sin necesidad de tener dicha relación epistolar con
san Pablo.
La filosofía en
Alejandría
Se reconoce
como la escuela de Alejandría al conjunto de filósofos, eruditos, hombres de
ciencia que desarrollan sus trabajos principalmente en la ciudad de Alejandría,
en Egipto, tras la decadencia política de Atenas. Famosas son la gran
biblioteca y la universidad, centros donde se aglutinan judíos y cristianos,
quienes buscan puntos comunes en la filosofía.
Hemos señalado
que la investigación filosófica pasa de ser la investigación un fin en sí
mismo, en la época clásica; a subordinarse a un fin determinado, como ocurre en
el helenismo, al ser el fin la personalidad humana. Con la escuela de
Alejandría, se incorpora la tradición religiosa a la filosofía, y queda la investigación
subordinada al culto, siendo la revelación trascendente o una sabiduría
originaria. El valor concedido a la tradición durante este período, coincide
con la orientación religiosa de la investigación filosófica.
El Volumen de
la Ley que en las logias masónicas de Occidente es la Biblia -pero que en otros
países es el libro de la religión mayoritaria, como el Corán, en los países
mahometanos-, no se tiene como un texto de revelación, sino como una enseñanza
de la verdad que se encuentra bajo el velo de símbolos y alegorías, los cuales
deben ser develados aplicando la escuadra de la razón y el compas de
entendimiento.
Esta postura
contradice a los clásicos Sócrates y Platón. Según nos indica Abbagnano, para Platón
el hombre no precisa recibir de la tradición la verdad, porque ésta está en el ser
humano mismo (Abbag. Ob cit, pág.
172)
En la época
alejandrina la situación cambia. La verdad es fruto de una revelación
originaria y la única garantía es la tradición. De allí que es el tiempo donde
aparecen escritos antiguos con el fin de atestiguar y dar garantías a las tradiciones
y, propio del ser humano, muchos apócrifos reflejan los ardores que desata la
actividad religiosa y que llegan igualmente al campo de la filosofía.
Esta tendencia
no es originaria de éste tiempo. Viene ya desde los estoicos, se expresa en el
eclecticismo que intenta acopiar los elementos religiosos dichos en el
pensamiento griego; desde la religión de los misterios hasta el pitagorismo y
el platonismo. Esta propensión de la filosofía en Alejandría, se entrelaza con
las ideas religiosas orientales, recreándose en un sincretismo que se conoce
como greco-judaico.
Los neopitagóricos
Se puede
considerar la filosofía neo-pitagórica desarrollada a partir del siglo I a. C.,
como una de las formas de eclecticismo y sincretismo antiguo, en virtud de la
mezcla de doctrinas pitagóricas, platónicas, aristotélicas, estoicas, sin dejar
de lado matices judaico-alejandrinos.
Los
neopitagóricos reconocen la separación entre Dios y el mundo, lo que implica el
reconocimiento de divinidades intermedias entre ambas instancias. Entre sus
pensadores se ubica a Hermes Trismegisto, cuyos escritos aparecen en el siglo I
d. C., y buscan relacionar la filosofía griega con la religión egipcia. Hermes
es reconocido como el dios Thot egipcio.
Apolonio de
Tiana es un personaje de interés para los estudiosos de la época. A
los 16 años abrazó la doctrina pitagórica. Deja la ingesta de carne,
argumentando que “vuelve espeso el espíritu y lo hace impuro”. El único
alimento puro, según èl, son las frutas y verduras. No toma vino, pues consideraba
esta bebida contraria al equilibrio del espíritu, entorpeciendo la parte
superior del alma. Renuncia a toda vestidura hecha de piel o pelo de
animal, vistiéndose de lino. Iba descalzo (con sandalias de corteza), se dejó
crecer el pelo y se fue a vivir al templo consagrado al Dios Esculapio
(Wikipedia). Apolonio defiende la tesis
de la distinción entre el primer dios y las otras divinidades, idea que domina
la especulación teológica de ese tiempo.
Nicómaco de
Gerasa compone en Arabia dos obras –alrededor del año 140 d. C.- en la que
defiende, en la primera, la preexistencia de los números en el espíritu del
creador con anterioridad a la creación del mundo. Los números son los modelos en
que se conforman y ordenan todas las cosas. El principio de la creación es el Uno, que se identifica con la razón o
divinidad; la dualidad, se identifica
con la materia, según los antiguos académicos.
En Siria vive
durante la segunda mitad del siglo I d. C., Numenio de Apamea, quien defiende
que la filosofía de los griegos deriva de la sabiduría oriental. Establece que
el primer dios es el puro
entendimiento, principio de la realidad y rey del universo; el segundo dios, es el demiurgo que obra
sobre la materia, forma el mundo y es el principio del devenir; el tercer dios, es el demiurgo que crea al
mundo.
Numenio
congenia el concepto platónico del bien como principio supremo y del demiurgo,
con el concepto aristotélico de Dios, como puro entendimiento. Para éste
pensador, el hombre posee dos almas: una racional y otra irracional. Numenio
presenta las características de su tiempo: sincretismo greco-oriental,
conciliación entre Pitágoras y Platón, divinidades intermedias entre Dios y el
mundo, oposición entre espíritu y materia como oposición entre el bien y el
mal.
Plutarco
Este filósofo
del siglo I d. C., desarrolla su actividad en Atenas. Autor de la obra Vidas paralelas, entre griegos y
romanos, de un valor incalculable.
Plutarco
muestra distancia de la filosofía de Alejandría. El tema de la presencia del
mal le lleva a considerar que Dios no puede ser la causa única de donde deriva
el mundo. De allí que piensa sobre la existencia de otro principio que es el
origen del mal, al lado de Dios, ya que éste sólo puede ser causa del bien.
Este principio origen del mal no es la materia, pero sí una fuerza
indeterminada e indeterminable, que siendo avasallada por Dios en el acto de la
creación, permanece de manera permanente en el mundo como causa de toda
imperfección y de todo mal. Por ello Dios está por encima del mundo y su
relación con el mismo en por medio de divinidades intermedias o demonios,
fuente de la diversidad de religiones populares entre griegos y otras naciones.
Como Platón,
admite la división del alma en racional o intelectiva, irascible y
concupiscible. Posteriormente admite cinco partes del alma, combinando la
visión platónica con la aristotélica. Especializa la razón en científica o
teorética, la cual tiene que ver con el cielo, la tierra, el mar, los astros,
entre otros temas; y la razón volitiva o práctica, que investiga sobre el bien,
el mal, el placer, el dolor. La sabiduría es la virtud de la razón
especulativa; la prudencia es de la razón práctica. La razón práctica se
orienta a moderar los impulsos de la parte irracional del alma y lograr el
equilibrio entre el exceso y el defecto. Plutarco se opone a las escuelas que
abogan por la abolición de las pasiones ya que esto ni es posible ni deseable,
pero sí la armonía y el justo medio entre ellas.
A Plutarco debemos
el conocimiento de las doctrinas fundamentales de la especulación griega, pero
también nos deja una cosecha propia que tiene su importancia.
La especulación greco-judaica
Los Esenios se
conocen en el mundo profano como un grupo religioso, e incluso, se habla que Jesús
formo parte de ellos. El testimonio de la época, encontrado en textos de Filón,
Josefo y Plinio, describen una afinidad con el neopitagorismo lo que permite
inferir una influencia de los misterios órfico-pitagóricos. Sus costumbres son
rigurosas con respecto a la disciplina y a las reglas ascéticas que practican. Interpretan
alegóricamente el Viejo Testamento,
creen en la preexistencia del alma y en la vida después de la muerte. Admiten
divinidades intermedias o demonios; creen en la posibilidad de profetizar el
futuro. En los Esenios se encuentran rasgos marcados del llamado neopitagorismo
y del platonismo medio, producto del sincretismo que se opera en el mundo
helénico.
Los
Terapéuticos es otro ejemplo de la época en que se mezclan elementos
doctrinales griegos y orientales, fusión que produce formas especulativas que
desarrollan variables de pensamiento. Aristóbulo a mediados del siglo II d. C.,
pretende demostrar que tanto Pitágoras, como Platón, tienen conocimientos de
los libros del Antiguo Testamento. Lo
cierto es que autores como Abbagnano señalan que en el libro de las Sabiduría, del Antiguo Testamento, burilado probablemente en el siglo I a. C., hay
clara reminiscencia del platonismo y del pitagorismo, en la afirmación de la
preexistencia e inmortalidad del alma, del impedimento que es para ella el
cuerpo y en la concepción de una materia preexistente y del Logos, como
mediador de la creación divina.
Filón de Alejandría
Filón de
Alejandría o el judío, vive en Roma como embajador de los judíos alejandrinos
ante Calígula. Filón muestra una gran devoción por el Antiguo Testamento y considera que Dios inspira directamente a
Moisés. Pero también admira a los filósofos griegos y piensa que la verdad de los griegos está
contenida en los textos sagrados del Viejo
Testamento. Tesis interesante tanto en cuanto al significado simbólico del
Ara masònico. Interpreta alegóricamente los textos sagrados hebreos, adaptando
a ellos los conceptos de filósofos griegos. El resultado que obtiene es un sincretismo,
usual al que se practica en Alejandría.
Filón establece
tres puntos fundamentales. 1) la trascendencia absoluta de Dios respecto a todo
lo que el hombre conoce; 2) la doctrina del Logos como intermediario entre Dios
y el hombre; 3) el fin del hombre es la unión con Dios.
La perfección
de Dios es de tal magnitud, que es imposible comprender su naturaleza. El
hombre iluminado puede ver que El es,
pero no Qué es. Dios es superior al
bien y a la unidad, de allí la palabra hebrea Yahveh que se traduce por El que es. Dios se caracteriza por dos
potencias: bondad y poder. Por la primera es Dios, por la segunda es el Señor.
La Sabiduría, Logos o Verbo de Dios concilian a ambas particulares.
El Logos es el
mediador en la creación del mundo. El Logos es hechura perfecta a imagen de
Dios y valiéndose de él, crea al mundo. Dios determina la materia de la
creación y la lleva del desorden al orden. De la materia derivan las
imperfecciones del mundo. El Logos divino es sede de las ideas y mediante ellas
ordena las cosas materiales. Las ideas son, para Filón, fuerzas porque a través
de ellas la materia queda plasmada.
La meta del
hombre en reunirse con Dios. Para ello debe librarse de la sensibilidad y de
los vínculos del cuerpo; esperar la gracia divina, desvinculándose de la razón,
hasta llegar a la visión de Dios. Esto lo logra cuando el hombre llega a una
condición sobrehumana y misteriosa. Es un misticismo, propio del hombre
religioso quien utiliza la filosofía griega para llegar, vía Viejo Testamento, a una formulación
mística de la relación de Dios con el hombre.
Bibliografía
Abbagnano,
Nicolás. Historia de la Filosofía. Tomos I, II, III. Montaner y Simons, S.A.
Barcelona, España. 1964.
Albornoz,
Hernán. Diccionario de Filosofía. Vadel Hernmanos, editores.
Valencia. Veneziuela. 1990.
Diógenes
Laercio. Los diez libros sobre la vida de los filósofos más ilustres. Tomo I, II. Madrid.
Imprenta Real. 1792
Epícteto. El manual
(Enquiridiòn). Biblioteca Nueva Era Rosario – Argentina.
Versión digital.
Kranz,
Walther. Filosofía Griega. Tomo III. Unión
Tipográfica Hispanoamericana. UTEHA.
México 1964.
Marco Aurelio. Meditaciones. Versión digital.
Martinez Echeverri, Leonor y Hugo. Diccionario de Filosofía. Editorial Panamericana. Bogotà. Colombia.
1997
Plotino.
Eneadas. Editorial
Planeta-DeAgostini, S.A. (1996)
Séneca, Lucio Anneo. Cuestiones
naturales. Edición: eBooket.
www.eBooket.net
Wikipedia.
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