El Neoplatonismo en una corriente
filosófica que encontraremos a lo largo de la historia con diferentes
variantes. Tal como se presenta en los siglos II y III de nuestra era
cristiana, nos ofrece productos resultados de la especulación caracterizada por
el sincretismo de la época, de gran valor para adelantar un estudio de
antropología filosófica masónica. El neoplatonismo es la última manifestación
de postulados platónicos en el mundo antiguo. Luego lo veremos, como hemos
dicho, en el Renacimiento y en épocas posteriores, sin dejar de influir en el Medioevo.
Estos filósofos trabajan de una manera
metódica la filosofía griega y alejandrina. Allí encontramos ideas pitagóricas,
aristotélicas, estoicas, la influencia religiosa, trabajadas con el platonismo,
logrando una creación que deja huella en el cristianismo y en toda la filosofía
posterior. Son los pioneros de la escolástica, tanto en cuanto entendemos como
tal la filosofía que trata de verificar la comprensión racional de las verdades
religiosas tradicionales. Aplicar la escuadra de la razón y el compás de la
comprensión. La religión plantea que la verdad no se busca, es revelada y posee
la garantía de la tradición. La filosofía, a su vez, comprende, explica y
defiende esa verdad y que mejor escuela
que la del platonismo en conciliación con las precitadas.
Por ello la denominación de
neoplatonismo, ya que no es el Platón originario y autentico, sino el uso de
las ideas del ateniense para justificar una actitud religiosa producto de elementos
doctrinales heterogéneos.
Amonio Sacas vive entre los años 175 y
242 d. C., y es considerado como el fundador del neoplatonismo. Es un
ecléctico, educado en la religión cristiana, afirma que los dogmas cristianos
habían sido enseñados por los filósofos de la Academia. Esto dio origen a la
escuela llamada neoplatónica, porque pretende renovar las doctrinas de Platón,
considerando al cristianismo más que una religión, como un sistema filosófico,
lo que equivalía a liquidarla como culto.
Plotino nace en Egipto y vive entre el
204 y el 270 de nuestra era. Es considerado el verdadero fundador del
neoplatonismo. Vive en Roma y se le reconoce una existencia ascética,
misteriosa y mística. El informa que había experimentado varios éxtasis. Su
obra influye el pensamiento medieval cristiano hasta el siglo XIII, en que hace
su aparición Aristóteles en aquel mundo signado por la religión. Plotino es
panteísta y rechaza el materialismo. El Uno
es la vez el Ser, el bien y la divinidad y de él proceden por emanación todas las cosas: es el Nous o espíritu del mundo, de las ideas.
El reflejo del Nous, que es el alma, se diferencia en sí misma entre
el alma del mundo, que lo anima y
vivifica, y las almas particulares,
que tienen una posición intermedia entre el Nous
y los cuerpos que informan. La última manifestación del Ser es la materia, el mundo sensible, lo
indeterminado, casi un no-ser.
Para Plotino el alma de los individuos
recae una serie de veces en la materia, de la cual debe liberarse. Es la
trasmigración de las almas o metempsícosis,
siendo la forma de lograr dicha liberación el éxtasis o estar fuera de sí,
que permite fundirse con el Uno y transformarse en el Uno mismo.
La belleza es la apariencia más visible de
las ideas o manifestación del mundo suprasensible, postura que pone de bulto la
influencia de Platón. Nada grotesco es agradable a la Gran Obra del Gran
Arquitecto del Universo. El Uno es el foco de luz única que en la medida que
emana a través de una serie de grados, se va debilitando hasta llegar a ser
penumbras en el mundo material, manifestado, sensible. Simbólicamente es el
trayecto del Sol de Oriente hacia el Occidente, donde se pierde en las sombras
que se transforman en oscuridad. Para Plotino el hombre está ubicado entre los
dioses y los animales y depende de él hacia donde se incline y, a diferencia de
éstos, el ser humano tiene una referencia que le permite elevarse hacia lo más
alto.
Sobre Dios nos dice Plotino que “no
tiene forma, ni aun inteligible; puesto que la naturaleza del Uno en cuanto
engendra todas las cosas, no es ninguna de ellas. No es ninguna cosa
determinada: ni cualidad, ni cantidad, ni entendimiento, ni alma, ni móvil, ni
inmóvil, ni en un lugar, ni en el tiempo; sino que existe en sí mismo uniforme,
más aún informe; anterior a toda forma, movimiento o reposo”. Visto lo dicho, de
Dios se puede decir lo que no es, no lo que es; por lo tanto, se habla de Él
solamente por analogía con las cosas que son inferiores al Creador.
De lo anterior se desprende que la
Creación es un acto que no implica cambio en la esencia divina, ya que Dios
permanece inmóvil en el centro de la misma y se manifiesta en un proceso de
emanación, semejante al fenómeno en que la luz se difunde en torno al cuerpo
luminoso y como la luz al distanciarse de su fuente o el calor en un proceso
idéntico, son energías que entran en un proceso de degradación. Lo que emana
del Uno es inferior al Uno, como la luz es menos luminosa que la fuente de
donde nace. Los seres que emanan de Dios no pueden, por ende, tener la perfección
ni sus particulares que lo distinguen, ni su unidad, sino que, a medida que se
aleja del Uno, crece en multiplicidad e imperfección.
Es de interés para nuestro quinto viaje,
que Plotino considera que la primera emanación es el Intelecto, que es la imagen más próxima a Él. La primera
multiplicidad la tenemos en el Intelecto: el sujeto que piensa y el objeto
pensado, son dos relaciones. Este Intelecto es la sede de las ideas platónicas,
el Demiurgo del que habla Platón en su libro el Timeo.
Del Intelecto emana el Alma del Mundo, que es Verbo y Acto del
Intelecto, como el Intelecto es del Uno. Ya en el Alma hay una triple relación,
por un lado mira al Intelecto del cual procede, y así piensa; se mira a sí
misma y se conserva; y tercero, mira lo que hay después de ella y lo ordena, lo
gobierna y lo dirige. El Alma del Mundo tiene una parte superior que se dirige
al Intelecto y una parte inferior que se dirige al cuerpo, con la que gobierna
el universo material.
Esta triada señalada en los párrafos anteriores,
constituyen el mundo inteligible. La
para la formación del mundo sensible se requiere de la acción del Alma del
Mundo y de otro principio del que deriven las imperfecciones, la multiplicidad
y el mal. Este principio es la materia,
concebida como privación de realidad
y de bien. La materia está en el extremo inferior de la gradación en cuya cima
esta el Uno o Dios. Plotino la identifica con la oscuridad, el lugar donde ya
no alcanza la luz, por lo que la equipara con el no-ser y mal.
El Alma del Mundo entra en la materia
vivificándola, pero permanece en sí misma como única e indivisible. Por medio
del Alma universal todas las cosas del Mundo se unen y por ende tiene un orden
y una belleza perfecta. Este orden se encuentra mirando al todo incluyendo las
individualidades, aun las aparentemente imperfectas o malas. El vicio tiene una
función útil al todo, como ejemplo de la fuerza de la ley y acaba por producir
útiles consecuencias: “Algunos de estos males –nos dice Plotino-, como por
ejemplo la pobreza y la enfermedad, redundan en provecho de los que los sufren.
Y, sin duda, el mismo vicio es causa de algo útil en el conjunto del universo;
no sólo su castigo se nos presenta como ejemplar, sino que nos procura muchas
otras cosas. El vicio, por ejemplo, hace que permanezcamos vigilantes,
despierta nuestra inteligencia y nuestra propia intimidad en su oposición a los
caminos del mal y nos descubre lo que es la virtud, por comparación con los
males que sufren los malos.”
De lo anterior se desprende que el fin
último del hombre es el retorno a
Dios. El ser humano es cuerpo viviente, pero esencialmente es alma, porque ésta
está pura de cualquier elemento sensible, el que es capaz de tener las virtudes
intelectuales, que tienen su asiento en el alma, aunque unida al cuerpo,
separada y separable. Volvemos al concepto platónico: el ser humano es alma y
el cuerpo es su cárcel y tumba.
El primer deber es quitarse de las
ataduras del cuerpo, cavar calabozos a los vicios, y levantar templo a la
virtud. Las virtudes son la vía de purificación del alma. Con la inteligencia y
la sabiduría, el alma obra por sí sola, sin ayuda de los sentidos corporales
que la pueden conducir al engaño; con la templanza se libera de las pasiones; con
el valor, no teme separarse del cuerpo; con la justicia, se somete a la razón y
el entendimiento. Nos dice Plotino: “Hay dos grados de asemejamiento del alma a
Dios: por las virtudes cívicas, que, siendo medidas, hacen al alma semejante a
la Medida transcendente, y por las virtudes superiores, que, siendo
purificaciones, la hacen semejante a Dios en pureza”. La purificación es la primera condición del retorno del alma a Dios:
“La purificación tiene por objeto desvincular afectivamente al alma, incluso a
la inferior, de las cosas del cuerpo evitando toda clase de faltas, a ser
posible aun las indeliberadas: evitando las deliberadas, el alma deviene mezcla
de dios y demon; evitando aun las indeliberadas, deviene dios y recobra su
prístino yo.” Este retorno a Dios, nos enseña Plotino, se confirma, además, por
tres caminos: por la música, el amor a la belleza y la filosofía. A través de la música debe el
hombre empinarse en tratar de llegar hasta aquella armonía inteligible que es
la belleza, recordemos a Pitágoras. Por el amor llegamos gradualmente, según el
proceso descrito por Platón en su libro el Fedro,
desde la contemplación de la belleza corpórea a la incorpórea, la cual es un
reflejo sublime del Bien, o sea, de Dios. La belleza de las cosas cercanas al
Gran Geómetra, al Gran Creador es inenarrable. Buscando una comparación
mundana, la belleza del bloque de mármol es superada por la estatua y ésta, por
el ser humano en su forma ideal. La filosofía es el camino para avanzar hacia
la fuente misma de la belleza, que es el Bien, es el Uno, Dios. Según Plotino,
a Dios no se puede llegar a través de la inteligencia, por estar condicionada
por el dualismo del sujeto que piensa y de la cosa pensada, mientras que Dios
es unidad absoluta. En Dios no hay dualidad y el fin del alma es unirse
totalmente con Dios, con un éxtasis de amor, no una visión, es entrega total
que sólo la puede alcanzar el filósofo raras veces. Su discípulo Porfirio
testifica que su maestro llegó al éxtasis solo en cuatro ocasiones.
Con Plotino se vuelve a la idea del cosmos como algo orgánicamente
estructurado, como un cuerpo universal dotado de un alma universal. Nuestro
mundo es, de acuerdo Plotino con Platón, el reflejo imperfecto del mundo
inteligible perfecto: “No ha de admitirse – afirma Plotino-, con todo, que este
mundo encierra una producción mala por el hecho de que hay en él muchas cosas
que nos desagradan. Porque le concedemos una dignidad mayor si creemos que es
idéntico al mundo inteligible, y no le estimamos, como en realidad es, una
imagen de él. ¿Y acaso sería posible una representación más bella? Porque, ¿qué
otro fuego que el de aquí podría ofrecernos una imagen mejor del fuego
inteligible? ¿Hay, además de la tierra inteligible, otra tierra que supere a la
nuestra? ¿Y existe otra esfera más perfecta o más ordenada en su movimiento que
toda la extensión del universo inteligible? ¿Se concebiría, además del sol
inteligible, otro sol que supere al sol visible?”
Este pensamiento de Plotino entusiasma a
muchos pensadores a través de la historia y encontraremos en el renacimiento un
resurgir en creadores como Goethe, quien se entrega con entusiasmo a su
conocimiento. En la metafísica de Schelling (1775-1854), ya lejos del
Renacimiento, renacen los pensamientos de Plotino.
Un sucesor de Plotino, discípulo de
Porfirio, Jámbico de Calcídica, lleva el neoplatonismo más cerca a las fuentes
orientales que sus antecesores. Jámbico subdivide las emanaciones plotìnicas
creando tantas como dioses existentes en la religión popular. Deja de ser un
filósofo para ser un teólogo. Plantea la teúrgia,
como la virtud mágica de los ritos y ceremonias. La divinidad no obra por
nuestros pensamientos porque lo imperfecto no puede arrastrar a lo perfecto. Obra
si, por los símbolos y las formulas que ella misma sugiere a los hombres. Es el
paso del neoplatonismo filosófico a una teología mítica que se confunde y hasta
justifica, supersticiones paganas. Al momento en que el emperador Juliano,
reconocido como el Apóstata, intenta dar nueva vida al paganismo, recurre a la
filosofía de Jámbico como argumento.
Esto trae funestas consecuencias
desatándose guerra religiosas que luego se multiplicarían por muchos motivos.
Hipacia, quien sostiene la escuela platónica de Alejandría, cae muerta en el
año 415, víctima del fanatismo de la turba cristiana, promovida contra ella por
el obispo Cirilo.
Para finalizar con esta escuela de tanto
interés para los estudios masónicos, repasaremos algo de Proclo (420-485)
filosofo natural de Constantinopla, intenta sistematizar el neoplatonismo y de
allí su importancia.
Proclo enfoca su categorización en el
principio tríadico del neoplatonismo. La semejanza existente entre las cosas
que surgen en la emanación, con aquello de lo cual proceden. Un ser que produce
a otro permanece inmutable, pero su producto se le asemeja, ojo, no dice que es
idéntico. Es semejante y diverso, ya que permanece y procede al mismo tiempo y
no hace ninguna de las dos cosas sin la otra. Lo importante de esta explicación
es la conclusión: cualquier cosa que procede por naturaleza de un ser, vuelve a
él. Y vuelve a él porque aspira a la propia causa, que es su bien; y todo ser
desea el bien. Proclo sistematiza el proceso de emanación en tres etapas: la
primera, el permanecer inmutable de
la cusa en sí misma; segundo, el proceder
de ella por parte del ser derivado que por su semejanza con ella queda a ella
adherido y a la vez se aleja de la misma; y tercero, el retorno o conversión del ser derivado a su causa originaria. En
Proclo la emanación alcanza una consideración dialéctica entre la causa y la
cosa producida, por la cual ellas, al mismo tiempo, se enlazan, se separan y
vuelven a unirse en un proceso circular, en el cual el principio y el fin
coinciden, que Plotino trata de explicar metafóricamente con las sensaciones de
luz y calor.
Proclo acompaña a Plotino en considerar
el Uno como incognoscible e inefable. Del Uno parten una serie de Enadas que son también Divinidades. El
Intelecto lo divide Proclo en tres tiempos: lo inteligible, o el objeto del
Intelecto, que es el Ser; lo
inteligible-intelectual, que es la vida;
lo intelectual, el intelecto como sujeto, que es el intelecto. Proclo divide el ser y la vida en varios momentos
haciéndolos coincidir con divinidades populares. El Alma la divide en tres especies: la divina, la demoniaca, y
la humana; tanto la divina como la
demoniaca la subdivide haciéndolas coincidir con dioses o seres propios de la
superstición popular.
El mundo es gobernado por el Alma
divina. El mal es producto de los grados medios y bajos de la escala del mundo
y de la deficiencia en la adaptación del bien divino, nunca es originado por el
Alma divina.
Proclo asume las características que le
asignan al alma tanto Platón como Aristóteles, pero le agrega una muy
importante: admite en ella una facultad superior a todas, el Uno en el alma, que corresponde al Uno
en el Mundo y es la facultad apta para conocerlo. La elevación moral del alma
termina en la unión extática con el Uno.
Los últimos grados de elevación son el amor,
la verdad y la fe. El amor nos lleva a la visión de la belleza divina; la verdad
hasta la sabiduría divina y el conocimiento perfecto de la realidad; pero es la
fe la que nos lleva más allá de todo conocimiento y de todo devenir, al reposo
y a la unión mística con lo que es incognoscible. (Abbagnano. Historia de la Filosofía. Tomo
I)
Bibliografía
Abbagnano,
Nicolás. Historia de la Filosofía. Tomo I. Montaner y Simons, S.A.
Barcelona, España. 1964.
Albornoz,
Hernán. Diccionario de Filosofía. Vadel Hernmanos, editores.
Valencia. Veneziuela. 1990.
Kranz,
Walther. Filosofía Griega. Tomo III. Unión
Tipográfica Hispanoamericana. UTEHA.
México 1964.
Martinez Echeverri, Leonor y Hugo. Diccionario de Filosofía. Editorial Panamericana. Bogotà. Colombia.
1997
Plotino.
Eneadas. Editorial
Planeta-DeAgostini, S.A. (1996)
Wikipedia.
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