La
filosofía naturalista del renacimiento desemboca en la ciencia. Se presenta
como un delta donde las investigaciones naturalistas de los últimos
escolásticos; el aristotelismo renacentista, que desarrolla el concepto de orden
necesario de la naturaleza; la doctrina de Telesio, quien afirma la perfecta
autonomía de la naturaleza; fluyen en un inmenso mar que integra la nueva
ciencia que parte de la idea de la reducción de la naturaleza a la pura
objetividad mensurable, en la cual la complejidad de las cosas o formas
constituidas esencialmente por determinaciones cuantitativas están sujetas a
leyes matemáticas. Se libera de la teología que no le dejaba progresar; se
deslastra de los supuestos metafísicos del aristotelismo y se independiza de
las ataduras mágico animistas en que se funda la filosofía natural de Telesio.
Desde
los tiempos de Platón y Aristóteles se viene abriendo paso la ciencia. N la
concepción aristotélica, partiendo de la base platónica, es conocimiento
demostrativo que permite conocer la causa de un objeto, o se, conocer porque no
puede ser diferente de lo que es. Euclides (siglo III a.C.), se fija el
propósito de realizar la matemática como ciencia deductiva, sin contar con la
experiencia y la inducción. Duns Escoto da un paso en el camino de liberar a la
ciencia del dominio de la fe, es decir, en la ciencia se admite lo que pueda
ser verdaderamente demostrado. Es en tiempo de Leonardo da Vinci, Galileo,
Descarte, Spinoza entre otros, que desarrollan, sobre la base de la idea de la
matemática y la geometría como ciencia perfecta, el termino de sistema.
Ya
a esta altura de la evolución de la disciplina, Leonardo es un pionero que le
da a la ciencia de la naturaleza, una dirección de la que no volverá en los
tiempos por venir.
Leonardo da Vinci
Para
Leonardo la ciencia como el arte tienen un único fin: el conocimiento de la
naturaleza. Son dos los pilares sobre los cuales descansa todo conocimiento
verdadero de la naturaleza: la experiencia sensible y el cálculo matemático. El
arte busca la proporción que presupone el estudio de las cosas, mediante la
experiencia sensible, para encontrar la belleza de la armonía que la ciencia
expresa en las leyes matemáticas. En la naturaleza busca Leonardo el orden
mensurable, que es proporción evidente que se resume en el número que es al
mismo tiempo, belleza.
“La
sabiduría es hija de la experiencia” nos dice Leonardo y con esta sentencia
desecha cualquier especulación que no sea sostenida por la experiencia y
advierte que quien pida a la experiencia lo que está más allá de sus límites,
es un ignorante. Para evitar el error, se debe reducir cualquier juicio al cálculo
matemático y sobre esta única base, comprender y demostrar las razones de las
cosas en la experiencia manifiesta. Leonardo considera a las “ciencia
sofisticas” como fuente de enseñanza para vociferar eternamente, mientras que
las matemáticas son el fundamento de toda certeza. Leonardo hace suyo el lema
de Platón el cual estaba burilado en el atrio de la Academia: “nadie entre aquí
si no conoce geometría”; Leonardo dice: “no me lea, quien no sea matemático, en
mis principios”.
La
naturaleza se identifica con la necesidad de su ordenación matemática; una
necesidad que determina el orden mensurable de la misma y se expresa por la
relación causal entre los fenómenos. Necesidad que excluye cualquier fuerza
metafísica o mágica. Que prescinda de la experiencia o que quiera someterla a
principios que le son extraños. Entender la “razón” de la naturaleza significa
entender la “proporción” que se encuentra no solamente en los números y en las
medidas, sino también en los sonidos, los pesos, en los tiempos, en los
espacios y en cualquier expresión natural, que se identifica con el
razonamiento matemático. De este razonamiento matemático, Leonardo deriva la
mecánica y señala quizás por primera vez sus principios. Fluyen de su
investigación la ley de la inercia, el principio de la reciprocidad de la
acción y de la reacción, el teorema del paralelogramo de las fuerzas, el de la
velocidad, entre otros, que le son de gran utilidad a Galileo y quien le da
forma definitiva.
Leonardo
es un investigador incansable. Sus manuscritos denuncian su exploración en
campos como la anatomía, la mecánica, la paleontología entre otros muchos;
escritos que atestiguan su afán de estudiar la naturaleza, no con el fin de
escuadrarla en formulas teológicas, metafísicas o mágicas, como venía
ocurriendo con muchos autores, sino con el propósito de reducirla a formulas
matemáticas y a la objetividad empírica.
Copérnico
Copérnico
nace en la actual Polonia el año de 1473 y fallece el año de 1543. Recibe el
título de doctor en Derecho Eclesiástico en 1503.
Durante
toda la Edad Media privo la tesis geocentrista, basada en las ideas
aristotélicas ptolemaicas, las cuales colocan a la Tierra como centro del
cosmos. Copérnico estudia antiguos pensadores griegos que refutan dicha tesis y
demuestra que la dificultad que se tenía para explicar el movimiento aparente
de los astros se resuelve aceptando que la Tierra gira sobre sí misma, en vez
de considerarla un centro inmóvil en el concierto celeste. Copérnico reconoce
tres movimientos de la Tierra: el diurno, alrededor de su propio eje; el anual,
alrededor del Sol y el anual del eje terrestre respecto al plano de la
elíptica.
Copérnico
no llega a ver publicado su libro, lo cual ocurre poco después de su muerte. No
son pocas las críticas, entre otras la de Lutero, quien le llama “tonto”. La
Iglesia católica coloca el libro en el Índice de lecturas prohibidas para los
católicos y los matemáticos y físicos que aceptaron sus ideas, son perseguidos
y hasta quemados vivos, como ocurre con Giordano Bruno.
Johannes Keppler
Keppler
es un astrónomo alemán que revoluciona la ciencia al formular tres leyes que
fueron las primeras que se plantearon en sentido estrictamente científico,
rompiendo la tradición del movimiento circular como el único perfecto y
planteando, por vez primera, el carácter físico de las fuerzas en contra del
tradicional carácter anímico. Su defensa del sistema copernicano significa la
ruptura definitiva con la concepción platónica y abre las puertas a la física
de Newton.
Keppler
nace el 27 de diciembre de 1571 y muere el 15 de noviembre de 1630. Su vida
transcurre en un constante luchar con los protestantes y católicos, al punto
que a su madre intentaron quemarla en la hoguera acusada de brujería.
Para
Keppler la materia está sujeta a un orden geométrico y exalta la belleza, la
perfección y la divinidad del universo, en el cual ve la imagen de la trinidad
divina. Considera que el Sol se encuentra en el centro del mundo, imagen del
Dios Padre, del cual se deriva toda luz, todo calor y vida. La disposición de
los planetas alrededor del Sol obedece a una ley precisa de armonía geométrica.
Los cinco planetas constituyen un poliedro regular y se mueven según esferas
circunscritas al poliedro delineado por su posición respectiva. En sus
comienzos, atribuye el movimiento de los planetas a un alma motriz de ellos
mismos o al alma motriz del Sol, buscando en la filosofía neopitagórica y
neoplatónica una respuesta a sus investigaciones, respuesta que desecha para
concluir que en lugar de existir inteligencias motrices, lo que existe son
fuerzas puramente físicas; y mantiene firme el principio de que la objetividad
del mundo consiste en la proporción matemática implícita en todas las cosas. Cabalgando
sobre este principio, que animó la investigación de Leonardo da Vinci, llega al
descubrimiento más importante de su vida: las leyes de los movimientos de los
planetas.
Keppler
no solamente perfecciona el sistema copernicano, sino que registra
definitivamente el valor del procedimiento que reconoce en la proporción
matemática la verdadera objetividad natural.
Galileo Galilei
El
15 de febrero de 1564 nace en Pisa, Italia, Galileo Galilei. Fue un hombre de
ciencia y da basamento firme a los avances de sus predecesores: Leonado,
Copérnico y Keppler, entre otros. En 1583, la oscilación de una lámpara en la
catedral de Pisa, le motiva a la investigación que le conduce a comprobar la
ley del isocronismo de las oscilaciones del péndulo. Galilei es considerado el
introductor del método experimental en las ciencias. Además de descubrir la ley
del péndulo, estudia las bases de la dinámica moderna, los satélites de
Júpiter, los montes de la Luna, la composición de la Vía Láctea; inventa el
termómetro, la balanza hidrostática, diseña y construye el primer telescopio
registrado; enuncia el principio de la inercia y el centro de gravedad de los
sólidos; defiende el sistema heliocéntrico expuesto por Copérnico, lo que le
acarrea consecuencias impredecibles por el enfrentamiento con el Santo Oficio o
Inquisición.
Galileo
elimina toda posibilidad finalista o antropomórfica del mundo natural y reduce
a la naturaleza a una objetividad medible, lo que lleva a la filosofía de la
experiencia o dicho de otra forma, a la ciencia moderna a su madurez.
La
investigación natural no puede estar sujeta a cualquier preocupación finalista
o antropológica, ya que las obras de la naturaleza no pueden ser juzgadas con
una medida exclusivamente humana, sobre la base de lo que el ser humano pueda
entender o a lo que le resulte útil. Nuestros pareceres o designios no afectan
a la naturaleza, ni tienen para ella valor nuestras razones probables, así que
cualquier anticipación respecto a la naturaleza resulta imposible. Visto el avance de la ciencia en nuestro siglo
XXI, esta afirmación en sujeto de discusión, que no es el objeto de este texto.
Galileo
enfrenta a quienes basan sus conjeturas sobre el mundo natural en escritos que
muchas veces se escriben con otros propósitos y pretenden responder con ellos a
observaciones y experiencias directas. Considera que estos no pueden llamarse
filósofos. Igual denuncia que no pueden sacrificarse las enseñanzas directas de
la naturaleza a las afirmaciones de los textos sagrados; las Sagradas
Escrituras y la naturaleza, ambas provienen del Verbo Divino, la primera
dictada por el espíritu Santo, la naturaleza es un mandato de Dios. Las
Sagradas Escrituras debe adaptarse al limitado entendimiento de los hombres a
quienes se dirige –véase aquí la aplicación de la escuadra y el compas sobre el
V.·.L.·.S.·. en el Ara-, mientras que la naturaleza es inexorable e inmutable y
jamás traspasa los límites de las leyes que le han sido impuesta, sin
importarle si el hombre las comprende.
Cuando
observamos roto un bastón sumergido en agua, el error no es del ojo, que
ciertamente recibe la imagen rota y refractada, sino del razonamiento de la
persona que no conoce las leyes físicas que hacen que un objeto se refracta al
pasar de un medio transparente a otro. El razonamiento sirve para extender la
experiencia sensible y suplirla donde no alcanza, pero no puede sustituirla. Tampoco
la lógica puede sustituir la experiencia, ya que su objeto es conocer si las
demostraciones ya hechas y halladas proceden de modo concluyente.
La
experiencia es fundamento y limite del conocimiento humano. Le es imposible
alcanzar la esencia de las cosas. La experiencia se atiene a los elementos
permanentes y verdaderamente objetivos y elimina los subjetivos. Por ello son
cualidades propias e inseparables de los cuerpos materiales la cantidad, la
figura, la magnitud, el lugar, el tiempo, el movimiento, el reposo, el
contacto, la distancia y el número; estas cualidades sensibles son
determinaciones cuantitativas; mientras las que son puramente subjetivas como
los sabores, olores, colores y sonidos subsisten solamente en los órganos
sensibles, pero no son caracteres objetivos de los cuerpos, aunque sean
producidos por éstos.
De
allí que Galileo, avanzando en lo ya propuesto por Nicolás de Cusa, Leonardo da
Vinci y otros predecesores, apunta hacia la estructura matemática de la
realidad objetiva. Sostiene que la naturaleza está escrita en términos
matemáticos y sus caracteres son triángulos, círculos y otras figuras
geométricas. Para adentrarse en su
estudio se debe aprender, previamente, el lenguaje de las matemáticas y la
geometría. En la estructura matemática del universo se funda su orden
necesario, que es único y que siempre ha sido y será así. La ciencia para
estudiar este orden debe fundarse en un sistema exacto de medida, por lo que
las generalidades como “cercano”, “grande”, “pequeño”, entre otras, no
significan nada ya que entra en lo relativo de lo que es grande o lejano para
los actores. Se hace ciencia solamente cuando se introduce una unidad de medida
y se determinan con relación a esta unidad todas las relaciones cuantitativas.
Con
respecto a la naturaleza no hay posibilidad de anticipación. Aquí no hay espacio
para la magia o la adivinación ya que nuestros pareceres o nuestros designios
no la afectan, ni tienen para la naturaleza valor nuestras razones probables.
Galileo muere el 8 de enero de 1648, tras años de juicio escapando de la
“justicia” oscurantista de la Inquisición. Para ese año Baruch Spinoza contaba
con 16 años. Espinosa será un hombre del siglo XVII, de inicios de la
Ilustración, y planteará que para el filósofo existe una coincidencia entre la
Naturaleza y Dios; que “las leyes universales de la Naturaleza son únicamente
decretos de Dios, que nacen de la necesidad y perfección de la Naturaleza en
Dios”. De lo anterior se deduce, claramente, que no puede existir una
suspensión de las leyes de la Naturaleza o una corrección de las mismas, ya que
significaría que Dios no hubiese sabido créalas ordenadas y perfectas, para
hacerlas servir a sus designios. De esta manera magistral, Spinoza destierra de
la filosofía cualquier atisbo de misticismo, magia o superchería que enloda
incluso las vertientes esotéricas, cabalísticas y otras expresiones de la
filosofía perenne.
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