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miércoles, 19 de abril de 2017

Descarte: el método basado en la experiencia de los geómetras




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Descarte (1596-1650) es considerado el padre del racionalismo y fundador de la geometría analítica. Educado en un colegio jesuita, se alista en el ejército Bávaro en 1618, durante el conflicto conocido como la Guerra de los Treinta años. Por su condición de noble, puede viajar por Europa y se dedica al estudio de las matemáticas y la física. El 10 de noviembre de 1619 Descarte siente una gran inspiración que será la base de su descubrimiento filosófico fundamental y que plasmaría en su obra el Discurso del método, que publicaría el año de 1637. Tras su inspiración Descarte, devoto, fue en peregrinación al santuario de Loreto.
Vive en Holanda, que para la época es el país de la libertad y la tolerancia filosófica y religiosa. Allí inicia su trabajo sobre metafísica en el cual acepta la tesis de Copérnico, pero al enterarse la condena de Galileo (22 de junio del 1633), renuncia a la publicación del mismo para evitar confrontación con la Iglesia. Publica tres ensayos en 1637: La dióptrica, los meteoros y Geometría; teniendo como texto introductorio el Discurso del método.

El centro de toda la especulación cartesiana es el hombre. Al concluir sus estudios con los jesuitas, observa que no tiene criterio seguro para ubicar lo verdadero de lo falso y que todo el conocimiento adquirido de poco le sirve para la vida. En 1619 tiene su gran inspiración que le guiará en toda su existencia como pensador: el principio de la unidad de la razón, que es, además, la unidad sustancial de los hombres en la razón. La razón, que constituye la sustancia de la subjetividad humana, es al mismo tiempo la guía de las opiniones de los hombres, ya que la opinión se origina en la forma de guiar a la razón y de la diversidad de objetos a los cuales se aplica. La unidad del saber humano se funda en la unidad de la razón. La sabiduría humana, a la cual todas las ciencias se dominan, es la llamada por Descarte la bona mens, y es, al mismo tiempo, la prudencia por lo cual el ser humano se orienta en la vida y la razón por la cual distingue lo verdadero de lo falso.
Descarte busca una filosofía “no puramente especulativa, sino también práctica, por la cual el hombre pueda convertirse en dueño y poseedor de la naturaleza.”
Para ello desarrolla un método basado en la experiencia de los geómetras. Pasa a imaginar que así como aquellos logran difíciles demostraciones, las cosas que el hombre puede tener conocimiento puede conseguirlo con tal de abstenerse de aceptar como verdadera una unidad respetando el orden necesario para deducir una cosa de otra y, por ende, no habrá cosa tan lejana a la que al fin no se pueda llegar, ni nada tan oculto que no se pueda descubrir.
El gran reto para Descarte es abstraer el método matemático de las matemáticas y darle una formulación general con el fin de poderlo aplicar a todas las ramas del saber. Para ello hay que probar el valor universal del método, así que es necesario justificar el método mismo y la posibilidad de su aplicación universal y para llegar a su fundamento último, debe llegar a la subjetividad del hombre como pensamiento o razón.
Descarte demuestra tal dedicación en la tarea impuesta, que estudia cada destalle y analiza infinidades de posibilidades. Desarrolla varias reglas, la primera de ellas, la evidencia, contraponiéndola a la conjetura, definiendo la intuición, aclarando que es un concepto de la mente pura y atenta, tan fácil y distinto que no queda duda ninguna sobre lo que pensamos; o sea, es un concepto no dudoso de la mente pura y atenta que nace de la sola luz de la razón y es más cierto que la misma deducción. Si quien utiliza el método cartesiano no tiene claro esta definición de intuición, difícilmente alcanza los resultados buscados. Así como define la intuición, hace lo mismo con la claridad y la distinción. Desarrolla la segunda regla de su método la cual es el análisis; la tercera que es la síntesis, en la cual supone el procedimiento ordenado que es propio de la geometría, entrando a desmenuzar el orden deductivo. La cuarta regla es la enumeración, por medio de la cual comprueba el análisis y mediante la revisión comprueba la síntesis.
Estas reglas, que nos es el objeto de este trazado explicarlas, no tienen en sí mismas su justificación. El hecho de que el método sea útil a las matemáticas no constituyen comprobación  de su validez universal, así que para demostrar su validez, Descarte debe llevar el método a una investigación que lo justifique y esta no puede ser otra, para que sea su validez absoluta y universal, que inquirir en el principio único y simple de toda ciencia y de todo arte: la subjetividad racional o pensante del hombre.
Para lograr lo precitado en el párrafo anterior, es menester una crítica radical de todo saber: hay que dudar de todo y considerar provisionalmente como falso todo aquello sobre lo cual es posible la duda. Si logra pasar la prueba, si alcanza un principio sobre el cual la duda no es posible, este principio debe ser juzgado como firme, sólido, y como tal puede servir de fundamento a todos los demás conocimientos.
La duda cartesiana difiere de la de los escépticos tanto en cuanto que la utilización de la suspensión del juicio o epojé, Descarte la reduce al mundo de la conciencia, a un mundo de puras ideas o esencias y si allí se encuentra una idea o esencia que sea la revelación inmediata de una existencia, entonces tendrá éxito: tal es el caso del yo.  
Ningún conocimiento se sustrae a la duda. Se debe dudar del conocimiento sensible porque los sentidos a veces nos engañan. Hay conocimientos verdaderos, como los matemáticos, aunque su certeza puede ser ilusoria, por lo que no se substraen de la duda. Poco conocemos de nosotros mismos y de nuestro origen, lo cual hace extensible a toda nuestra duda, haciéndose universal.
Pero la anterior regla tiene una excepción: para dudar de todo, incluso de mi mismo ya que puedo ser engañado por mis sentidos, es menester que yo que pienso sea algo y no nada. De allí parte la proposición “pienso, luego existo”, que es la única absolutamente verdadera porque la misma duda la confirma. Así que la aseveración “yo existo” es verdadera siempre que la conciba en mi espíritu.
Esto no resuelve el problema ya que existo en cuanto ser que duda, es decir, que piensa. No significa que las cosas pensadas sea reales, lo único real es mi pensamiento, lo que es lo mismo, espíritu, entendimiento, razón. Puede ser que un trozo de madera que percibo no exista, ahora, pero es imposible que no exista yo que creo percibir un trozo de madera. Sobre la certeza originaria, que al mismo tiempo es una verdad necesaria, debe fundarse cualquier otro conocimiento.
De lo anterior parte la aplicación de las reglas del método de Descarte genera un intenso y rico debate filosófico enmarcado en el campo de la metafísica.



Bibliografía
Abbagnano, Nicolás. Historia de la Filosofía. Tomos I, II, III. Montaner y Simons, S.A. Barcelona, España. 1964.
Albornoz, Hernán. Diccionario de Filosofía. Vadel Hernmanos, editores. Valencia. Venezuela. 1990.
Audi, Robert (Editor). Diccionario Akal de Filosofía. Ediciones Akal. Madrid. 2004
Daza, Juan Carlos. Diccionario Akal de Masonería. Ediciones Akal. Madrid. 1997
Martínez Echeverri, Leonor y Hugo. Diccionario de Filosofía. Editorial Panamericana. Bogotá. Colombia. 1997.
Schilling, Kurt. Desde el Renacimiento hasta Kant. 1ra  edición en español. UTEHA. México 1965.





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