Descarte (1596-1650) es considerado el
padre del racionalismo y fundador de la geometría analítica. Educado en un
colegio jesuita, se alista en el ejército Bávaro en 1618, durante el conflicto conocido
como la Guerra de los Treinta años. Por su condición de noble, puede viajar por
Europa y se dedica al estudio de las matemáticas y la física. El 10 de
noviembre de 1619 Descarte siente una gran inspiración que será la base de su
descubrimiento filosófico fundamental y que plasmaría en su obra el Discurso del método, que publicaría el
año de 1637. Tras su inspiración Descarte, devoto, fue en peregrinación al
santuario de Loreto.
Vive en Holanda, que para la época es el
país de la libertad y la tolerancia filosófica y religiosa. Allí inicia su
trabajo sobre metafísica en el cual acepta la tesis de Copérnico, pero al
enterarse la condena de Galileo (22 de junio del 1633), renuncia a la
publicación del mismo para evitar confrontación con la Iglesia. Publica tres
ensayos en 1637: La dióptrica, los
meteoros y Geometría; teniendo
como texto introductorio el Discurso del
método.
El centro de toda la especulación
cartesiana es el hombre. Al concluir sus estudios con los jesuitas, observa que
no tiene criterio seguro para ubicar lo verdadero de lo falso y que todo el
conocimiento adquirido de poco le sirve para la vida. En 1619 tiene su gran
inspiración que le guiará en toda su existencia como pensador: el principio de la unidad de la razón, que
es, además, la unidad sustancial de los
hombres en la razón. La razón, que constituye la sustancia de la
subjetividad humana, es al mismo tiempo la guía de las opiniones de los hombres,
ya que la opinión se origina en la forma de guiar a la razón y de la diversidad
de objetos a los cuales se aplica. La unidad del saber humano se funda en la
unidad de la razón. La sabiduría humana, a la cual todas las ciencias se
dominan, es la llamada por Descarte la bona mens, y es, al mismo tiempo, la prudencia por lo cual el ser humano se
orienta en la vida y la razón por la cual distingue lo verdadero de lo falso.
Descarte busca una filosofía “no
puramente especulativa, sino también práctica, por la cual el hombre pueda
convertirse en dueño y poseedor de la naturaleza.”
Para ello desarrolla un método basado en
la experiencia de los geómetras. Pasa a imaginar que así como aquellos logran
difíciles demostraciones, las cosas que el hombre puede tener conocimiento
puede conseguirlo con tal de abstenerse de aceptar como verdadera una unidad
respetando el orden necesario para deducir una cosa de otra y, por ende, no
habrá cosa tan lejana a la que al fin no se pueda llegar, ni nada tan oculto
que no se pueda descubrir.
El gran reto para Descarte es abstraer
el método matemático de las matemáticas y darle una formulación general con el
fin de poderlo aplicar a todas las ramas del saber. Para ello hay que probar el
valor universal del método, así que es necesario justificar el método mismo y
la posibilidad de su aplicación universal y para llegar a su fundamento último,
debe llegar a la subjetividad del hombre como pensamiento o razón.
Descarte demuestra tal dedicación en la
tarea impuesta, que estudia cada destalle y analiza infinidades de
posibilidades. Desarrolla varias reglas, la primera de ellas, la evidencia, contraponiéndola a la
conjetura, definiendo la intuición, aclarando que es un concepto de la mente
pura y atenta, tan fácil y distinto que no queda duda ninguna sobre lo que
pensamos; o sea, es un concepto no dudoso de la mente pura y atenta que nace de
la sola luz de la razón y es más cierto que la misma deducción. Si quien
utiliza el método cartesiano no tiene claro esta definición de intuición,
difícilmente alcanza los resultados buscados. Así como define la intuición,
hace lo mismo con la claridad y la distinción. Desarrolla la segunda regla de
su método la cual es el análisis; la
tercera que es la síntesis, en la
cual supone el procedimiento ordenado que es propio de la geometría, entrando a
desmenuzar el orden deductivo. La cuarta regla es la enumeración, por medio de la cual comprueba el análisis y
mediante la revisión comprueba la síntesis.
Estas reglas, que nos es el objeto de
este trazado explicarlas, no tienen en sí mismas su justificación. El hecho de
que el método sea útil a las matemáticas no constituyen comprobación de su validez universal, así que para
demostrar su validez, Descarte debe llevar el método a una investigación que lo
justifique y esta no puede ser otra, para que sea su validez absoluta y
universal, que inquirir en el principio
único y simple de toda ciencia y de todo arte: la subjetividad racional o
pensante del hombre.
Para lograr lo precitado en el párrafo
anterior, es menester una crítica radical de todo saber: hay que dudar de todo
y considerar provisionalmente como falso todo aquello sobre lo cual es posible
la duda. Si logra pasar la prueba, si alcanza un principio sobre el cual la
duda no es posible, este principio debe ser juzgado como firme, sólido, y como
tal puede servir de fundamento a todos los demás conocimientos.
La duda
cartesiana difiere de la de los escépticos
tanto en cuanto que la utilización de la suspensión del juicio o epojé, Descarte
la reduce al mundo de la conciencia, a un mundo de puras ideas o esencias y si allí
se encuentra una idea o esencia que sea la revelación inmediata de una
existencia, entonces tendrá éxito: tal es el caso del yo.
Ningún conocimiento se sustrae a la
duda. Se debe dudar del conocimiento sensible porque los sentidos a veces nos
engañan. Hay conocimientos verdaderos, como los matemáticos, aunque su certeza
puede ser ilusoria, por lo que no se substraen de la duda. Poco conocemos de
nosotros mismos y de nuestro origen, lo cual hace extensible a toda nuestra
duda, haciéndose universal.
Pero la anterior regla tiene una
excepción: para dudar de todo, incluso de mi mismo ya que puedo ser engañado
por mis sentidos, es menester que yo que pienso sea algo y no nada. De allí
parte la proposición “pienso, luego existo”, que es la
única absolutamente verdadera porque la misma duda la confirma. Así que la
aseveración “yo existo” es verdadera
siempre que la conciba en mi espíritu.
Esto no resuelve el problema ya que
existo en cuanto ser que duda, es decir, que piensa. No significa que las cosas
pensadas sea reales, lo único real es mi pensamiento, lo que es lo mismo,
espíritu, entendimiento, razón. Puede ser que un trozo de madera que percibo no
exista, ahora, pero es imposible que no exista yo que creo percibir un trozo de
madera. Sobre la certeza originaria, que al mismo tiempo es una verdad necesaria,
debe fundarse cualquier otro conocimiento.
De lo anterior parte la aplicación de
las reglas del método de Descarte genera un intenso y rico debate filosófico
enmarcado en el campo de la metafísica.
Bibliografía
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