El platonismo y el aristotelismo se
encuentran a lo largo de la escolástica, pero en el Renacimiento se busca en
sus fuentes históricas, intentando conseguir su autenticidad, como medios de
renovación del hombre.
En el Renacimiento se pone de bulto el
antagonismo de estas dos corrientes filosóficas. Los seguidores de Platón
buscan en el ateniense la síntesis del pensamiento religioso de la antigüedad,
fundamental para encontrar el camino de renacer religioso. Los aristotélicos, buscan
es el renacer de la actividad especulativa y particularmente de la filosofía natural,
encontrándose con la genuina ciencia de Aristóteles, ven allí la condición del
renacer de una reflexión natural libre.
De su lado, el humanismo renacentista es
más un movimiento espiritual que filosófico. La vuelta a los clásicos griegos
en Italia, es impulsada por la emigración de sabios griegos fugitivos de
Constantinopla tras su ocupación por los turcos en 1553. En Florencia, en la
corte de Cosme de Medici, se forma un circulo de intelectuales y mecenas que
quieren reinstalar la vieja Academia platónica, la que se dedica al estudio de
Platón y Plotino, tratando de llegar a las fuentes primigenias.
Previo a ellos, es importante burilar
aspectos del último gran filosofo de la Iglesia Católica antes del Concilio de
Trento: Nicolás de Cusa (1401-1464)
Nicolás
de Cusa
Nicolás Chrypffs o Krebs (1401-1464)
natural de Cusa, Tréveris, Alemania, es considerado un precursor de la
filosofía moderna a pesar de su formación escolástica y neoplatónica. Establece
la teoría de Dios como ser máximo, situado por encima de los opuestos, como
concibe las cosas de la naturaleza el entendimiento humano, por ser limitado;
al mismo tiempo, en Dios coinciden todos los opuestos. Dios es lo infinito,
mientras el hombre y el mundo es lo finito. Dios es el punto de encuentro entre
lo finito y lo infinito; es un Dios redentor, unidad de los contrarios.
Para Cusa el conocimiento tiene tres
etapas: el sensus o de los sentidos;
la ratio, el entendimiento; y el intellectus o razón. En los sentidos
sólo es posible apreciar imágenes, o sea, no hay forma de encontrar la verdad; en
la segunda se puede entender las imágenes, pero de forma abstracta y
fragmentaria, por lo que tampoco puede alcanzar la verdad; en la razón si puede
alcanzar el conocimiento, la verdad de Dios, pero para ello requiere de la
ayuda de la gracia sobrenatural. Este tercer tramo es donde se logra la docta ignorancia, que consiste en
entender que el infinito, Dios, es impenetrable, es decir, se trata de tener el
conocimiento pleno de nuestra ignorancia respecto a lo divino.
La doctrina de la docta ignorancia
implica que el hombre debe tener en cuenta los límites de su propia
subjetividad para intentar el conocimiento de Dios; pero eso no es óbice para
que dentro de los precitados limites, el hombre pueda conseguir un conocimiento
de Dios, el cual está garantizada su validez por la íntima relación que perdura
entre el hombre y Dios. La subjetividad humana prefigura el rostro de Dios: si
lo ve con amor, sentirá que Dios lo ve amorosamente, si lo observa con ira,
sentirá que le ve airado. Dios solamente se puede revelar a través de la
subjetividad del hombre, y en nada esta subjetividad es impedimento para la
búsqueda de la divinidad. “La naturaleza
intelectual del hombre, dice Cusa, es capaz de Dios porque es potencialmente
infinita: puede de hecho entender siempre algo más”. Aquí pone de bulto una
inferencia de gran importancia ya que no es la inteligencia la que crea el
valor, pero sin la inteligencia no habría manera de valorarlo, por lo tanto,
todas las cosas creadas carecerían de valor. De esta manera Dios creó la
inteligencia humana para que pueda apreciar el valor de su obra; por ello el
hombre no tiene necesidad de romper los límites de su subjetividad para
elevarse a Dios.
El hombre tiende a preguntarse como
obtiene a Dios si Este se encuentra en todas partes: Cusa pone en boca de Dios
la respuesta: Sé tuyo y yo seré tuyo.
Solamente si el hombre se pertenece a sí mismo, Dios será suyo. De allí que el
reconocimiento de la absoluta trascendencia de Dios, es el llamamiento divino
al hombre para que decida, libremente, a ser de sí mismo, reconocerse en su
propia limitación, aceptarla y realizarla hasta el final. Sólo no negándose a
sí mismo, aceptando libremente lo que es, el hombre se sitúa en la autentica
relación con Dios, y Dios es suyo como él es de sí mismo. La docta ignorancia reconoce
que el misterio de la encarnación es la expresión de la unión que liga la
naturaleza finita del hombre, precisamente en cuanto finita, a la naturaleza
infinita de Dios; demostrando el valor de la subjetividad humana basada en los
limites reconocidos y aceptados por la docta ignorancia.
La
cosmología de Cusa
Para Abbagnano la cosmología de Nicolás
de Cusa preludia la nueva ciencia de Kepler, Copérnico y Galileo. Para Cusa, el
limite propio de la realidad del valor del mundo le lleva a negar que la parte
celeste posea una perfección absoluta y, por ende, sea ingenerable e
incorruptible. Para Aristóteles, al igual que para muchos filósofos durante la
Edad Media, existe una separación entre la sustancia celeste o éter, dotada de
movimiento circular perfecto, y la sustancia elemental de los cuerpos
sublunares, sujetos al nacimiento y a la muerte. Para Cusa, todas las partes
del mundo tienen el mismo valor y todas se aproximan, más o menos, a la
perfección; pero ninguna puede alcanzarla ya que la perfección es exclusiva de
Dios.
El mundo no tiene un centro y unas
circunferencias, como dice Aristóteles, ya que de ser así, tuviera principio y
fin en el, por lo que habría otro espacio y otra realidad fuera del mundo. Dios
es el único centro y circunferencia del mundo, pero es un centro y
circunferencia no corpóreo, sino ideales, ya que todo el mundo está en Él y que
Él está en todo el mundo. Cusa nos dice sobre la estructura del mundo: “tiene
el centro por doquier y la circunferencia en ningún lugar, puesto que
circunferencia y centro son Dios, que está en todas partes y en ningún lugar”.
Así que el universo no se pude considerar infinito, porque sólo Dios es
infinito, pero tampoco es finito, pues carece de límites espaciales que lo
encierren.
De lo anterior se desprende que la
Tierra no se encuentra en el centro del mundo, por ello no está privada de
movimiento. Considera que no es esférica, ya que la esfericidad perfecta no
puede alcanzarse por las cosas creadas, porque no puede lograr el máximo
absoluto. Lo mismo piensa del movimiento: no es circular perfecto. Considera
que en la Tierra se verifica generación y corrupción como en otros astros y, posiblemente,
estos también estén habitados por seres inteligentes de una especie diferente a
la nuestra. El Sol es parecido a la Tierra. Bajo su luz, existiría una tierra
central rodeada de una zona acuosa, luego por aire y, en la superficie, una
zona ígnea; estas cuatro esferas sucesivas se comportarían como los cuatro
elementos terrestres. Así que, para Cusa, si un hombre viese a la Tierra desde
el espacio, la vería resplandeciente como el Sol. En el caso de la Luna, no la
vemos como al Sol, debido a su cercanía por lo que estamos casi en su zona
acuosa.
Los movimientos de la Tierra tienen por
objeto garantizar el orden y la unidad del todo; por ello, los cuerpos pesados
tienden a la tierra, los cuerpos ligeros hacia lo alto, la tierra a la tierra,
el agua al agua, el aire al aire, el fuego al fuego; el movimiento de todo
tiende a ser, en lo posible, circular y las figuras esféricas.
En Cusa se renueva la concepción del
mundo, se vislumbra el principio de la gravedad, admite la ley de la inercia,
fundamento de la mecánica moderna. La mecánica de Leonardo da Vinci tiene su
inspiración en Nicolás de Cusa.
La
Academia Platónica
Cosme de Médicis promueve la creación de
este centro de estudios que busca renovar al hombre, la religión y la vida
social, volviendo al platonismo antiguo. No es una idea exclusiva de estos
nuevos académicos. Ya Jorge Gemisto Pletón había avanzado en la propuesta.
Jorge Gemisto es natural de Constantinopla (1355-1450) y llega a Italia a participa
en el concilio de Florencia, donde se discute la unificación de las iglesias
griega y latina. Partidario de la unificación, plantea que sea sobre la base
del platonismo, filosofía que, según Jorge Gemisto, podía devolverle la paz al
mundo. Aunque habla del platonismo, su filosofía se basa más en el
neoplatonismo y neopitagorismo de la filosofía helenística, por lo que se
encuentran elementos orientales en su formulación. Es autor de unos comentarios
a una popular obra intitulada Oráculos
caldeos que atribuye a Zoroastro, pero que se considera más bien una mezcla
de tesis pertenecientes al neoplatonismo siriaco.
Para los académicos, dirigidos por
Marsilio Ficino y Cristóbal Landino, Platón es la última y más perfecta
manifestación de la teología iniciada Hermes Trismegisto y continuada por Orfeo
y Pitágoras. El encuentro de esta teología con el cristianismo se explica
reconociendo una fuente común de las doctrinas de Platón y Moisés, origen que
se encuentra en las enseñanzas de Hermes Trismegisto, la cual es el foco de
toda la teología posterior.
Visto así, la vuelta al platonismo no es
un retorno al paganismo, sino una renovación del cristianismo sobre la base de
reconocer en el platonismo-trismegismo su fuente originaria.
La Academia no solamente hace
planteamientos especulativos, sino políticos: arremete contra la supremacía del
Papado, publicitando un retorno a las ideas imperiales de Roma.
Marsilio
Ficino
Ficino (1433-1499) es un hombre del
siglo XV. Llega al convencimiento de la importancia de la unidad de la
filosofía y la religión, tras sufrir una grave enfermedad en 1474, de la cual
se cura, tras haber hecho votos a María. Autor de varias obras, traduce al
latín los diálogos de Platón, las Eneadas
de Plotico y obras de escritores griegos como Atanágoras, Jámblico, Proclo,
Porfirio, Pitágoras, entre otros.
Plantea que la decadencia de la religión
la ha convertido en superstición ignorante; la decadencia de la filosofía la ha
convertido en iniquidad y malicia. En su obra la Theologia platónica, plantea renovar la especulación cristiana,
unificándola al platonismo, teniendo como centro el hombre. La teología
medieval tiene por objeto Dios; la teología como la ve Ficino, tiene por objeto
la renovación del hombre, que debe ser el único fin de la especulación
religiosa o de la filosófica.
Para Ficino la redención es una
renovación por la que el hombre y a través del hombre, reforma toda su
naturaleza para restablecer en su verdadera forma y conducirla otra vez hacia
Dios.
Para Ficino todo cuanto existe está
comprendido en estos cinco grados: el cuerpo, la cualidad, el alma, el ángel y
Dios. El alma está en el medio y por ende es la tercera esencia y como tal, es
el nudo viviente de la realidad- Dios y el cuerpo son los extremos diferenciados
del ser, El ángel está volcado hacia Dios, la cualidad está hacia el cuerpo; el
alma alcanza los niveles superiores sin descuidar las inferiores; es inmóvil
como aquéllas, móvil como éstas: el alma es la cúpula del mundo. Se inserta en
las cosas mortales sin ser mortal, porque se inserta y se retrae integra, no
dividida. Mientras rige a los cuerpos, se adhiere a lo divino, siendo señora de
los cuerpos. Simultáneamente tiene en sí la imagen de las cosas divinas, de las
que depende; y las razones de las cosas inferiores, las cuales en cierto modo
ella misma produce. El alma es, para Ficino, el centro de la naturaleza, la
intermediaria de todas las cosas, la cadena del mundo, el rostro de todo, el
nudo, la cópula del mundo.
El alma es indestructible. En defensa de
ésta tesis, asume los argumentos de Platón y los neoplatónicos. El explicación
central es que la naturaleza del alma participa en lo infinito. El alma es
capaz de remontar el curso del tiempo hacia el pasado y extenderlo
infinitamente hacia el futuro. El alma define la infinitud del tiempo y es la
verdadera medida de dicha infinitud; así, en proporcionalidad a lo que mide, el
alma misma debe ser infinita como medida del infinito. El hombre se diferencia
de las demás criaturas por el sentido de infinitud que posee, lo cual se
evidencia en su insaciabilidad que nunca se calma y nunca está contento con lo
que posee. La otra gran diferencia que le distingue es la libertad.
Para Ficino existe un triple orden
divino del mundo: la providencia, que
es el orden que gobierna los espíritus; el hado,
que es el orden que gobierna los seres animado; y la naturaleza, que gobierna los cuerpos. La libertad del hombre radica
en que participa de los tres órdenes, pero no está determinado por uno solo de
los tres. No está sometido a ningún
determinismo y participa activamente de los tres órdenes. Veamos: del divino,
gobernando, tanto a sì mismo, a su casa, al estado, a los animales. Del hado,
con la sensibilidad y la imaginación, gobierna el hado mismo. Participa de la
naturaleza por lo que logra el dominio sobre los cuerpos. La verdadera decisión
del hombre es la decisión de ser libre. Al decidir un acto, elige pertenecer a sí
mismo más que servir a uno u otro; así pues, el acto verdaderamente libre es el
que escoge la libertad.
Del
caos proceden los tres mundos creados por Dios: el de la mente angélica, el del
alma y el de las cosas sensibles. Dios crea la sustancia o esencia de la mente
angélica, y en ella se determinan y se forman las ideas que son los modelos de
la creación. Mediante el proceso del amor las ideas van desde el caos hasta la
determinación completa de las ideas arquetipos de la creación. Por amor se
perfecciona la mente y por su ímpetu se busca e inicia el retorno a Dios. Por
amor la creación es llevada del caos al cosmos, por ello la característica del
cosmos es la belleza. El amor es la actividad mediadora ente el universo y
Dios. El amor anula la indignidad de la naturaleza corpórea, que es rescatada
por la solicitud de Dios: “Nos dice Ficino que tres son los beneficios del
amor: devolviéndonos a la integridad, cuando estábamos divididos, nos vuelve a
conducir al cielo; coloca a cada uno en su lugar y hace que en esta
distribución todos estén contentos; suprime toda molestia y enciende en el alma
una alegría continuamente nueva, haciéndola feliz con un blando y dulce gozo”.
De tal manera que el amor es la vía del ascenso del hombre hacia Dios e,
igualmente, el descenso de Dios hacia su creación.
Para los platónicos del Renacimiento,
especialmente para Cusa y Ficino, el centro de la especulación es el hombre en
su función mediadora y, por ende, el amor como justificación y acto de esta
función. El hombre lo sitúan como elemento indispensable del orden y de la
unidad dinámica del ser. El hombre es creación divina, así que el ser humano debe
conocer sus límites y la trascendencia del ser con respecto a estos límites.
Estos límites constituyen la originalidad de la naturaleza humana y el
fundamento de su valor y libertad, según el platonismo de Cusa y Ficino.
Juan
Pico de la Mirandola
Natural de Mirandola, Italia
(1463-1494), fue un hombre de vida apasionada, quien se ve envuelto en un
escándalo por el rapto de una noble dama florentina. Igual es un investigador
perseverante y un erudito de fuste. En su obra se elementos del platonismo, del
aristotelismo, de la cábala, de la magia y de la escolástica medieval, árabe,
judaica y latina.
Pico parte de la idea de la superioridad
del hombre sobre las demás criaturas, tema recurrente del humanismo
renacentista. El siguiente párrafo define muy bien su pensamiento humanista: “no
te he dado, oh Adán, ni un lugar determinado, ni un aspecto propio ni una
prerrogativa exclusiva tuya, pero aquel lugar, aquel aspecto, aquellas
prerrogativas que tú desees, las obtendrás y conservarás según tus deseos y
según tú lo entiendas. La naturaleza limitada de los demás está contenida en
leyes prescritas por Mí. Tú te la determinarás sin ninguna barrea, según tu
arbitrio, a cuya potestad la entrego. Te puse en medio del mundo para que desde
allí pudieses darte mejor cuenta de todo lo que hay en él. No te he hecho
celeste ni terreno, mortal ni inmortal, para que por ti mismo, como libre y
soberano artífice, te formes y te esculpas en la forma que hayas escogido. Tú
podrás degradarte en las cosas inferiores y tú podrás, según tu deseo,
regenerarte en las cosas superiores, que son divinas”. En la precitada indeterminación, radica la
libertad del hombre para escoger que quiere ser: o degradarse entre los brutos
o de regenerarse en Dios.
Para Pico el renacer del hombre tendrá
lugar mediante la adquisición de grados de sabiduría, siendo la más alta, la
teológica. Para alcanzar el camino ascendente de la sabiduría hay que transitar
por el pensamiento de los antiguos, aprendiendo que en su filosofía moral se
dominará el ímpetu de las pasiones; la filosofía natural llevará al hombre de
un estadio a otro de la naturaleza; y, finalmente, la teología lo acercará a
Dios. La filosofía mora y natural no te enseñara el camino de la paz, que es el
fin último del hombre, sólo la teología te podrá mostrar la senda de la paz.
Esta paz que se funde con amistad, la que Pico filosóficamente establece
demostrando el acuerdo fundamental de los grandes pensadores de la antigüedad,
desde los pitagóricos, pasando por Platón y Aristóteles, hasta los
neoplatónicos, los escolástico, la cábala y la magia, entre otros. Para Pico
sólo a través de la paz filosófica, tras la demostración del acuerdo
fundamental entre las diversas expresiones señaladas, el hombre podrá
regenerarse y renacer a su verdadera vida. Lo citado es expresión genuina del
quinto camino. Esa paz, amistad, que para Pico es la felicidad verdadera, el
sumo bien, se logra con la vuelta al principio. Aquì Pico plantea una gran
disyuntiva: la vuelta al principio puede ser el retorno a sì mismo, con lo que
el hombre conseguirá felicidad terrenal. Con la vuelta al principio supremo, a
Dios, allí encontrará el hombre la paz definitiva.
En Pico se armoniza filosofía y
teología. La filosofía natural se completa con la teología.
Cábala,
magia, astrología en Pico de la Mirandola
Pico le da al relato bíblico de la
creación un sentido alegórico: devela la formación de tres mundo ya señalados
por los filósofos de la Antigüedad: el mundo inteligible o angélico; el mundo
celeste y el mundo sublunar, a los que se une un cuarto: el hombre como
microcosmos, en el cual confluye todo el resto de la realidad.
Para Pico en la magia se diferencian dos
vertientes: una que opera por la autoridad de los demonios, que es infame y, la
verdadera magia, que investiga la armonía del universo, aquello que los griegos
llaman simpatía, y que reside en la mutua relación de las cosas naturales. El
trabajo de estos magos es poner de manifiesto los milagros escondidos en los
arcanos del mundo y los misterios de Dios; en lazando el mago la tierra con el
cielo, o sea, las fuerzas inferiores con las facultades superiores. El mago no
quebranta el orden natural, sino que adapta, canaliza, las energías que yacen
diseminadas en la naturaleza.
Para Pico la cábala es útil para entender
los misterios divinos. Es el mejor método para comprender las sagradas
escrituras, develando sus alegorías y símbolos en su significado verdadero. Para
Pico, las doctrinas fundamentales del cristianismo proceden, mediante la
cábala, de una tradición muy antigua, en las cuales la filosofía cristiana,
mediante la cábala, entra en perfecto acuerdo con la de Pitágoras y la de
Platón.
La astrología puede entenderse en dos
vías: la astrología matemática o especulativa, que se ocupa de determinar las
leyes matemáticas del universo y que deviene en la astronomía. La astrología
adivinatoria que pretende interpretar la suerte de los hombres de acuerdo al
curso y naturaleza de los astros. Contra esta última arremete Pico afirmando
que los hombres que son libres, se convienen en ansiosos, miserables y esclavos
de una suerte de influencia de los astros. Pone como ejemplo que la grandeza de
un Aristóteles dependa de la ubicación de los planetas en el momento de su
nacimiento. El don de la sabiduría lo recibe Aristóteles de Dios, no del lugar
de las constelaciones en el momento de su nacimiento. Para Pico, la astrología
invierte el orden jerárquico subordinando lo superior a lo inferior y, aunque
es cierto que los cielos son superiores a las cosas terrenas, el hombre, como
centro y unión del universo entero, es superior a los cielos. Con la
investigación científica el hombre está en capacidad de escudriñar las leyes de
la naturaleza y valerse de ellas, incluso para dominar parcialmente a la misma.
Con la astrología judiciaria o adivinatoria se anula esa libertad,
transformando al hombre en esclavo.
La astrología está muy difundida en los
tiempos del renacimiento, y en su ataque, coloca Pico como centro, la defensa de la libertad y
dignidad del hombre, bastión del humanismo renacentista.
Bibliografía
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Obras Completas. Aguiar Ediciones.
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