Aarón, primer Sumo Sacerdote de Israel. Escultura por Morlaiter, 1750 |
Resumen.
Interpretación cabalística de una estrofa del Salmo 133 con el fin de inferir,
sucintamente, la historia
espiritual del pueblo hebreo.
La Biblia es el mejor exponente de la
cultura hebrea y la cábala es una de las representaciones de su filosofía
medieval, la otra son las elaboraciones de la doctrina platónica-aristotélica. La
cábala interpreta los párrafos de la Biblia, logrando un alcance que las
explicaciones exotéricas jamás pueden llegar.
El Salmo 133, el del Aprendiz, en su
frase: “el buen
perfume que corre por la cabeza del sacerdote y baja por su barba hasta el
cuello de su ropaje”,
es hermosa alegoría que nos permite, entre otras, deducir una breve síntesis de
la historia espiritual y política del pueblo hebreo. Veamos.
Moisés vive
cuarenta años en la corte del faraón de Egipto y luego cuarenta años en el desierto. Allí se integra a la
tribu de los madianitas, que vagaban por los lados de la costa este del golfo
de Akaba.
La palabra hebrea Teshuvá
se comenta como volver, consistiendo en un proceso
en el cual la persona identifica sus debilidades y controla sus deseos e
instintos que lo desvían del camino del Ser Supremo, retornando así hacia su
Creador(1). Moisés puede ser un buen ejemplo de
Teshuvá y nos ilustra sobre la importancia esotérica de la Iniciación en el
proceso de encuentro con el G.·. A.·. D.·. U.·.
y subsiguiente cadena que se inicia con él, y él lo continua con su
hermano Aarón, que significa Nabim en
hebreo.
Al analizar los capítulos 3 y 4 del Libro del
Éxodo, concluimos que el evento de la zarza ardiente es una Iniciación.
Veamos, brevemente, algunos símbolos. Se cubrió la cara. Entramos al
templo, en nuestra Iniciación, con los ojos vendados ya que no tenemos la
fuerza espiritual para ver la Luz; Moisés tiene la osadía de preguntarle a Dios
su nombre. Invoca su conocimiento para ejercer su autoridad y garantizar el
cumplimiento de su misión. De allí viene el Tetragrámaton, impronunciable, siendo divisa de la gran
alianza con el Ser Supremo. A los masones nos dan signos, palabras y tocamientos.
Moisés lleva a su pueblo desde Egipto hasta la
Tierra Prometida, lugar que llega a ver a lo lejos, pero no pisar. Tarda
cuarenta años en la travesía. Es un pueblo que ha nacido y crecido en el
camino. Son gente nueva, educados bajo el nuevo credo, unidas por un vínculo de
vicisitudes que les depara la travesía. Es una Cadena de Unión, forjada en el
éxodo. Es una sucesión de purificaciones que ha despojado cualquier vestigio
que los ate de manera directa con su pasado de pueblo esclavo. Es una Teshuvá
colectiva. Me recuerda las pruebas en nuestra Iniciación. Cuarenta años, cuatro
viajes.
En el Levítico, Caps. 8 y 9, se nos explica
la consagración de Aarón y de sus hijos como los primeros sacerdotes. Se creaba
el Sacerdocio Levítico para mediar entre Dios y la nación hebrea. Por extensión
proyectada sobre la humanidad, se entrelazan los eslabones de la Cadena Iniciática,
desde Moisés hasta nuestros días.
Esa Cadena de
Iniciados, cabalísticamente, la perfila el salmista en
hermosa alegoría al señalar al “buen perfume que corre por la cabeza de los
sacerdotes y baja por su barba hasta el cuello de su ropaje”. Aarón,
cuyo nombre en hebreo significa Nabim,
Iluminado o Instruido, resultará
alegórico, ya que podemos inferir
la emanación de la Fia Lux desde la
cabeza, Kether; irradiando hacia Binah, Sabiduría absoluta; luego Chokmah, Inteligencia infinita; concretándose
el Mundo de Emanación o Aziluth, así
hasta llegar a Malkuth, la Realidad, el Reino, lo manifestado, la materia, en
el árbol sefirótico.
Al
penetrar los hebreos en Canaán, convivieron con pueblos locales por largo
tiempo, siendo en buena parte seducidos por la cultura material de los
cananeos. Eran las tribus de Israel cegándose en la oscuridad de Occidente. El Libro de los Jueces da cuenta de guerras
sangrientas o negociaciones celebradas con sus vecinos. Jefte y Sanson son de
esa época. Eran doce tribus que se manejaban federativamente, pero el Sanedrín
o Gran Senado, presidido por un pontífice, garantizaba la unión reuniendo en
una persona atributos políticos y religiosos. Tras la amenaza filistea, alrededor
del 1050 a. C., se unifican en una monarquía, con Saúl, y luego con David y
Salomón.
David
derrota a los filisteos y lleva el Arca de la Alianza a Jerusalén y consolida
la unidad territorial. Su hijo Salomón, vecino y amigo de los fenicios,
fortalece la potencialidad comercial y emprende el Templo de Jerusalén. Hasta
ese momento, los hebreos habían adorado a su Dios en las cumbres de las
montañas, pero Salomón realiza el sueño de David y construye el Gran Templo
sobre el monte Moira. Fue tan prospero en términos materiales el reinado de
Salomón que en el Libro I de Reyes se
dice que “hizo que la plata fuera en
Jerusalén tan común como las piedras”.
A
la muerte de Salomón el reino comienza una época de inestabilidad hasta, con la
caída de Jerusalén, perder su independencia.
Aunque
desarraigado, el pueblo hebreo ha sobrevivido siempre. Sus circunstancias
históricas, situados entre tres continente, parecieran irradiar un mensaje a la
humanidad. Ese momento de sometimiento a Babilonia, fue tiempo de profetas o Nabim, que en hebreo significa “el que anuncia, el que habla”. El nombre
Aarón significa Nabim. Estos hombres,
como Samuel, eran una estirpe llena de espíritu, quienes colmaban de fe y
esperanza al pueblo; aunque fueran de origen humilde como Amos, o letrados como
Elías o Jeremías. La sabiduría y fortaleza de estos inspirados mantuvieron la
unión de los hebreos durante el destierro babilónico. Cuando el rey Ciro los libera,
una larga caravana remonta en la primavera del 537 a.C., el curso del río
Éufrates, recorriendo más de dos mil kilómetros para regresar a su país y
reconstruir el Templo. Hermoso relato en el Libro
de Esdra, y para la humanidad nos dejarían el legado de la Biblia, la
cultura hebrea, el cristianismo y muchos siglos de saber que, imbricado con el
helénico, serian la base de la cultura occidental.
Tras
el retorno desde Babilonia, se instauró un estado teocrático con el fin de
restaurar la tradición, recopilada en el Antiguo Testamento; restablecer las
bases espirituales del pueblo, practicando la justicia y la piedad: “quiero la piedad y no los sacrificios; el
Conocimiento de Dios, mejor que los holocaustos” (Oseas 6,6) Se diferenciaban de las prácticas religiosas de los
politeísmos de Babilonia, Asiria, Fenicia y Siria, los cuales se destacaban por
ser crueles y sensuales; se parecían al de los egipcios, que preconizaba la
caridad hacia los humildes y débiles. ¿Cuánto del legado de Moisés y Aarón, por
la vía de la Cadena de Iniciados, nos ha llegado? Seguro que mucho, resumido en
una frase del Levítico: “amaras a tu
prójimo como a ti mismo” Ese amor que “baja por su barba hasta el cuello
de su ropaje”.
Bibliografía
.- Grimberg, Carl.
Historia Universal. Tomo 3.Ediciones Diamon, 1967.
.- Noraim, Iamim El verdadero significado de teshuvá, tefilá y
tzedaká.
http://www.radiojai.com.ar/OnLine/notiDetalle.asp?id_Noticia=32888
Isidro Toro Pampols
CI. 3.552.252
0414-1086993
Av Lecuna. Parque Central. Edf San
Martin. 9-A Caracas.
Salmo 133. Aarón: genealogía y rol en la
historia
Comp.·. Masón
Resp.·. Log.·. Templo de Salomón 172
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