La masonería española se remonta al siglo XVIII,
siendo en 1727 el año en que se instala la primera Logia, adscrita a la Gran
Logia de Inglaterra.
Durante la invasión napoleónica proliferaron dos
tipos de logias: unas afrancesadas favorecedoras de las ideas napoleónicas y
otras, defensoras de la independencia de España. Tras la restauración de la
monarquía, en 1814, la Inquisición emprendió brutal persecución contra las
logias. En 1834 se produce una figura sui generis: “indultan” a los masones,
pero mantienen la ilegalidad de la orden. La clandestinidad continuaba.
1868 es el año cuando se inicia un breve periodo democrático por
lo que se beneficia la Orden, al actuar libremente y proliferar las logias, las
cuales se mantuvieron activas a pesar de la nueva restauración iniciada en
1875. Visto el crecimiento en la península, se estimula la anti masonería, bajo
el manto de diversas bulas papales, entre otras, la Humanus Genus, de 1884
de León XIII.
Un tema que causaba preocupación es que cada día
ingresaban más y más obreros, dejando de ser una agrupación de clases medias,
intelectuales y profesionales. Consecuentemente con lo anterior, se iniciaron
muchos anarquistas, marxistas y socialistas, por lo que durante la dictadura de
Primo de Rivera (1902-1930), se perseguía selectivamente a miembros o a logias
completas.
En la II República, 1931, se estima que 183 de los
458 diputados del Congreso (Cortes), eran masones. Así que al estallar la
Guerra Civil, la propaganda franquista argumentó que la República era en buena
parte culpa de la masonería.
Al iniciarse la Guerra, el Gran Oriente mudó su
sede a Bruselas. Comenzaron las ejecuciones sumarias por el sólo hecho de ser
masón. Se consumó la destrucción de templos, confiscación de propiedades y
otras tropelías. En Córdoba se sucedió una matanza de todo aquel que se
sospechare era masón. En Granada obligaron a los miembros de las logias a cavar
sus propias tumbas y luego los fusilaron; en Cádiz, Málaga, Islas Canarias y,
en general, en todos los territorios que ocupaba el ejército nacionalista de
Franco, se imponía la prohibición a la Orden y la muerte de sus miembros.
Ese odio de Franco por los masones era tal que
aprobó la ejecución de su primo hermano masón, el Comandante Lapuente Bahamonde
que se había opuesto a la rebelión.
En 1938 Franco ordena, mediante decreto, quitar los
símbolos masones de las lapidas de las tumbas. En 1939 decreta que quien no
denuncie a un masón, será encarcelado.
El fin de la Guerra no significó un cese de la persecución.
En 1942 en el Servicio de Documentación de Salamanca se acumulaban unas 80.000
fichas de supuestos masones (cuando en 1936 no rebasaban la cifra de 5.000) lo
que revela las dimensiones de la llamada cruzada antimasónica y la obsesión que
existió en el seno del Régimen. Si bien Hitler, Mussolini e incluso Stalin,
promovieron fuertes persecuciones, ninguna como la de Franco. Hay quien plantea
que intentó ingresar un par de veces, pero que fue rechazado. Lo cierto que
familia cercana perteneció a la Orden y algunos estudiosos hacen inferencias
sobre el tema.
Tras la muerte de Franco (1975) y sancionada la
Constitución democrática de 1978, la masonería sale de la clandestinidad,
creciendo y avanzando con sus vicisitudes.
Bibliografía.
1.- "España tiene una deuda con la masonería
por la brutal represión franquista".
http://elpais.com/diario/2003/03/11/sociedad/1047337208_850215.html
2.- Si, Franco fue masón.
http://www.elreporte.com.uy/si-franco-fue-mason/
3.- Wikipedia
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