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martes, 1 de enero de 2019

Libre pensamiento y libre albedrio




El Diccionario de la Real Academia de la Lengua (DRAE) nos ilustra sobre la definición de librepensador: “Corriente filosófica que reclama para el ejercicio de la razón individual independencia absoluta de todo dogma religioso.” Durante los siglos XVII y XVIII, principalmente en Francia e Inglaterra, fue tiempo de eclosión de grupos de pensadores que defendían la tolerancia religiosa, el deísmo y la religión natural. Fueron columnas que fortalecieron el racionalismo entendido a la manera de la Ilustración. La historia registra como librepensadores a hombres como Voltaire, Hobbes, Locke, entre muchos que en el marco de la tendencia desarrollaron sus posturas filosóficas. Recordemos que en el siglo XVIII se consolidó la Francmasonería moderna por la vía de las Grandes Logias.(1)

El DRAE nos dice que albedrio es la “libertad individual que requiere reflexión y elección consciente”. Ambos conceptos, el de librepensador y albedrio, nos conduce a revisar el de libertad que para el DRAE tiene doce significados, según el contexto donde se utilice. El primero, “facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos”, tiene que ver con un estado de consciencia, entendida esta palabra según la primera acepción del DRAE “Capacidad del ser humano de reconocer la realidad circundante y de relacionarse con ella”, la que nos trasladamos a la primera definición que nos ofrece el DRAE de la palabra conciencia, sin “s” intercalada, que es como sigue: “Conocimiento del bien y del mal que permite a la persona enjuiciar moralmente la realidad y los actos, especialmente los propios.” Desde el ángulo del conocimiento de sí y la construcción del Templo Individual de Virtudes, comprender la relación y la complementariedad de ambas palabras, consciencia y conciencia, es importante y, a su vez, tenerlas presente en nuestra apreciación individual, como libre pensador, de su utilidad en la concepción que nos hacemos de que es la libertad y el libre pensamiento.
Un vocablo que no podemos obviar para nuestro análisis es el de voluntad. Recurrimos nuevamente al DRAE, el cual tiene un conjunto de definiciones, pero tomaremos las tres primeras: “la facultad de decidir y ordenar la propia conducta; segunda, el acto con que la potencia volitiva admite o rehúye una cosa, queriéndola, o aborreciéndola y repugnándola, y tercero, el libre albedrío o libre determinación”. La sicología ha estudiado la voluntad y hay un gran acuerdo en que en todos los actos volitivos puede concurrir una mayor o menor conciencia, una mayor o menor intensidad o una mayor o menor profundidad. Así que de acuerdo a su contenido, hay estudiosos de la sicología que conciben a la voluntad como una tendencia sin finalidad previamente establecida o comprendida. Pero no solamente la sicología estudia la noción de voluntad. En la ética se entiende como una actitud o disposición moral para querer algo. Para la metafísica, es una entidad a la que se le atribuye absoluta subsistencia y por ello se convierte en substrato de todos los fenómenos.(2)  
Veamos las opiniones del filósofo y masón Baruch Spinoza (1632-1677) así como la de Emmanuel Kant (1724-1804). El primero precursor de la Ilustración, el segundo, quizás el más grande filósofo de su época; ambos tienen posturas de gran interés. Para el Q:.H:. Spinoza el hombre ni es libre ni el mundo tiene una finalidad. El hombre se cree libre, pero se ve arrastrado por la necesidad y todo está determinado causalmente. Para el Q:.H:. Spinoza la única forma posible de libertad es el conocimiento, por el cual se sabe que no se es libre, sino determinado según su esencia. Para ser libre se debe vivir en la naturaleza, en Dios. No olvidemos que el Q:.H:. Spinoza era panteísta.
Kant coincide en buena parte con el Q:.H:. Spinoza cuando señala que el yo empírico no es libre, pues está condicionado por la causalidad natural, pero también está el yo puro, determinado solamente por las leyes de la libertad: el hombre, como persona racional, nos dice Kant, pertenece al mundo de la libertad, que es el mundo del conocimiento moral, del deber ser, el hombre, como persona moral, es libre y su libertad es un postulado de la razón práctica.(3)  Para Kant al habla de razón práctica es porque al actuar siempre debemos obedecer a la ley de la razón, el deber, y no movidos por intereses personales o para obtener algún beneficio subalterno.
Volviendo al término albedrio, nos encontramos que es la potestad de actuar por reflexión o elección. Partiendo del Q:.H:. Spinoza y de Kant, el albedrio es la voluntad guiada por la razón, la que puede determinar si obrar o no obrar. Coinciden en cierta manera con san Agustín, quien explica que en el libre albedrio la persona puede elegir entre obrar bien u obrar mal.
Antes de llegar a alguna conclusión, es importante que se repase el concepto de fe. Según el DRAE en su primera acepción es el “conjunto de creencias de una religión”. “La fe mueve montañas”, dice el viejo adagio, lo que nos ilustra que la fe es fuerza que acicatea la voluntad humana, aunque por su esencia no racional, no es ni libre pensamiento ni una conducta identificada con el libre albedrio.
En conclusión podemos estar de acuerdo en que el libre pensamiento está condicionado por el conocimiento, lo que en la Masonería simbolizamos en la Luz; y el libre albedrio, por la libertad de pensamiento. No se tiene libre albedrio si no se tiene libertad de pensamiento y no se tiene libertad de pensamiento si no se tiene claro el significado de la Columna de la Sabiduría situada en Oriente, lugar donde la Luz que emana del UNO, del G:.A:.D:.U:. es racionalizada por el Masón. Este simbolismo que reproducimos en nuestro ritual, es comprendido cuando aplicamos racionalmente los principios cósmicos ya que, siendo imposible por los condicionantes materiales y sociales que estabulan nuestra vida en este plano existencial, encontramos nuestra fuerza que rompe las barreras que nos conducen como seres sin capacidad clara de discernimiento por un sendero determinado que llega a transformarse en monótono, por estar predefinido.    
Un antiguo proverbio egipcio, que luego se registra en los Evangelios, nos enseña que “El reino de los cielos está dentro de ti; aquel que logre conocerse a sí mismo lo encontrará”. Los griegos burilaron la frase “conócete a ti mismo” en el pronaos del Templo de Apolo. En la dualidad de la Masonería el conocimiento se simboliza por la Luz, así como la oscuridad alude a la ignorancia. Por ello, el Iniciado al recibir la Luz, recibe el conocimiento y el anhelo del neófito por la Luz es la aspiración natural del alma por el conocimiento.(4) Los antiguos griegos diferenciaban el cuerpo o soma, de la psique o alma y el nous o espíritu, la parte más elevada y divina del alma. 
Por ello para lograr la condición de libre pensador, se debe aquilatar el alma, el pensamiento, con una consciencia tallada como piedra purificada por los prístinos principios morales que permitan construir en la conciencia, espíritu, el Templo de Virtudes que contribuye a la Gran Obra. Platón dividió el mundo en lo sensible y lo inteligible; al mundo sensible corresponde el criterio de la opinión (doxa), el cual se caracteriza por lo material, aparente, finito, mutable, y por tanto engañoso. En el Taller lo ubicamos más allá de las Columnas “B” y “J”. A lo inteligible, el mundo de las Ideas, corresponde la episteme, cuyo instrumento es la razón, en tanto que facultad de penetración intelectiva que es la única que te apertrecha para lograr la libertad de pensamiento, en Logia, en el Oriente, sitial del Trono de Salomón.  
De allí la importancia simbólica de los viajes en la Masonería. De encontrar nuestro Maestro interior. Del prístino significado de los signos, palabras y tocamientos, que además de ser una forma de reconocimiento universal, resume toda una concepción antropológica que permite al iniciado comprender las leyes de la Naturaleza y del Universo y en el transitar por los grados de la Orden Masónica, vamos descubriendo nuevos significados a las herramientas con la que se construyen edificios y que utilizamos en levantar nuestro Templo Interior de Virtudes, empíreo donde se alberga el verdadero y único conocimiento, que te libera y te hace digno de la Gran Obra.   

Plancha Ap:. 026 marzo 2019

1)     Martínez Echeverri, Leonor y Hugo. Diccionario de Filosofía. Editorial Panamericana. Bogotá. Colombia. 1997.
2)     Idem, pág. 576
3)     Idem. Pág. 340
4)     Mackey, Albert G. Enciclopedia de la Francmasonería. Tomo I. pág. 377

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