La expresión “Q.·. H.·.” tiene un significado
especial en la Masonería: “En el
principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.”,
expresa el Cáp. 1:1 del Evangelio según San Juan. Sin entrar en
profundidades sobre la fuerza esotérica de la afirmación, explicación que debe
corresponder a otros grados, observamos el poder de la palabra, tanto en el
orden celestial como en el humano.(1)
La Masonería universal es una gran familia y
se expresa simbólicamente por el cordel de nudos que une por el techo las
columnas del Taller, así como la cadena dentada que bordea el piso ajedrezado
en blanco y negro; como manifestación de la Ley del Universo, siendo todo
proveniente de un mismo punto creador: el G.·. A.·.D.·.U.·., de allí que somos
hermanos y debemos honrar esa condición.
Esa hermandad se aquilata desde el grado de
Aprendiz. No se hace parte de nuestra consciencia de la noche a la mañana. Es
un proceso en el cual el trabajo iniciático labora en piedra buena para ser
moldeada como parte del Templo de Virtud que debe ser todo masón.
El trato permanente, constante, de “Q.·.
H.·.”, permea nuestra mente y nuestra alma, haciendo suya esa condición.
Paulatinamente, al paso. “Q.·. H.·.” se profundiza tanto en cuanto avanzamos en
el camino en la búsqueda de la Luz,
en nuestros estudios y en la práctica. Igualmente, en las pruebas que la vida
nos va colocando como obstáculos para probar nuestra convicción sincera de ser
autentico masón.
La hermandad comienza en el acto de Iniciación.
Allí, tras superar varias pruebas, el masón toma consciencia que todos hemos
cumplido con una ceremonia similar. Así, un acto tan individual en su esencia,
es al mismo tiempo amalgama que sella lazos de unión entre hermanos obviando
elementos que desunen en la vida profana, como las razas, creencias,
financieros, condición social, entre otros.
En el acto de Iniciación observamos a
nuestros hermanos, acero en mano, prestos a defendernos ya como miembro de la Orden. Igualmente conocimos
el alcance de las palabras superstición y fanatismo, dos conductas que separan
a la humanidad. Nosotros, entre masones, debemos conducirnos bajo premisas de
principios estrictos de moral y sobre la base de la comprensión, sin peleas ni diferencias
personales: por eso somos “Q.·. H.·.”.
La Masonería avanza sobre principios de
Libertad, Igualdad y Fraternidad. Estos conceptos no lo entendemos como el
vulgo, que le da una interpretación superficial. Para
el masón la libertad es la condición personal de buscar la verdad, por medio de
la virtud, dominando las tendencias viciosas, hábitos negativos y pasiones
destructivas.
La igualdad se logra en la Masonería
por la enseñanza de la
Escuadra y el Nivel que nos ilumina en cuanto a la identidad
fundamental de todos los seres, de todas las manifestaciones del Espíritu, por
encima de toda diferencia externa o grado de desarrollo. La Escuadra nos proporciona
una recta y justa norma de conducta con todos nuestros semejantes; el Nivel nos
hace ocupar el lugar que nos pertenece en la sociedad o donde hayamos sido
convocados a trabajar. La
Escuadra y el Nivel son herramientas que nos ilustran en la
condición que tenemos de sentirnos iguales en todas las circunstancias y
condiciones externas; es la igualdad que debemos cultivar en nuestros
sentimientos hacia los demás y con una serenidad en las condiciones favorables
como en las adversas, en la fortuna y en la desgracia, en el éxito y en el fracaso, en la pérdida y en la ganancia. Allí
encontramos la esencia de la expresión “Q.·. H.·.”, que nunca será una formula protocolar, porque de ser
así, quien la expresa no es verdadero masón en su interior.
La Fraternidad, conjuntamente con la Igualdad y la Libertad, forma un Triángulo que nos convoca a la
tolerancia de la libertad y comprensión en cuanto a la igualdad con respecto al
prójimo. Además de la relación existente entre los QQ.: HH.: (3)
Para concluir este trazado, la expresión “Q.·.
H.·.” tiene una triple manifestación: la fuerza de la palabra como símbolo de
creación del G.·. A.·. D.·. U.·. expresado en el primer párrafo del Evangelio
de San Juan, que en nuestro caso, estamos creando un hombre distinto, templo de
virtudes; segundo, como herramienta psicológica para interiorizar un valor fundamental
de la Orden Masónica
desde el mismo momento en que el profano es aceptado como Aprendiz; y,
finalmente, como instrumento que coadyuva con la Escuadra y el Nivel, en
la formación de un verdadero masón.
Así que QQ.·. HH.·., cuando abordemos algún
tema escabroso con un Q.·. H.·., nos colocamos al Orden, recordando que el
signo gutural significa además de nuestra decisión de mantener los secretos de
la Orden, también que nunca debe salir una palabra de nuestro ser que ofenda a
un Q.·. H.·., por ello tenemos nuestra mano en forma de Escuadra, rectitud, se
ubica en nuestra garganta. Por ello jamás una palabra u acción contraria a la
hermandad y por ende a la Masonería, nunca, repetimos, será portadora de
sabiduría, ni tendrá fortaleza ni será estéticamente bella; y por ende, no puede ser parte de la Gran
Obra, del G.·. A.·. D.·. U.·.
Notas
y bibliografía.
1) La Biblia.
2)
https://groups.google.com/forum/#!topic/secreto-masonico/c8eWZ-AnubI
3)
Lavagnini, Aldo. Manual del Aprendiz
Mason. Editorial Kier. 8va edición 1992 Buenos Aires, Argentina. Pag. 116 –
118
Ap 09 :. 1ra quincena de feb 2018
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