
A mi Madre Logia: “Gual y España” 243
al Or.·. de Macuto, edo Vargas, Venezuela
al Or.·. de Macuto, edo Vargas, Venezuela
El siglo XVIII es el tiempo en que ven la luz del
Sol Francisco de Miranda, Manuel Gual, José María España, Simón Rodríguez,
Diego Bautista Urbaneja, el Libertador Simón Bolívar, entre muchos otros, que
forman parte de procerato de la República. El siglo XVIII es, también, el siglo
de la Ilustración, así como el momento histórico en que se hace presente la
masonería en nuestra tierra.
La Ilustración, en términos generales, se distingue
por conservar intacta la confianza en la razón, algo fundamental en la
masonería, y los personajes que se adhieren tienen la decisión de servirse de
ella libremente. Kant perfila magistralmente, lo que es la Ilustración: “es la
salida de los hombres de una menoridad debida a ellos mismos. Menoridad es la
incapacidad de servirse del propio entendimiento sin guía ajena. Esta menoridad
es debida a ellos mismos si la causa de ella no es un defecto del
entendimiento, sino la falta de decisión y de valor para servirse de él sin
guía”, o sea, ser un ser libre como somos los masones.
Podemos graficar la Ilustración, libremente, como
un templo: los deístas o librepensadores ingleses en el atrio; Locke lo
colocamos en el pórtico o Ulán de dicho templo; Montesquieu y Rousseau las dos
columnas en la entrada; Condorcet, Turgot, Voltaire, Diderot, Helvecio,
D’Alembert y otros pensadores; son las columnas internas que sostienen el
edificio; en el centro la razón, y al Oriente el estandarte de Libertad,
Igualdad y Fraternidad. Fuera del templo quedarían piedras esclavas del
fanatismo y la superstición.
La rebeldía de los descendientes del colonizador
español es heredera de quienes en la Península habían luchado durante siglos
por los Fueros; así fue en las pueblas vascas, lugar de origen de la familia
Bolívar, y en toda las Españas. Los Fueros eran la autonomía de las
municipalidades ganadas como premio de los pueblos que avanzaban en la
reconquista, expulsando a los sarracenos. Este sentimiento de libre albedrío,
luego liquidado por el absolutismo, se trasmitió a través de generaciones a los
criollos en las colonias, quienes sentían acrisolar en su espíritu el ideal de
independencia. Era frecuente que en los cabildos se dejara constancia de las
protestas ante mandatos de la corona contrarios a sus intereses, y no es
casualidad que se popularizó la conseja de que “se recibe; pero no se cumple”,
y para sostener este desacato, los hidalgos criollos, orgullosamente buscaban
maneras para zafarse de tales órdenes. En Venezuela fructificaron las
sociedades secretas, tal como ocurrió en los Estados Unidos, también durante la
Revolución francesa o en la misma España, donde grupos liberales luchaban por
imponer un régimen constitucional que aplique el imperio de la ley sobre el
capricho de un monarca; conquista que obtienen al promulgar la Constitución de
Cádiz el 19 de marzo de 1812, de efímera vigencia, pero la misma ha sido la
piedra angular que proyectó el ideario de libertad, igualdad y fraternidad, que
ha permeado todo el tiempo posterior hasta el logro de la Constitución española
de 1978. Entre las muchas conspiraciones que acontecieron en la metrópolis, una
fue la de San Blas, la cual aventó a nuestras tierras al ilustrado mallorquín
Juan Picornell, entre otros conjurados.
Quizás el primer testimonio documentado de masones
en Venezuela es en 1796, cuando llegaron varios prisioneros acusados de
maquinación en contra de la corona española; los nombres de estos
revolucionarios eran los masones Juan Mariano Picornell, Juan Manzanares, José
Lax, Manuel Cortes Campomanes y Sebastián Andrés; acompañados de otros
conjurados, no masones, como Bernardo Garaza, Juan Pons Izquierdo y Joaquín
Villalba.
En aquella ciudad pequeña, como era La Guaira de
finales del siglo XVIII, fue fácil para los venezolanos Manuel Gual Curbelo y
José María España Rodríguez, conocerlos y familiarizarse con sus ideas, para
luego ser iniciados como masones. De esta relación es que se infiere que tanto
Gual como España fueron iniciados masones. Lo cierto es que hasta hoy no hay
testimonio formal de su iniciación, pero en descargo, recordemos que la
masonería era perseguida por la Inquisición en el territorio español,
incluyendo el de ultramar. Además del secretismo propio de la francmasonería en
ese tiempo, es entendible pensar que tanto Gual como España asumieran la
masonería como una forma de relacionarse a lo interno entre los conspiradores y
hacia afuera, con las personas que aspiraban incorporar a la conjura
independentista.
En el ideario político observamos la convicción
masónica de Gual y España, lo cual se refleja en el proyecto de Ordenanzas de
1797 y su símbolo: la enseña de la conspiración, hoy bandera del estado Vargas.
Cuando analizamos dichos testimonios revolucionarios se desprenden las ideas de
Libertad, Igualdad y Fraternidad, como estandartes de la conjura que son los
mismos de la masonería, la razón como instrumento de reflexión, así como las
columnas de libertad de pensamiento, de las buenas costumbres purificadas por
la moral sublime masónica y la creencia en un Ser Supremo, hacedor de la Gran
Obra.
Estudiar los 44 artículos que conforman la
precitada Ordenanzas y analizarlos a través del prisma de la masonería es un reto
que todo aprendiz de nuestro Respetable Taller debería asumir como parte de su
formación integral, como obrero buscador de la Luz.
No promovemos el culto a la personalidad, pero si
sembramos la importancia del estudio sereno de las ideas y su aplicación en el
concierto social, valorando su incidencia en la elevación de los niveles de
consciencia, tanto individual como colectivo, que coadyuven en la Gran Obra, la
del G.·.A.·.D.·.U.·.
Es todo V.·.M.·. y QQ.·.HH.·.
Isidro
Toro Pampols
Maestro Mason
R.·. E.·. A.·. A.·.
Bibliografía
Gil Fortoul, José. Historia Constitucional de Venezuela
Abaggnano, Nicolas. Historia de la Filosofía
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