La “virtud” griega o “arete”, la estudiamos
no para asumirla como una verdad en el marco de la antropología filosófica
masónica, la cual es adogmatica y signada por el libre pensamiento; sino por la
preocupación del hombre, desde tiempos arcanos, por el tema de la virtud, por
lo que debemos, por nosotros mismo, comprenderla, estudiarla y hacerla útil en
el desarrollo personal como masón, más allá de cualquier doctrina, escuela o
especulación.
Nos enfocaremos en el dialogo platónico sobre
Protágoras y los sofistas, con la finalidad que nos sirva como
canalizador de un tema, cuyas variables, aún se discute en el campo de la
filosofía.
Areté, es el término del griego antiguo que significa
“virtud” o “excelencia”. En el campo filosófico, el vocablo se aplicaba tanto a
las virtudes del carácter humano, y a distintos tipos de excelencia, incluso la
política o ciudadana.(1)
Tema importante en la Grecia Antigua era si la
virtud podía enseñarse. Según Hipias, el fin de la enseñanza era lograr la “areté”,
que entendía como la capacitación para pensar, hablar y obrar con éxito. Visto
así, parcialmente, la excelencia ciudadana consistía en el cultivo de virtudes
específicas, con fines utilitarios.(2)
De lo anterior se desprende, por sí mismo,
la discusión si la sabiduría y la virtud son cosas distintas. Si el saber posee
algún poder directivo sobre el hombre y si el ser humano, aun cuando sabe lo
que es el bien, puede verse subyugado por el placer y alejarse de la virtud.
Para Sócrates, un conocimiento incapaz de dominar al hombre y que lo abandone a
merced de sus impulsos sensibles, no le parece que sea una ciencia.
En el dialogo platónico intitulado Protágoras o los
sofistas, éste defiende que la virtud puede ser enseñada; mientras que Sócrates
señala algunos hechos que intentan demostrar lo contrario: padres virtuosos con
hijos que no lo son y viceversa. Protágoras admite una diferencia entre
inteligencia y virtud, por ende, la virtud puede ser instruida, por lo que
surge una cuestión: ¿quiénes están capacitados para enseñarla?
Se nos presenta un nuevo y más complicado tema: la
naturaleza humana y las condiciones de la ciencia. Protágoras es un
relativista, mientras Sócrates, un defensor de lo absoluto, para quien la moral
es geométrica, exacta.
Tenemos, frente al ideal socrático, centrado en
demostrar con todo rigor las ventajas de la virtud y que baste para ello la
pura razón; y en el anverso, la posición de Protágoras, quien sostiene que la
razón es muy rara en los hombres, que la mayoría no comprenden su lenguaje y
que, haciendo referencia a un símil del mito del carro alado de Platón, el
vehículo de sus almas es dominado por los caballos y no por el cochero: por la
pasión y los deseos, no por la inteligencia.(3)
Las virtudes cardinales en el periodo clásico
griego fueron: el valor, la sabiduría, la temperancia, la piedad y la
justicia. Sofistas, como Protágoras, afirmaron enseñar esas virtudes. Sócrates
puso en duda sus credenciales para hacerlo. Varios de los primeros diálogos
platónicos muestran a Sócrates preguntando por las definiciones de las
virtudes, y el mismo Platón investiga la areté en otros diálogos.(4)
El método de los sofistas comprendía tres
procedimientos: el mito, el razonamiento extenso y el comentario de los poetas.
El de Sócrates consistía, esencialmente, en la discusión dialéctica: la
mayéutica.
El mito, con todo su simbolismo, no se adviene al
rigor demostrativo que sostiene Sócrates. Hay que tener claro que Protágoras no
pretendía darle valor científico al mito, sino una representación poética de la
realidad, que agrade y haga pensar. Otros, como Platón, hacen uso del mito como
método didáctico: el mito de la caverna, el del carro alado, el de Er, entre
otros.
Sobre el segundo aspecto del sistema de la
sofistica, el del razonamiento o discurso continuado, Sócrates señala que al
ser tan largo, el orador tiene que aplicar velocidad y por ende, pasa por alto
detalles importantes, que en temas de raíces filosóficas, exigen un examen
detallado. El discurso largo tiende a la persuasión, no al establecimiento
firme del conocimiento, fuente de la verdad. Sócrates exige una ciencia que
transite una marcha lenta y minuciosa, lo que usualmente no se corresponde con
el estilo de los sofistas.
Sobre el comentario poético, Sócrates infiere que
allí no hay respuestas para quien pide una aclaración de sus ideas. La poesía,
por naturaleza, es arbitraria.(5)
En la población, la excelencia política o ciudadana
de los griegos, consistía en el cultivo de, entre otras, tres virtudes
específicas: la andreia o valentía, la sofrosine, que era la
moderación o equilibrio y la dicaiosine o justicia: estas virtudes
formaban un ciudadano relevante, útil y perfecto. Estas dieron lugar a las
llamadas virtudes cardinales: la prudencia, la fortaleza y la templanza, siendo
la justicia el producto de la armonía entre las tres ellas.(5)
Un tema que ocupó al pensamiento griego de la
época, fue si una persona puede tener una sola virtud, como el valor, pero
carecer de otras, como la sabiduría. En el Protágoras de Platón, se
presenta a Sócrates defendiendo la tesis de la unidad de la areté, que
implica que una persona que tiene la areté, las posee todas. Esta
discusión es la precursora de muchas teorías referidas a la virtud desarrollada
por la filosofía ética en épocas posteriores, hasta nuestros tiempos.
Conclusión
La virtud es el esfuerzo
para dominar las pasiones, escritura el Ritual y Catecismo para el grado de
Ap.·. Establece que no debe confundirse con la honradez, la benevolencia ni la
caridad, porque éstas se pueden encontrar en los apáticos, los débiles e
incluso, la caridad pueden ejercerla los viciosos. Igual señala que el hábito
de dominar nuestros instintos, enaltece el alma.(7)
De lo anterior podemos
inferir que las virtudes las podemos cultivar; sin entrar en la discusión entre
Protágoras y Sócrates. El Ritual nos enseña que se logra la felicidad al ser
virtuoso, lo que nos recuerda la eudemonía, palabra del griego
antiguo que algunos traducen como felicidad y paz del alma. “Lo más alto en
moral y el bien más grande es la eudemonía; –nos dice Aristóteles- por
ello es también el placer más elevado… que la felicidad deba señalarse como
bien supremo parece una concepción de validez universal…”(8)
El punto es comprender de
manera natural, sin memorizar mecánicamente ni ser parte de un cuestionario, la
importancia que tiene una vida virtuosa en función de la Grande Obra del
G.·.A.·.D.·.U.·. La virtud quizás nace en nosotros por naturaleza o la
aprendemos. Pero lo cierto es que la perfeccionamos mediante la práctica
consuetudinaria, por razón del hábito natural, espontaneo. La virtud o
virtudes, las alimentamos mediante el ejercicio de una ética forjada en la
voluntad y en los sentimientos. “De nosotros depende la virtud, areté, y
también lo contrario” nos dice Aristóteles. Edificar nuestro ser
escuadrando nuestra existencia, aplicando la Regla, el Compas y la Plomada; es
interiorizar día a día una manera de ser virtuosa y altruista que,
finalmente, es algo natural en nuestra vida. Al llegar allí, abre visto mi
Maestro, vestido de oro y azul, al pie de la obra de la cual como eterno Ap.·.,
debo instruirme y conservar la sabiduría y la grandeza de sus designios.
Es Todo…
S.·. F.·. U.·.
Isidro Toro P
M.·. M.·. R.·.E.·.A.·. y A.·.
Notas y
bibliografía
1) Audi, Robert DICCIONARIO AKAL DE FILOSOFÍA Ediciones Akal, S. A., 2004 Tres
Cantos Madrid – España. Págs. 65-66
2) Wikipedia.
Areté
3) Platón. Obras Completas. Aguiar
Ediciones. Madrid, España, 1969. Págs. 158-159
4) Audi,
Robert. Ob cit. Págs. 65-66
5) Ídem, Pág.
158
6) Wikipedia.
Areté
7) Gran Logia de la República de
Venezuela. Ritual y Catecismo para el
Grado de Aprendiz. Caracas 2013. pág. 18
8) Kranz,
Walther. La Filosofìa Griega. Tomo
III. 4ta edición. UTEHA. México. 1964
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