Palestina, lugar de nacimiento del cristianismo,
pasa a formar parte del reino de los Ptolomeos al desmembrarse el imperio de
Alejandro Magno. La Dinastía Ptoloméica es aquella fundada por Ptolomeo I
Sóter, general de Alejandro Magno. Esta estirpe gobernó en Egipto durante el
período Helenístico desde la muerte de Alejandro hasta el año
30 a. C., en que se convirtió en provincia romana. Ese tiempo se
reconoce en la historia como período Helenístico o Alejandrino de Egipto. Esa
realidad dejo huellas profundas, especialmente en el pensamiento filosófico.
Palestina, como señalamos, paso a ser parte del
reino de Ptolomeo y éste, en sus relaciones con los judíos, respetó su religión
y costumbres. Eso no fue impedimento para que penetraran la cultura, educación
y formas de vida propias del helenismo.
Grecia es la cuna de la filosofía. Allí por primera
vez se entiende la disciplina como investigación. Lo original de este
escudriñamiento es su autonomía, ya que recibe sólo de si su fundamento y la
ley de su desarrollo. Una característica que adquiere la filosofía es su
libertad. Libertad significa que el
punto de partida, la disciplina y el método de investigación sean descubiertos
y adaptados por ella misma y no impuestos.
La religión parte de una premisa distinta: la
creencia por la fe. Las creencias tienen su base en la revelación, no en la
investigación. Un testimonio superior se le presenta al hombre y este lo
acepta. El cristianismo no es diferente. La mejor demostración la encontramos
en el Evangelio de San Juan cuando “los fariseos le dijeron: Tú das
testimonio acerca de ti mismo; tu testimonio no es verdadero.
8:14 Respondió Jesús y les dijo: Aunque yo doy
testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde
he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo, ni a dónde
voy.
8:15 Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a
nadie.
8:16 Y si yo juzgo, mi juicio es verdadero; porque
no soy yo solo, sino yo y el que me envió, el Padre.
8:17 Y en vuestra ley está escrito que el
testimonio de dos hombres es verdadero.
8:18 Yo soy el que doy testimonio de mí mismo, y el
Padre que me envió da testimonio de mí.
8:19 Ellos le dijeron: ¿Dónde está tu Padre?
Respondió Jesús: Ni a mí me conocéis, ni a mi Padre; si a mí me conocieseis,
también a mi Padre conoceríais.” (S. Juan VIII, 13,19)
Allí se encuentra la demostración de que su
enseñanza se fundamenta en el valor, fe y respeto al Padre.
El problema se presenta cuando el hombre religioso
quiere conocer y comprender el significado de la verdad revelada. Aquí renace
el espíritu investigativo del ser humano. El hombre reconoce la verdad
revelada, sabe que está allí, pero queda ahora acertar como acercarse a ella, comprender
su autentico significado y como vivir en esa verdad, integrada a ella.
En este momento toma cuerpo la filosofía, ya que la
necesidad de investigación del hombre religioso para acercarse a la verdad
revelada hace resurgir la investigación. Aunque renace con un fin especifico,
no es menos cierto que se presenta con todas sus características que la
distinguen. Con gran fuerza, ya que la verdad que va a investigar es la Verdad.
De allí que del cristianismo nace la filosofía
cristiana. Su misión es ayudar al hombre a comprender la verdad revelada por
Cristo en su significado auténtico. La filosofía griega le coloca en bandeja de
plata los instrumentos. El hombre comenzaba a tener acceso al significado de la
revelación cristiana gracias a la especulación helénica.
Tras el tránsito de Jesús por esta existencia, la
Iglesia que comienza a conformarse, se da por tarea el acercar a los hombres el
significado esencial del mensaje cristiano. Cierto es que ni Jesús ni los
apóstoles instituyeron el episcopado monárquico ni el ministerio, mas si
encontramos en la Carta de Pedro la idea del sacerdocio universal de
todos los fieles. Los primeros elegidos como funcionarios eclesiásticos fueron
Esteban, Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás prosélito de
Antioquia. Estos fueron presentados “ante los apóstoles, quienes, orando,
les impusieron las manos”. (Hechos VI, 5,6) Ahora, los historiadores
afirman que la primera mención de ordenación de sacerdotes data de la época de
Hipólito de Roma, muerto el año 235 d.C. Estos hechos se encuentran registrados
y lo importante era la misión de reunir a la humanidad en una comunidad
universal –catolicismo- en la cual el valor de cada persona se funda en su
capacidad de vivir de acuerdo a los preceptos cristianos. La tarea de
comprensión del significado de los mismos, se le encomendó a la filosofía, pero
ya cristiana.
Ahora hay que tener presente que la investigación
en la filosofía cristiana no tiene por finalidad descubrir nuevas verdades. Eso
es imposible. Ni siquiera desarrollar la verdad del cristianismo primitivo. La
filosofía cristiana sólo puede encontrar el mejor camino para que la humanidad
descubra y haga suya la revelación.
La Iglesia cristiana tiene la obligación de
esclarecer la verdad para que cada hombre tenga una guía y un límite, que nunca
se lo podrá dar la razón y si lo encuentra en la filosofía cristiana. De allí
que la Iglesia en sus Concilios, que son asambleas solemnes, define las
doctrinas que formulan el significado esencial del testimonio que se expresan
en los dogmas.
De lo anterior inferimos que la filosofía en el
cristianismo tiene sus linderos bien definidos. Se pierde el sentido original
de la filosofía griega que le permite en la investigación inicial fijar los
términos y el significado de su problema; aquí, en el cristianismo, los
términos y la naturaleza del tema ya le han sido dados.
La importancia reside, desde luego, en que la
filosofía ha mantenido con fuerza la inmutabilidad del significado esencial del
mensaje cristiano, la fuerza y la eficacia de su misión espiritual.
De allí que el cristianismo se presentó como la
última y más completa manifestación de la filosofía, ya que el problema de la
Verdad ya está resuelto.
La masonería, de su lado, entiende que emblemáticamente
la Verdad está allí, en el Oriente Eterno. Su representación en el Taller se
encuentra en el Ara. Esta Verdad está velada por símbolos y alegorías. La filosofía
es la gran herramienta para desentrañar estos símbolos y alegorías. Las
herramientas: mazo, cincel, regla de 24 pulgadas, escuadra, compás y muchos
otros, nos ayudan a desarrollar nuestra guía y límites. Los ritos nos muestran
el camino: la vereda del iniciado, llena de obstáculos a vencer. El giblim, o
albañil de sí mismo, trabaja su ashlar, o piedra en bruto, con la fuerza de convicción
de quien al elevar su Templo Interior, aplomado y nivelado, encontrará el
significado del descubrimiento, entre la escuadra y el compás.
Bibliografía.-
*- Abbagnano, Nicolás. Historia de la Filosofía.
2da edición. Montaner y Simon, S.A. Barcelona, España 1964
*- Backhouse E., Tylor C. Historia de la Iglesia
Primitiva. Tomo I. Libros CLIE. Barcelona. España. 1986
* Blázquez Marinez, Joé María. El Nacimiento del
Cristianismo. Editorial Síntesis. Madrid, España 196
Internet: Wikipedia
No hay comentarios:
Publicar un comentario