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domingo, 11 de junio de 2017

Para comprender la masonería: Cristianismo y filosofía en el siglo I




Palestina, lugar de nacimiento del cristianismo, pasa a formar parte del reino de los Ptolomeos al desmembrarse el imperio de Alejandro Magno. La Dinastía Ptoloméica es aquella fundada por Ptolomeo I Sóter, general de Alejandro Magno. Esta estirpe gobernó en Egipto durante el período Helenístico desde la muerte de Alejandro hasta el año 30 a. C., en que se convirtió en provincia romana. Ese tiempo se reconoce en la historia como período Helenístico o Alejandrino de Egipto. Esa realidad dejo huellas profundas, especialmente en el pensamiento filosófico.
Palestina, como señalamos, paso a ser parte del reino de Ptolomeo y éste, en sus relaciones con los judíos, respetó su religión y costumbres. Eso no fue impedimento para que penetraran la cultura, educación y formas de vida propias del helenismo.

Grecia es la cuna de la filosofía. Allí por primera vez se entiende la disciplina como investigación. Lo original de este escudriñamiento es su autonomía, ya que recibe sólo de si su fundamento y la ley de su desarrollo. Una característica que adquiere la filosofía es su libertad. Libertad significa que el punto de partida, la disciplina y el método de investigación sean descubiertos y adaptados por ella misma y no impuestos.
La religión parte de una premisa distinta: la creencia por la fe. Las creencias tienen su base en la revelación, no en la investigación. Un testimonio superior se le presenta al hombre y este lo acepta. El cristianismo no es diferente. La mejor demostración la encontramos en el Evangelio de San Juan cuando “los fariseos le dijeron: Tú das testimonio acerca de ti mismo; tu testimonio no es verdadero.
8:14 Respondió Jesús y les dijo: Aunque yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo, ni a dónde voy. 
8:15 Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie. 
8:16 Y si yo juzgo, mi juicio es verdadero; porque no soy yo solo, sino yo y el que me envió, el Padre. 
8:17 Y en vuestra ley está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero. 
8:18 Yo soy el que doy testimonio de mí mismo, y el Padre que me envió da testimonio de mí. 
8:19 Ellos le dijeron: ¿Dónde está tu Padre? Respondió Jesús: Ni a mí me conocéis, ni a mi Padre; si a mí me conocieseis, también a mi Padre conoceríais.” (S. Juan VIII, 13,19)

Allí se encuentra la demostración de que su enseñanza se fundamenta en el valor, fe y respeto al Padre.
El problema se presenta cuando el hombre religioso quiere conocer y comprender el significado de la verdad revelada. Aquí renace el espíritu investigativo del ser humano. El hombre reconoce la verdad revelada, sabe que está allí, pero queda ahora acertar como acercarse a ella, comprender su autentico significado y como vivir en esa verdad, integrada a ella.
En este momento toma cuerpo la filosofía, ya que la necesidad de investigación del hombre religioso para acercarse a la verdad revelada hace resurgir la investigación. Aunque renace con un fin especifico, no es menos cierto que se presenta con todas sus características que la distinguen. Con gran fuerza, ya que la verdad que va a investigar es la Verdad.
De allí que del cristianismo nace la filosofía cristiana. Su misión es ayudar al hombre a comprender la verdad revelada por Cristo en su significado auténtico. La filosofía griega le coloca en bandeja de plata los instrumentos. El hombre comenzaba a tener acceso al significado de la revelación cristiana gracias a la especulación helénica.
Tras el tránsito de Jesús por esta existencia, la Iglesia que comienza a conformarse, se da por tarea el acercar a los hombres el significado esencial del mensaje cristiano. Cierto es que ni Jesús ni los apóstoles instituyeron el episcopado monárquico ni el ministerio, mas si encontramos en la Carta de Pedro la idea del sacerdocio universal de todos los fieles. Los primeros elegidos como funcionarios eclesiásticos fueron Esteban, Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás prosélito de Antioquia. Estos fueron presentados “ante los apóstoles, quienes, orando, les impusieron las manos”. (Hechos VI, 5,6) Ahora, los historiadores afirman que la primera mención de ordenación de sacerdotes data de la época de Hipólito de Roma, muerto el año 235 d.C. Estos hechos se encuentran registrados y lo importante era la misión de reunir a la humanidad en una comunidad universal –catolicismo- en la cual el valor de cada persona se funda en su capacidad de vivir de acuerdo a los preceptos cristianos. La tarea de comprensión del significado de los mismos, se le encomendó a la filosofía, pero ya cristiana.
Ahora hay que tener presente que la investigación en la filosofía cristiana no tiene por finalidad descubrir nuevas verdades. Eso es imposible. Ni siquiera desarrollar la verdad del cristianismo primitivo. La filosofía cristiana sólo puede encontrar el mejor camino para que la humanidad descubra y haga suya la revelación.
La Iglesia cristiana tiene la obligación de esclarecer la verdad para que cada hombre tenga una guía y un límite, que nunca se lo podrá dar la razón y si lo encuentra en la filosofía cristiana. De allí que la Iglesia en sus Concilios, que son asambleas solemnes, define las doctrinas que formulan el significado esencial del testimonio que se expresan en los dogmas.
De lo anterior inferimos que la filosofía en el cristianismo tiene sus linderos bien definidos. Se pierde el sentido original de la filosofía griega que le permite en la investigación inicial fijar los términos y el significado de su problema; aquí, en el cristianismo, los términos y la naturaleza del tema ya le han sido dados.
La importancia reside, desde luego, en que la filosofía ha mantenido con fuerza la inmutabilidad del significado esencial del mensaje cristiano, la fuerza y la eficacia de su misión espiritual.
De allí que el cristianismo se presentó como la última y más completa manifestación de la filosofía, ya que el problema de la Verdad ya está resuelto.
La masonería, de su lado, entiende que emblemáticamente la Verdad está allí, en el Oriente Eterno. Su representación en el Taller se encuentra en el Ara. Esta Verdad está velada por símbolos y alegorías. La filosofía es la gran herramienta para desentrañar estos símbolos y alegorías. Las herramientas: mazo, cincel, regla de 24 pulgadas, escuadra, compás y muchos otros, nos ayudan a desarrollar nuestra guía y límites. Los ritos nos muestran el camino: la vereda del iniciado, llena de obstáculos a vencer. El giblim, o albañil de sí mismo, trabaja su ashlar, o piedra en bruto, con la fuerza de convicción de quien al elevar su Templo Interior, aplomado y nivelado, encontrará el significado del descubrimiento, entre la escuadra y el compás.


Bibliografía.-

*- Abbagnano, Nicolás. Historia de la Filosofía. 2da edición. Montaner y Simon, S.A. Barcelona, España 1964

*- Backhouse E., Tylor C. Historia de la Iglesia Primitiva. Tomo I. Libros CLIE. Barcelona. España. 1986

* Blázquez Marinez, Joé María. El Nacimiento del Cristianismo. Editorial Síntesis. Madrid, España 196

Internet: Wikipedia

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