Antes de entrar en el tema que nos ocupa, vamos a
recordar la definición de la palabra símbolo de acuerdo al diccionario de la
RAE:
“Símbolo. (Del lat. simbŏlum, y este del gr.
σμβολον). m. Representación sensorialmente perceptible de una
realidad, en virtud de rasgos que se asocian con esta por una convención
socialmente aceptada.
2. Figura retórica o forma artística, especialmente
frecuentes a partir de la escuela simbolista, a fines del siglo XIX, y más
usadas aún en las escuelas poéticas o artísticas posteriores, sobre todo en el
superrealismo, y que consiste en utilizar la asociación o asociaciones subliminales
de las palabras o signos para producir emociones conscientes.
3. Ling. Tipo de abreviación de carácter científico
o técnico, constituida por signos no alfabetizables o por letras, y que difiere
de la abreviatura en carecer de punto; p. ej., N, He, km y $ por Norte, helio,
kilómetro y dólar, respectivamente.
5. ant. santo ( nombre que servía para reconocer
fuerzas como amigas o enemigas). ~ algébrico. m. Letra o figura que representa un número
variable o bien cualquiera de los entes para los cuales se ha definido la
igualdad y la suma. ~ de la fe, o ~ de los Apóstoles. m. credo ( oración).
En las distintas variantes de la definición de símbolo encontramos dos constantes: es una representación sensorialmente perceptible de una realidad y, segundo, es socialmente aceptada.
En las distintas variantes de la definición de símbolo encontramos dos constantes: es una representación sensorialmente perceptible de una realidad y, segundo, es socialmente aceptada.
Entonces encontramos la razón que sustenta la
afirmación: “el mundo espiritual de los egipcios no es asequible sin más a
los occidentales de nuestro tiempo”. Y es que los antiguos egipcios vivían
en un mundo de imágenes. De ahí que las formas primarias del pensamiento
egipcio sean el símbolo y la imagen los cuales, en incontables ocasiones, se
entremezclan de manera inseparable. Esa manera de percibir al mundo no es
socialmente aceptada por el hombre de hoy. Y es que los habitantes del valle
del Nilo no participaban nuestra lógica racional. La magia simbólica y los
relatos de naturaleza mítica presidían hasta los actos de Estado. Eso que
parece tan contradictorio al hombre occidental contemporáneo, era usual, común,
en el Egipto milenario.
Las imágenes dominaban el principio formal. Para
nosotros no tiene lógica que el cielo se represente como una vaca, o que el
escarabajo sea venerado como el símbolo del dios Sol. El egipcio entendía que
el cementerio debía estar en el occidente del país ya que el sol se pone en el
oeste para recomenzar su trayecto en la mañana, así los muertos pueden lograr
su desplazamiento hacia la nueva vida. Existe una correspondencia real que se
da entre las cosas, en la relación entre el microcosmos y macrocosmos intuida
por la mente y visualizada por los ojos. Si para el hombre actual el mundo es
enigmático, no era menos para el habitante antiguo.
En la actualidad nos colocamos frente al universo e
intentamos comprenderlo midiendo y calculando. Sobre la data obtenida analiza e
infiere. En el mundo antiguo: egipcios, babilonios, griegos, entre otros, no
intentaron contar las estrellas, sino realizaban una disposición gráfica que
muestra o representa cosas relacionadas entre sí, facilitando su visión
conjunta. Las identifica con imágenes y ese cielo estrellado se transforma en
un libro ilustrado que le permite a la humanidad dar pasos de avances de
inmenso valor. Ese encuentro en el espacio celeste de lo divino con el sentido
de la existencia, se intenta conservar fijándolo en imágenes.
Para el hombre contemporáneo hay diferencias entre
la realidad y el símbolo. Este es irreal y abstracto. Va más allá de la forma
concreta. Pero para el mundo arcaico no. En el pensamiento mágico la imagen y
su original son la misma cosa. La imagen es real. El nombre de una persona es
algo más que una forma de identificarla. Es un componente de su existencia y a
través del nombre se puede hacer daño al portador. El color rojo simboliza la
vida, pero no queda allí. No. El color rojo la mantiene y posibilita la
resurrección. El mundo mágico religioso del Antiguo Egipto es inclusivo. La
magia es una forma de relacionarse con el mundo, la religión con dios. De ahí
que ambas prácticas no se excluyan mutuamente, sino todo lo contrario: se
complementan.
Hike
En el marco de la comprensión mágico religiosa, existe una fuerza misteriosa conocida como “Hike”. Hike, Heka o Heket, se representa como un dios o diosa que lleva sobre la cabeza un estandarte con una rana y que sujeta en sus manos dos serpientes.
En el marco de la comprensión mágico religiosa, existe una fuerza misteriosa conocida como “Hike”. Hike, Heka o Heket, se representa como un dios o diosa que lleva sobre la cabeza un estandarte con una rana y que sujeta en sus manos dos serpientes.
Presente desde el Reino Antiguo, más que un dios es
la personificación del poder del Sol. Aunque tradicionalmente se ha traducido
como magia, en opinión de muchos egiptólogos, sería más acertado decir que es
el poder que permite obtener fines más allá del alcance de la acción y la
expresión normales. Como dios asociado a los poderes mágicos y sortilegios, es
la personificación de la magia divina que produce la vida, el poder mágico del
sol y el poder de la palabra.
Forma parte de la comitiva de la barca solar, encargada de la defensa de Ra y es uno de los responsables de repeler a la dañina serpiente Apofis que lucha cada noche para atacar y eliminar al Sol. Presente también en los Textos de los Sarcófagos, aparece como dios primordial; sin embargo, poseía un clero compuesto de médicos-magos.
En los Textos de las Pirámides se encuentran el jeroglífico “serpiente” con varios cuchillos para hacerla inofensiva. Se parte de la fe en la mencionada fuerza misteriosa que produce efectos sobrenaturales, la cual forma parte de la naturaleza de los dioses y la misma puede ser utilizada por los sacerdotes expertos, quienes, en su rol de sacerdotes funerarios, tienen la misión de exorcizar los poderes de la muerte y de asegurarle al difunto una “existencia” feliz.
Forma parte de la comitiva de la barca solar, encargada de la defensa de Ra y es uno de los responsables de repeler a la dañina serpiente Apofis que lucha cada noche para atacar y eliminar al Sol. Presente también en los Textos de los Sarcófagos, aparece como dios primordial; sin embargo, poseía un clero compuesto de médicos-magos.
En los Textos de las Pirámides se encuentran el jeroglífico “serpiente” con varios cuchillos para hacerla inofensiva. Se parte de la fe en la mencionada fuerza misteriosa que produce efectos sobrenaturales, la cual forma parte de la naturaleza de los dioses y la misma puede ser utilizada por los sacerdotes expertos, quienes, en su rol de sacerdotes funerarios, tienen la misión de exorcizar los poderes de la muerte y de asegurarle al difunto una “existencia” feliz.
La simbología en la relación macrocosmos microcosmos
El razonamiento mágico se encuentra en aquellos
pueblos que comprenden que todos los fenómenos están relacionados entre sí por
una participación mística. Parte de ahí el desarrollo del razonamiento mítico y
en ese proceso de transición el hombre ya no observa el mundo como síntesis y
ahora se reconoce a sí mismo como un ser envuelto en la polaridad cósmica. El
hombre realiza la experiencia del espacio y del tiempo. Para el egipcio los
mitos eran “hechos de los dioses al comienzo de los tiempos, pero estos sucesos
eran símbolos que expresaban la organización actual de las cosas”.
La figura que representa al dios aire Shu separando
el cielo (Nut) de la tierra (Gueb), es un acto simbólico de la toma de
conciencia del Arriba y del Abajo, de la Luz y de la Oscuridad, del Bien y del Mal.
Allí encontramos el devenir simbólico del pensamiento mágico que se integra al
pensamiento mítico.
Se consideraba que Shu posibilitaba al difunto su
ascensión al cielo. Como señor del aire, es la atmósfera que separa la tierra
del cielo, o sea, es el espacio vacío que existe entre el cielo (Nut) y la
Tierra (Gueb), el aire y la luz que da lugar a la existencia de vida y su
ocupación eterna era mantener separados el cielo (Nut) y la tierra (Gueb) para
que el caos no se apoderara del universo; aunque según Plutarco, lo hizo por
orden de Ra. El resultado es que gracias a la creación de ese espacio
intermedio entre el cielo (Nut) y la tierra (Gueb) se podía difundir la luz
solar, garantizando así a su padre (Atum-Ra) un espacio diferenciado que le a
él permite volver cada día.
El encuentro con el centro de la existencia
Por medio de los ornamentos geométricos, el hombre
del neolítico expresa su visión mágica del mundo. Más allá de la exigencia de
los materiales y la tecnología, o de la necesidad instintiva de imitar, el ser
humano de la época Predinástica concibe la ornamentación simbólica como un
símbolo.
En los mapas se registraba la “geografía del más
allá” y se pintaban en el fondo de los ataúdes. Era la guía necesaria para
conducir al difunto en zona desconocida. El arte era utilitario en función del
culto y la magia. No se puede hablar del arte arcaico egipcio con la misma
óptica que tenemos hoy día del arte en Occidente. En la arquitectura
monumental, representada en las pirámides o las pinturas funerarias de Tebas,
no figura nada que no sean símbolos y estos comprensibles para la clase
sacerdotal y para aquellos iniciados en el conocimiento esotérico egipcio. Los
médicos pertenecen a una clase sacerdotal. Las normas que rigen la higiene y la
prevención de enfermedades son mandamientos. Los funcionarios jurídicos son los
“sacerdotes de Maat”. Todo el ordenamiento ciudadano lo da el dios creador.
Todo esta impregnado por la religión y esta, a su vez, es un conocimiento
exclusivo de los iniciados.
La afirmación anterior no puede hacernos pensar que
el arte egipcio era inmutable. Rígido. Estático. No, en absoluto. La imagen
original de la “pantera volante”, el símbolo del cielo (pantera) y del sol (el
halcón de la mañana como hijo y el hombre de la tarde como padre) se fue
cambiando en la del “disco solar volante” (sol con alas). De allí la
importancia de comprender lo que el símbolo en sí mismo significa para el hombre
de aquellos tiempos.
Cuando el egipcio observa un símbolo que para un
occidental puede representar una barca, la pirámide, la flor de loto, la garza,
la rana, piedra preciosa o cualquier otro, no piensa en la superficie de la
cosa o en la forma del símbolo. Al encontrarse con el emblema tiene la
sensación de encontrarse con el infinito. Se aleja de los motivos cotidianos y
se adentra en el camino que lo convoca al centro de la existencia. El símbolo
lo conduce al origen y a la muerte, la luz y la oscuridad, el bien y el mal. Es
un resumen de ese “mundo distinto” que poco tiene que ver con el aquí y el
ahora. Complejo cosmos al cual accede por medios de las categorías simbólicas
típicas que le permiten ir y asistir de los pequeño a lo grande, de los fragmentario
a la totalidad, de lo efímero a lo eterno.
Este concepto se nos hace difícil a los habitantes
de este tercer milenio ya que el símbolo no pretende explicar de una manera
racional las misteriosas relaciones existentes en las leyes naturales que rigen
los fenómenos del mundo. De allí que el título de “Guarda del Secreto”,
existente en el Imperio Antiguo, era tan importante ya que el conocimiento del
orden cósmico es un secreto que hay que mantener a buen resguardo de lo
profano.
Al momento de convocarse al iniciado, el símbolo
tiene la función de tutelarle en la senda hacia algo superior y de revelárselo
al mismo tiempo. Pero el símbolo, igualmente, tiene la misión de esconder el
conocimiento al ignorante, quien nunca sabría darle buen uso.
Uno de los títulos existente es el “Guarda del
Secreto de la Cámara del Vestuario”. Pocos sabían cómo y en qué ocasiones había
que usar las diferentes partes del traje ceremonial. Situar cada vestido o joya
en el mito. El acto de vestirse, en sí mismo, es simbólico.
Símbolos: arquetipos en el alma del ser humano
Algunos podrán creer que en el repertorio simbólico
egipcio se encuentran ambivalencia. Que los hay bipolares. Que Osiris, por
ejemplo, considerado dios del infierno y, al mismo tiempo, señor del cielo; es
el Sol poniente y naciente, perecer a manos de su hermano Set y ser inmortal.
La diosa Bastis aparece como una gata amable, festejada por las mujeres con
música y bailes. Sus sacerdotes son médicos. Sin embargo, la diosa bajo el
nombre de Sacmis, aparece como una cruel devoradora, una feroz batalladora en
forma de leona.
Carl Gustav Jung (1875-1961) psiquiatra y psicoanalista suizo, fundador de la escuela analítica de la psicología, quien realizó una variación sobre la obra de Sigmund Freud y el psicoanálisis, interpretando los problemas mentales como un modo patológico de procurar la autorrealización personal y espiritual, estableció que los símbolos no están sujetos a tiempo y lugar y que la mayoría se rigen por leyes independientes de la tradición ética y de la religión. Los psicólogos han constatado que las imágenes le vienen al hombre también desde el fondo de su alma, del subconsciente y no solamente del mundo visible. Que estas imágenes se le aparecen al individuo en los sueños o en estados semiconsciente. Esto es lo que Jung define como arquetipos.
Carl Gustav Jung (1875-1961) psiquiatra y psicoanalista suizo, fundador de la escuela analítica de la psicología, quien realizó una variación sobre la obra de Sigmund Freud y el psicoanálisis, interpretando los problemas mentales como un modo patológico de procurar la autorrealización personal y espiritual, estableció que los símbolos no están sujetos a tiempo y lugar y que la mayoría se rigen por leyes independientes de la tradición ética y de la religión. Los psicólogos han constatado que las imágenes le vienen al hombre también desde el fondo de su alma, del subconsciente y no solamente del mundo visible. Que estas imágenes se le aparecen al individuo en los sueños o en estados semiconsciente. Esto es lo que Jung define como arquetipos.
Arquetipos que entran en la consciencia en forma de
mitos y símbolos. Como los arquetipos se encuentran en el alma de los hombres,
estos pueden emerger a la conciencia de cualquier pueblo y en cualquier tiempo.
Los símbolos del gato y del león –Bastis y Sacmis- pertenecen al arquetipo de
la “Gran Madre” que da a luz y devora, diosa de la Tierra de la que proviene y
regresa todo ser viviente.
La psicología de Jung explica por esta vía la
existencia en el arcano mundo egipcio de ideas e imágenes que se conocen –antes
o después- en otras regiones. El dios que desciende a la tierra, del agua de
vida, del arca sagrada, del camino al otro mundo, entre otros.
Simbología egipcia: custodia del verdadero conocimiento
Desde tiempo arcano el rey egipcio personificaba al
dios Horus. Es el simbolismo del dios que desciende a la tierra. En tiempos
primitivos, de acuerdo a la tradición mítica, Osiris, el hijo del dios tierra
Gueb y de la diosa cielo Nut, le dio al país del Nilo leyes y le enseño a
respetar a los dioses. A su muerte, le sucede Horus en el dominio de Egipto. De
allí la simbología real que Osiris es el rey que fallece y que Horus es el rey
“en el trono de los vivos”. El poder real es una encarnación del poder divino.
El rey es la personificación del dios Horus.
Así el rey al morir se transforma en Osiris y todos
son sucesores del dios Osiris. A partir de la Dinastía IV, al rey se le
denomina, además, hijo del dios Re o, simplemente, “imagen viva en la tierra”
de su padre.
De lo anterior se desprende que la simbología
egipcia no es rígida en absoluto. Pero en su esencia, mantiene la concepción de
su conocimiento y creencias. El templo de Amenofis III en Luxor muestra como el
dios Amón asume la forma del rey actual y en la unión con la reina, garantizaba
la sucesión divina del heredero. Ese modelo o, en palabras de Jung, arquetipo,
se expresó ya bien entrada en nuestra era con la teoría del derecho divino de
las monarquías occidentales.
En el sarcófago de Tutankhamón se observa, sobre su
frente, el buitre y la serpiente que simbolizan a los dos países: el Bajo y el
Alto Egipto. Señalamos estos con el fin de observar la importancia del mundo de
los símbolos y para que este ejemplo nos ayude a comprender un poco más en el
significado compartido por el colectivo, pero no para encontrarnos con el
verdadero significado de los mismos, ya que ello, como se ha dicho en párrafos
anteriores, corresponde al conocimiento de los iniciados.
El buitre de Elkab, ciudad del Alto Egipto, y la
serpiente de Buto, en el Delta, son los animales heráldicos de los dos países.
El buitre es el animal sagrado de la diosa Nekhbet y simboliza la corona blanca
del Bajo Egipto. La serpiente se refiere a Uto y simboliza la corona roja del
Alto Egipto. Allí tenemos dos animales heráldicos, dos coronas y dos diosas:
tenemos entonces la expresión dualística egipcia de que el mundo percibido por
los sentidos ha nacido de la división de una unidad original. Todo este
interesante simbolismo se desprende de los hallazgos arqueológicos en torno a
la institución real egipcia.
Siguiendo en el campo de la institución real,
encontramos que en la mitología propia de otras latitudes, por ejemplo Grecia,
se encuentra el paso de las regiones de los dioses a la de los mortales. Esto
no ocurre en la egipcia. El rey es el único vínculo entre ambas zonas. El rito
de entronización se encuentra lleno de símbolos. Primero, el candidato al
trono es purificado con el agua de la vida, para “que se volviera tan joven
como Ra”, quien también se purificó antes de emprender su viaje por los cielos.
La víspera de la coronación se erigía lo que se conoce como la pilastra Dyed,
lo que seguramente es un rito de fertilidad. La coronación es llevada a cabo
por los dioses. Luego, el rey disparaba una flecha a cada uno de los puntos
cardinales asumiendo así, simbólicamente, el dominio sobre el mundo.
La cruz ansada o ansata, la lleva el rey en la
mano. Es símbolo de ser portador de vida. En su corona lleva la serpiente de
oro (Ureo), símbolo del centelleante ojo del sol que destruye a los enemigos de
la luz. El rey es el garante del orden terrestre y cósmico.
Estos poderes divinos se renuevan al término de
unos treinta años de mandato por medio de la fiesta del Jubileo (heb-sed). El
hecho de hacerlo a los treinta años puede estar basado en el ciclo orbital de
Saturno. En el sur de la India se lleva a cabo una fiesta similar tras doce
años de reinado; que corresponde al ciclo orbital de Júpiter. La fiesta del
Jubileo representa la muerte y resurrección del rey, por lo que alcanzaba nueva
fuerza vital. Esta celebración también se encuentra en culturas antiguas de
Europa y en otras partes del mundo. El elemento común a estas fiestas es el
hecho de que la posición de las constelaciones era decisiva al determinar la
fecha de la muerte ritual. En Kordofán, región situada en el centro del actual
Sudan, se apagaban todos los fuegos con lo que se simboliza la extinción de la
ley y el orden. Por analogía, la ceremonia de “encender el fuego” recibe un
especial significado en la fiesta egipcia del Hebsed o Jubileo, ya que el rey
mismo encendía el nuevo fuego y garantizaba así la luz y la vida. Esto, en
apretada síntesis, es lo que la arqueología y otras ciencias de la cultura
recogen del mundo simbólico egipcio. Nada que ver con los textos esotéricos los
cuales profundizan en su significado, pero el mismo es sólo para iniciados. Lo
importante de esta lectura, es que, sin temor a equivocarnos, la ciencia
exotérica cada día encuentra elementos que ratifican la importancia y la
profundidad del saber esotérico.
Bibliografía
Lurker,
Manfred. Diccionario de dioses y símbolos del Egipto Antiguo. Indigo.
Barcelona, España. 1991
Becker,
Udo. Enciclopedia
de los símbolos. Robin Book. Barcelona, España. 1996.
Landmann,
Michael. Antropología filosófica. UTEHA. México. 1961
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