Se comienza a llamar Renacimiento la época que
comienza en Italia el surgimiento de la Academia platónica y las tendencias
aristotélicas. La historiografía identifica otro Renacimiento, el Renacimiento carolingio,
llamado así porque se da en la corte de Carlomagno en la Francia del siglo IX.
Si nos retrotraemos todavía más en el tiempo, en las Epístolas de San
Pablo encontramos el concepto del hombre que nace de nuevo, del hombre carnal
al espiritual, que es un significado que pasa de la patrística a la
escolástica. Pero cuando se habla de Renacimiento a secas, se entiende éste
movimiento que nace en Italia y se expande por Europa y es génesis de muchas
escuelas y tendencias.
El Renacimiento abarca todas las expresiones del
ser humano, pero atenderemos las actitudes filosóficas más importantes de este
tiempo, que se identifica con el humanismo y, al tener como centro el hombre,
despierta un interés por la experiencia, la cual va desde el mundo exterior
y la ciencia, hasta el interior del individuo. Es tiempo de retomar y
reelaborar el mundo de la Antigüedad y de allí, el surgir de una cantidad de neos
que abren un mágico abanico de diversas formas de humanismos, generando desde
el neopitagorismo, neoplatonismo, neoaristotelismo, neoepicureísmo,
neoescepticismo y más; un humanismo realista, humanismo liberal, naturalismo,
ilustración, positivismo, mecanicismo y más.
El paso de la Edad Media a la Edad Moderna es en
absoluto brusco. El humanismo, característico del Renacimiento, no es exclusivo
de este tiempo. La sabiduría clásica también se estudia en el Medioevo. Pero el
espíritu renacentista le imprime un nuevo giro al retomar la libertad de
investigación filosófica propia de los clásicos griegos y en ese camino,
recuperan a Sócrates, Platón, Aristóteles, Plotino y otros pensadores clásicos
y helénicos. El concepto de humanidad se entrelaza con el de historicidad y
desmarcan definitivamente la especulación renacentista de la escolástica. Surge
la necesidad de comprender la realidad histórica, del momento en que se
establece una tesis, del valor de la filología, el humanismo renacentista busca
liberar a los clásicos del tratamiento a histórico que le aplican los
escolásticos. La filología adquiere un valor fundamental ya que sin filología
no hay Humanismo. Hablar de Platón y Aristóteles no es asumirlo en la frialdad
de los libros llegados a través de traducciones o de textos comentados, sino
tratar de buscar el significado genuino y soñar con descubrir sus ideas en su
verdadera intensidad, pese a las deformaciones que habían sufrido a los largo
de la practica medieval. Esa fidelidad histórica marca al pensador renacentista
y sobre esa base, trazan sus trabajos y defienden en acaloradas polémicas, sus
descubrimientos. Quizás la revelación más trascendente es el redescubrir las posibilidades
que el hombre de la Antigüedad encontró en sí mismo, y que ahora se retoman
para abrir nuevas sendas, que pronto veremos en escuelas y grandes filósofos,
artistas, literatos, en fin, no se dedicaron a copiar el pasado, si a
investigarlo en su mejor comprensión de aquella realidad que aunque lejana, se
abre para llamar a una nueva creación, recrear hermoseando el espíritu con el
saber del ayer y el rocío de un nuevo amanecer.
Es tiempo de descubrimientos que adornan con un
sentido de la estética que llega al alma y que mejor descifrar el lenguaje que
llega al alma, que por la filosofía y las bellas artes. Por eso, en el
Renacimiento tenemos tanto de filosofía en la literatura, la poesía y, en
general, en las bellas artes.
Ese hilo conductor lo encontramos en Dante
Alighieri, formado en la escolástica medieval, se hunde en el abismo para salir
renovado por las aguas del Leteo y del Eunoé. De allí, a través de las esferas
celestes, hasta el umbral del propio gran misterio, el de Dios. Así como Er
regresa del viaje ultramundano en el mito platónico, Dante regresa para enseñar
a la humanidad la necesidad de renacer para poder realizarse plenamente y esto
solamente se logra volviendo a su principio. La Divina Comedia y toda la
obra de Dante canta a la realidad humana a través del símbolo y la alegoría,
donde expone las miserias humanas y la exigencia que tiene el hombre de
reconocerla, comprender el llamado de renovación individual y renacer en un
mundo en que predomina la renovación espiritual.
Toda la obra de Dante es un tratado de filosofía
perenne, de esoterismo en su más genuina expresión, impregnado de neoplatonismo
y de otras doctrinas de la época helenística. Su inmenso valor literario, se
corona con el significado de sus alegorías y símbolos que resguardan el camino
hacia la verdad inmanente.
Dante: La Divina Comedia
Adentrarse en el mundo de Dante por medio de la
Divina Comedia, es ingresar a un universo de perfecto orden producto del
poder infinito de Dios. Este viaje espiritual por la creación comienza en el
Infierno, sigue por el Purgatorio, llega al Paraíso, para finalmente colocarse
en ese estado fuera del tiempo y del espacio en que Dante es llevado ante Dios.
Este mundo, el de Dante, es el de la Edad Media,
pero cargado de esoterismo no exento de influencias helenísticas. Abajo, en el
inframundo, arriba, se ubica Dios, el autor de este orden. Todo este entramado
está perfectamente conectado, lo cual conforma un todo enigmático para quien
desconoce las enseñanzas iniciáticas. El cosmos se presenta con un mensaje
oculto en símbolos y alegorías, que escapa al lector no apertrechado de
conocimientos herméticos.
En este viaje a través del universo de Dante, se
encuentra un compendio del saber teológico de la Edad Media, enmarcado en la
comprensión cósmica de una narración que te convoca a la transformación
interior para alcanzar el cenit.
La narración no está exenta de simbología
esotérica. El tres, el número sagrado de la Trinidad, de tanto significado en
la filosofía perenne así como en la cábala, la masonería y en el hermetismo en
general, se hace presente recurrentemente. La obra está dividida en tres
partes: Infierno, la montaña de purificación o Purgatorio, y el Paraíso.
Estos libros se componen en treinta y tres cantos cada uno, que sumados al
canto introductorio, suman cien lo que equivale al número de la perfección: el
Uno.
Tanto el Infierno, como el Purgatorio,
y el Paraíso, están divididos en nueve tramos, o sea, tres al cuadrado.
La métrica de la Divina Comedia, es el terceto o terza rima, o
sea, se basa en el tres. Tres animales salvajes simbolizan la lujuria (la
pantera), la soberbia (un león) y la avaricia (una loba).
El viaje al averno, y sus nueve círculos
infernales, perfectamente simboliza el viaje al centro de la tierra donde
fallece el ser profano y reinicia su existencia en búsqueda de la luz. Pero
antes de llegar al camino de la luz, debe purificarse y para ello debe viajar a
través del Purgatorio, con el fin de recrearse y hacerse digno de una
calificación ética tras haber superado pruebas que demuestran estar liberado de
los siete pecados capitales: soberbia, envidia, pereza, ira, gula, lujuria y
avaricia. Para alcanzar a Beatriz, la amada de Dante, símbolo de la sabiduría,
debe pasar por un muro flamígero, o la prueba de purificación por fuego.
Lograda la prueba, llega al Cielo que también responde a un orden jerárquico
conforme a la concepción ptolemaica del mundo, el cual, de acuerdo a las ideas
de Aristóteles y Ptolomeo, en el centro se encuentra la Tierra y alrededor se
hallan abovedadas siete esferas celestes en la que están fijados el Sol, la
Luna y los planetas conocidos: Mercurio, Venus, Martes, Júpiter y Saturno. Sobre
estas esferas, se encuentra la de las estrellas fijas y, rodeando este
universo, la esfera primium mobile, que pone en movimiento este cosmos.
Más allá de estos nueve cielos, se encuentra el Paraíso celestial, el
reino de Dios o Empíreo.
Recordemos que estas esferas celestiales no son
regiones materiales, existiendo un mar de luz creciente. Dante finaliza su
viaje cuando descubre la naturaleza de Dios simbolizada en una luz eterna, pura
y brillante. Una vez contemplado el amor en su estado más excelso, transformado
en su interior, retorna a la tierra.
Bibliografía
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