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martes, 25 de abril de 2017

El Medioevo y la Antropología Filosófica Masónica (I)



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La Edad Media la abordaremos, sucintamente, con la descripción de la escolástica, como doctrina distintiva. No es que la elaboración filosófica teológica del Medioevo no tenga interés para la masonería, en absoluto, sino que para los alcances de este trazado consideramos suficiente con abordar las características de la escolástica, lafilosofía musulmana y de la hebrea.
La escolástica
La escolástica es el saber teológico-filosófico que se cultiva en las escuelas medievales. Sus fuentes se encuentran, esencialmente, tanto en la Patrística como en Agustín y, por medio de éstos, se filtran elementos helenísticos, especialmente neoplatónicos y de la filosofía arábigo-judía. Ya sobre el siglo XII se hace presente con gran fuerza las traducciones al latín de la obra de Aristóteles, con los comentarios de Avicena y de Averroes.
La palabra latina scholasticus distingue en los inicios del Medioevo al maestro de artes liberales, o sea, que trabajaba con las disciplinas del Trivium: la gramática, la lógica y la retórica; y el Quadrivium: aritmética, geometría, astronomía y música. Luego en el tiempo, el scholasticus, también enseña filosofía o teología, y pasa a ser reconocido como magister y da sus clases en la escuela monacal y posteriormente en la universidad.

La filosofía escolástica está al servicio de la teología como filosofía cristiana. El método que implanta es la lectio o conferencia que explica y comenta los textos tradicionales, utilizando el procedimiento socrático del diálogo sometido a reglas específicas denominadas disputas, de las disputas surgen las quaestiones. Éstas exponen en su orden las razones en pro, luego las razones en contra y después las diferencias se solucionaban positivamente en la demostración y se dan respuestas a las objeciones.  Igual se utilizan las sumas teológicas, las filosóficas y los opúsculos, que son reservados para investigaciones específicas.
De esta época es importante destacar la fundación de universidades en la que se estudia, como hemos apuntado, el Trivium y el Quadrivium, además de la filosofía y/o teología, generando una gran actividad intelectual y científica entre las órdenes cristianas.
Ya para los siglos XIV y XV se desarrolla una escolástica tardía que se dedica a la investigación de la naturaleza, al tiempo que florece la mística alemana con el Maestro Eckhart, exponente del platonismo.   
La escolástica presenta una serie de características que debemos tener presentes: primero, la escolástica no es, como la filosofía griega, una investigación autónoma, que afirme su libertad frente a la tradición. La tradición enmarca el fundamento y la norma de la investigación. La verdad es revelada por las Sagradas Escrituras, y su interpretación se hace a través de las definiciones dogmaticas que la comunidad cristiana realiza por medio de los Padres de la Iglesia y doctores iluminados por Dios. La misión del hombre es acercarse a esa verdad, comprenderla, en cuanto sea posible y, con la ayuda de la gracia, hacerla propia como fundamento de su vida religiosa.
Segundo, la tradición religiosa, por medio de los órganos de la Iglesia, proporciona al investigador la guía luminosa ya que el hombre no puede confiar en sí mismo, porque es propenso al error. Es una obra en común, no individual, donde la persona debe recurrir a aquellos a quienes la Iglesia le reconoce como inspirados y sostenido por la gracia divina.
Tercero, es común la práctica de la autoritas, que es la decisión de un concilio, una frase bíblica, una sententia de un Padre de la Iglesia. El individuo debe y busca sentirse apoyado y sostenido por la responsabilidad colectiva de la tradición religiosa.
Cuarto, no hay nueva elaboración, ex novo, en doctrinas o definiciones. La verdad está dada por la revelación, por lo tanto, no hay que encontrar la verdad. Toma de la tradición religiosa la norma, y de la filosófica los instrumentos y el material de la misma investigación. La doctrina de Platón y Agustín, primero, y luego Aristóteles, les suministran los instrumentos y el material de la investigación.
Una característica de la escolástica, según Abbagnano, es el peculiar sentido de historicidad que muestra. Para ellos todos los filósofos se encuentran en un mismo plano, como contemporáneos, como si la mentalidad es la misma, independientemente del lugar y la época en que viven. Otra distinción es la llamada ancilla theologiae, o sea, la filosofía como tal es tan sólo un medio, no un fin en sí misma.
Se tiende a presentar la filosofía medioeval como un resultado colectivo donde el individuo se disuelve en una unidad y continuidad. No olvidemos que la escolástica es un producto humano, y como tal, llegar a esa homogeneidad solo es posible es sociedades pequeñas y cerradas, lo que en absoluto es la Europa de la Edad Media. Si hay una semejanza en la escolástica es la unidad del problema, no la uniformidad del contenido. Los investigadores, a través de los siglos, abordan el mismo problema desde ópticas distintas y allí radica la fecundidad de la escolástica. De lo anterior se desprende el porqué ha perdurado tantos siglos o, en su defecto, ocupado tanto el tiempo de los historiadores de la filosofía. La escolástica perdura en el tiempo, y siempre hay estudiosos que se enmarcan en sus límites, abordando su tema central, iluminados por la tradición religiosa. Toda investigación filosófica, nos dice Abbagnano, subordinada a una tradición religiosa puede llamarse escolástica, ya que la escolástica no es un cuerpo de doctrina, sino la vida de un problema determinado.
La escolástica transita desde el siglo IX hasta el Renacimiento por varias etapas, que vista desde el ángulo de la relación entre la fe y la razón, marcan diferencias sustanciales. La primera, esta relación se entiende como una armonía intrínseca y sustancial de las dos actividades y coincidencia de sus resultados. Segundo, se presenta un acuerdo parcial y como una posibilidad para cada una de las dos actividades de conseguir resultados independientes. Finalmente, la relación entre fe y razón ya no se considera como una armonía necesaria, admitiendo la posibilidad de que tal relación se resuelva en un contraste entre los dos términos.
Tras las invasiones bárbaras y la toma del sur de Europa por parte de los árabes, Carlomagno se impone del deber de reconstruir intelectualmente a Europa. Esa inmensa tarea se la entrega a Alcuino, quien nace en Inglaterra el año 730 y se forma en la escuela episcopal de York.  
Alcuino es el gran organizador de la enseñanza en el reino franco. Ordena los estudios según el Trivium y el Quadrivium, que llama las siete columnas de la sabiduría. Sus trabajos se realizan sobre la base de la filosofía platónica y Agustín.
Juan Escoto Eriúgena es un pensador irlandés del siglo IX quien le da un sacudón a la pobreza cultural que se observa en su tiempo. Su influencia platónica y la tendencia hacia el panteísmo le distinguen. Su obra es extensa, pero vamos a referir solamente su concepto de divinidad del hombre.
Todas las cosas nacen de Dios, único ente verdadero, en forma de emanaciones o participaciones, que se suceden en etapas. Para Escoto, el hombre tiene un valor divino y superior y su perfección es tan grande, que ni siquiera el pecado original pudo destruirla. Con el pecado original el hombre no perdió su naturaleza que, al ser imagen de Dios, es incorruptible. El hombre pierde su felicidad, a la que tiene derecho, por haber cometido el acto de rebelión contra el precepto divino. Sobre esta base, establece que la muerte es para el hombre, un principio de ascensión que le lleva a identificarse con Dios. La muerte es un retorno a un antiguo estado que ha perdido al pecar. No a disolverse y perderse en el ser divino, sino a permanecer en su verdadera sustancia, reintegrarla a sus causas primeras y subsistir en su perfección completa en el ámbito del ser divino, como el aire en la luz. Nos encontramos con un neoplatonismo en la cual la naturaleza humana conserva su autonomía sustancial.
La orientación panteísta en el periodo de la escolástica lo representan Amalrico de Bena y David de Dinant.
Amalrico de Bena muere en Paris a principios del siglo XIII. Afirma que las ideas que están en la mente divina, crean y al mismo tiempo son creadas. Que Dios es el fin de todas las cosas, que vuelven a Él y permanecen y están en su unidad indivisible e inmutable. Esta teoría fue condenada por la Iglesia en el Sínodo de París el año 1210 y por el Papa Inocencio III en el Cuarto Concilio Lateranense de 1215.
El belga David de Dinant le conocemos esencialmente por la referencia de Tomas de Aquino. Según Tomas, para Amalrico Dios es esencia o forma de todas las cosas, de su lado para de Dinant es materia. Como ser originario, Dios es el ser puramente potencial. Identifica el ser en potencia con Dios, y puesto que el ser en potencia es la materia prima, identifica la materia prima con Dios.  

Bibliografía en la parte III: Filosofía Hebrea.

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