Summum bonum, en latín,
"el mayor bien", es una expresión utilizada en la filosofía,
sobre todo en la filosofía medieval y en la de Immanuel Kant, para describir la
importancia definitiva, el fin último y lo más singular que los seres humanos
deben seguir. El "sumo bien" es generalmente considerado como un fin
en sí mismo, a la vez que contiene todos los demás bienes. En la filosofía
cristiana, el bien supremo define generalmente a la vida de los justos, la vida
que llevan en la comunión con Dios y de acuerdo con sus preceptos.
El concepto, así como las consecuencias filosóficas
y teológicas extraídas de la supuesta existencia de un más o menos claramente
definido "summum bonum", podría remontarse a las primeras
formas de monoteísmo: por ejemplo, el zoroastrismo y el judaísmo. En el mundo
occidental, el concepto fue adoptado por los filósofos neoplatónicos,
describiéndose como una característica del Dios cristiano por San Agustín, en
su obra De natura boni ("Sobre la naturaleza del bien", de
alrededor del año 399). Agustín niega la existencia positiva del mal absoluto,
describiendo un mundo con Dios, como bien supremo, en el centro, con la
definición de los diferentes grados del mal como las diferentes etapas de
lejanía de ese centro.
La experiencia enseña muy pronto que todos los
deseos no pueden ser satisfechos, que están en conflicto, y que ciertos bienes
deben ser sacrificados con el fin de asegurar los demás. De ahí la necesidad de
sopesar el valor relativo de los bienes, de clasificarlos y de determinar
cuáles de ellos deben ser adquiridos a cambio de los demás. El resultado es la
división de bienes en dos grandes clases: la moral, la felicidad; y la física y
la virtud. Dentro de cualquier clase es relativamente fácil determinar la
relación de determinados cosas buenas el uno al otro, pero ha demostrado ser
mucho más difícil de arreglar la excelencia relativa de las dos clases de
virtud y la felicidad y la virtud.
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