Los masones buscamos la sabiduría para construir
nuestro templo individual de virtudes, cavar calabozos para los vicios,
trabajar en la Logia de San Juan en beneficio de la Gran Obra del G:.A:.D:.U:.,
asistiendo
al Taller con el fin de interiorizar mediante el ritual que contiene la
enseñanza iniciática, los mecanismos y herramientas que nos ayudaran a vencer
nuestras pasiones, someter la voluntad frente a las amenazas, entre otras, del
orgullo, la avaricia y la envidia; además de hacer nuevos progresos en la
masonería, trabajando con celo, constancia y fervor, con el fin de lograr que
la prudencia, la rectitud y el valor aquilatado por una prístina moral, guie
nuestros pasos en la sociedad y ser obreros útiles a la Gran Obra. Es el camino
hacia la Sabiduría.
Pero trabajemos un poco el término Sabiduría
para que cada QQ:. HH:. se motive a investigar e ir formándose su criterio en
su escuela interior de filosofar que cada masón es como ejemplo vivo del libre
pensamiento.
Sabiduría es una palabra utilizada con diferentes significados, según el emisor y el contexto. Para abordar el tema, lo primero que debemos revisar es su definición según el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), el cual nos señala que es:
1. f. Grado más alto del conocimiento.
2. f. Conducta prudente en la vida o en los negocios.
3. f. Conocimiento profundo en ciencias, letras o artes.
4. f. Noticia (‖ conocimiento).
Además de lo anterior, el DRAE nos lleva a la sabiduría eterna, o
sabiduría increada, como una referencia religiosa al Verbo Divino.
El origen etimológico de la palabra se ha establecido que deriva del
latín, concretamente del verbo “sapere”,
el cual además de su significado inmediato "saber", tiene en italiano
varios más: "poder", "ser capaz de" e incluso “tener
inteligencia y buen gusto”. Esta última acepción se relaciona con sapidus, que en su inicio califica a lo
que tiene gusto y sabor, a lo sabroso. En el siglo II Apuleyo le agrega al
significado de “sabor” el de “contenido” y de allí fue decantándose hacia la
palabra “sabio”, como aquella persona que acumula no solamente mucho
conocimiento, sino mucha virtud y la explicación de estas consecuencias se
encuentra en las raíces que conforman las palabras sabio y sabiduría.
Teniendo ya una idea sobre la base de su etimología, nos debemos
preguntar sobre el punto de partida de la noción de sabiduría, su modelo
original y primario, ¿cuál es su arquetipo?
En su raíz nos ofrecieron algunas pistas y desde allí, una muestra de su
evolución. La palabra sabiduría es algo más que una suma de conocimientos, va
más allá de la aplicación práctica de los mismos.
La sabiduría ha sido tratada desde la Antigüedad. El mejor ejemplo lo
tenemos en la figura de la diosa griega de la paz, la civilización, estrategia,
de las ciencias, de la justicia, de la habilidad y de la sabiduría, Palas Atenea. En la mitología romana Minerva es la diosa de la sabiduría,
las artes, la estrategia militar, además de ser la protectora de Roma y la
patrona de los artesanos. Se corresponde con Atenea en la mitología griega. Pero en el mundo real el rey
Salomón, el tercer y último monarca del reino unido de Israel, es considerado
como un arquetipo de sabiduría.
La palabra sapiencia se utiliza como sinónimo de sabiduría. Sapiencia
deriva del latín, de la suma de dos partes diferenciadas: “sapiens”, que significa “saber”, y el sufijo “-ia”, que indica “cualidad”. Generalmente se considera que se
obtiene sapiencia mediante la experiencia, aunque no es descartable adquirirla
mediante el estudio y la formación. Platón consideraba que la adquisición del conocimiento
consistía en recordar lo que el alma sabía cuando habitaba en el mundo
inteligible de las “ideas”, antes de caer al mundo sensible y quedar encerrada
en el cuerpo. Y la belleza era la “idea” más excelsa, que se identificaba con
el “Bien” y la “Verdad”, no la realidad, porque realmente el Bien y la Verdad,
no pueden ser grotescos. En las tradiciones relacionadas con la Leyenda del
Santo Grial, el objeto precioso y difícil de alcanzar es la sabiduría.
El helenismo significó una yuxtaposición de culturas con una clara
influencia tanto en la filosofía hebrea en general como en la cábala en
particular. De allí que Aristóbulo, a mediados del siglo II d. C., pretende
demostrar que tanto Pitágoras como Platón, tenían conocimientos de los libros del
Antiguo Testamento. Lo cierto es que
autores como Abbagnano señalan que en el libro
de las Sabiduría, escrito probablemente en el siglo I a. C., hay clara
reminiscencia tanto del platonismo como del pitagorismo(1).
La cábala, una expresión de la corriente neoplatónica desarrollada en el
marco de la filosofía hebrea, coloca a la sabiduría como segunda séfira o
esfera del Árbol de la Vida, el cual se compone de diez emanaciones
espirituales por parte de Dios, a través de las cuales dio origen a todo lo existente.
Así la Sabiduría procede directamente del número Uno, la Corona o la
Providencia equilibrante y deriva hacia el tres, la Inteligencia siempre
Activa. No se puede acceder al Uno, sin pasar y obtener la cualidad de la
Sabiduría.
Continuando en este breve repaso por algunas de las antiguas corrientes
del pensamiento, los gnósticos la relacionaron con “Sofía”. Para este conjunto
de corrientes sincréticas filosófico-religiosas que llegaron a mimetizarse con
el cristianismo en los tres primeros siglos de nuestra era, convirtiéndose
finalmente en un pensamiento declarado herético por la institucionalidad
oficial católica, “Sofía” es un conocimiento liberador que no es la opinión, la
doxa de la que nos habla Platón. La
opinión se compone de eikasía, o el
desarrollo de la imaginación en sentido de fantasía y la pistis,
o sea, la fe. Hoy en el mundo de las comunicaciones avasallantes y complejas,
se juega normalmente con la opinión o doxa
y la mayoría, no todos por supuesto, de los líderes sociales, sean políticos,
periodistas, gremiales, religiosos, no salen de los límites de la opinión, bien
por ignorancia, flojera o manipulación, utilizando herramientas retoricas como
las falacias, entre otras. Platón oponía a la doxa la episteme, que
para el griego era intentar alcanzar el conocimiento del mundo de las ideas,
mientras que para nosotros, en un plano más cotidiano, es buscar saber por
medio de la gnosis.
Conocimiento no es fe ni viceversa. La fe es una Virtud teologal y como
tal es de gran importancia. No es conocimiento porque la comprensión del
Creador está fuera del alcance de nuestro ser y solamente se podría conseguir
en un estado de misticismo que propone la unión del alma con Dios por diversos
medios, como el ascetismo, devoción, amor, contemplación, entre otros.
Racionalmente es difícil definir el arquetipo de la sabiduría, siendo su
naturaleza fluida, cambiante, como la inmensa mayoría de lo existente en este
mundo manifestado. Herman Hesse en su Siddharta
escribió: “el que realmente quiere
encontrar, y por ello busca, no puede aceptar ninguna doctrina… el saber es
comunicable, pero la sabiduría no. Se la puede vivir, pero nunca explicar ni
enseñar”.(2)
Entonces, después de lo dicho cabe preguntarnos: ¿cómo percibimos la
sabiduría siendo tan elusiva? Si. No es fácil por ser exclusivamente
individual. En el transcurrir de nuestra vida, cuando colocamos cada día una
nueva piedra al edificio existencial que levantamos, nos encontramos con una
construcción ordenada y armónica o viceversa. Si satisface nuestra alma y
enriquece nuestro espíritu sobre la base de la virtud, porque se basa no en la
opinión vaga y charlatana del acomodo social momentáneo, sino en la búsqueda dentro
de sí mismo, en el yo interior, allí donde no hay público ni aplausos, esa
sensación de encontrarse con el grado más alto de conocimiento, que aquel que
te lleva al Verbo Divino, más allá de un acto de fe, sino con la consciencia
plena de su existencia sobre la base de comprender la realidad del Cosmos y del
Microcosmos, entonces podremos estar en el camino de la sabiduría que nos
ilumina.
Un buen ejemplo es la sucesión de arquetipos femeninos que Jung llamó
Eva, Helena, María y Sofía, donde Eva sería la mujer de vida absolutamente
corporal, dedicada puramente a la satisfacción de los apetitos. Helena sería
más espiritual que Eva y en María culminaría la espiritualidad pura. Para Jung,
el arquetipo femenino más elevado no es María, sino Sofía, ya que ésta ha
recuperado el cuerpo que María, con su énfasis en lo espiritual, ha perdido,
logrando reunir lo disperso.(3)
Nosotros, seres humanos, difícilmente llegamos al grado de
espiritualidad de María. Pero si podemos llegar a la sabiduría que representa Sofía,
aplicándose el adagio “menos es más”, porque en nuestro plano existencial Sofía
conoce los mármoles negros y blancos, las luces y las sombras, el Cosmos y el
Microcosmos y como tal, simboliza la Sabiduría que de alguna forma requiere
comprender lo variado de lo existentes en el Cosmos y en el interior de nuestro
ser.
Notas y bibliografía.
(1) Abbagnano, Nicolás. Historia de la Filosofía. Tomo
I. pág. 175
(2) Diccionario
Akal de Francmasonería. Pag 61
(3) Carl Gustav
Jung. Obra completa. Volumen 9/I. Los arquetipos y lo inconsciente
colectivo.
Cornejo, José Norberto. Reflexiones sobre el esoterismo del Rito
Escocés Antiguo y Aceptado.
Publicado originalmente en: https://lasultimasnoticias.net/index.php/opinion/2292-el-arquetipo-de-la-sabiduria
Ap:. 21 Noviembre, 2018
Ap:. 21 Noviembre, 2018
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